Hoy comienza la
recta final hacia la Navidad. Sería mejor decir la “recta litúrgica” porque en
algunos países como México y las repúblicas centroamericanas comenzaron ayer Las Posadas, una
tradición popular que recuerda el itinerario de María y José desde Nazaret hasta
Belén. En Colombia y Ecuador se celebra desde el siglo XVIII una fiesta muy
semejante, la Novena de Aguinaldos. Son formas populares de prepararse para la Navidad. La liturgia de la Iglesia católica tiene también su particular novena. Va in crescendo desde hoy, 17 de diciembre, hasta el día 25, solemnidad de la Natividad del Señor. Uno de los
elementos más sobresalientes de esta preparación lo constituyen las siete
antífonas de la O que se cantan antes y después del Magnificat en la oración de vísperas y
también en la Eucaristía –si bien un poco resumidas– como versículo del Aleluya
que precede al Evangelio. Cada una de ellas comienza con la “O” exclamativa –de ahí
su nombre– seguida de uno de los siete títulos del Mesías:
- Sapientia (Sabiduría).
- Adonai (Señor poderoso).
- Radix (Raíz).
- Clavis (Llave).
- Oriens (Luz matutina).
- Rex (Rey).
- Emmanuel (Dios con nosotros).
Mientras las
tiendas, restaurantes y centros de entretenimiento multiplican sus ofertas de
diversión y consumo, la liturgia y la devoción popular parecen moverse en otro
plano. Me gusta mucho la tradición latinoamericana de Las Posadas, también presente
en Filipinas y en algunos lugares de Estados Unidos, porque invita
simbólicamente a peregrinar con María y José de Nazaret a Belén. Es un modo de
incentivar la espera y de prepararse espiritualmente para la gran solemnidad
litúrgica del día de Navidad. Creo que esta fiesta no produciría en muchas
personas tristeza si se preparase como la Iglesia nos invita a
hacer. No se trata de alumbrar expectativas desmesuradas en relación con los
encuentros familiares, la comidas y los regalos. Quizá tampoco de inventarse
una Navidad minimalista y contracultural. La mejor manera de no sucumbir a los demonios
navideños (melancolía, añoranza, tristeza, depresión, enfrentamientos
familiares, consumismo, derroche, atracones, borracheras, resacas, etc.) es
dejarse guiar por el espíritu sobrio –y a la vez profundamente esperanzador y
alegre– de la liturgia. Os propongo que durante los próximos días sigamos el
itinerario sugerido por las antífonas de la
O.
La de hoy, 17 de
diciembre, suena así:
LATÍN |
ESPAÑOL |
O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodisti,
attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia:
veni ad docendum nos viam
prudentiae.
|
“Oh Sabiduría, que brotaste
de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo
todo con firmeza y suavidad,
¡ven y muéstranos el camino
de la salvación!”.
|
Puedes escucharla
cantada en gregoriano:
Hoy invocamos al
Mesías como Sabiduría, como la Palabra de Dios que ordena el universo. A esta
Sabiduría le pedimos que nos muestre el camino de la salvación. Me gusta
contemplar al Mesías Jesús como la brújula que, en medio de la confusión que
vivimos, nos señala con absoluta claridad dónde está el Norte de Dios y del
hermano. Quizá tendríamos que quejarnos menos de lo difícil que es hoy saber
qué camino tomar en la vida y confiar más en Aquel que se presentó a sí mismo
como “el Camino”. Quienes se acercan a Él y se dejan guiar por Él, adquieren esa sabiduría que ninguna universidad puede proporcionar. Es el gusto de Dios, la sintonía cordial con su Misterio, la capacidad de discernir sus huellas y signos en este complejo mundo nuestro y, sobre todo, en nuestro corazón.
Para ir preparando nuestro particular camino de Navidad os puede gustar también esta versión del célebre canto Mary, did you know?
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