miércoles, 14 de diciembre de 2016

Llama de amor viva

De san Juan de la Cruz, cuya memoria celebramos hoy, debo decir algo. Me siento casi obligado. Viví cinco años en Segovia, a pocos kilómetros del convento de los Carmelitas Descalzos que alberga su sepulcro. En muchas ocasiones he orado ante su tumba. He leído sus obras y cantado algunos de sus poemas. Uno de mis mejores amigos es carmelita, enamorado del místico de Fontiveros. El padre de Juan de la Cruz se llamaba como yo: Gonzalo. Juan de la Cruz me ha parecido siempre, como su amiga Teresa de Ávila, un místico con los pies en la tierra. Podría multiplicar las razones. Leyendo a san Juan de la Cruz he tenido siempre la impresión de hallarme ante un explorador de los caminos del Espíritu. Alguien que los recorre y sabe dibujar el mapa. Un místico y un cartógrafo, por así decir. En algunas etapas de mi vida me resultó un poco antipático porque no lograba comprender su doctrina de las nadas y de la noche oscura. No estoy seguro de que ahora sepa bien de qué se trata, pero intuyo su sentido. Nosotros, absorbidos por las pequeñas batallas de la vida cotidiana, acabaríamos perdiendo el sentido del Misterio si no fuera por algunos hombres y mujeres que actúan como centinelas en la noche de la existencia. Ellos no pueden sustituirnos, pero nos van dejando antorchas encendidas en algunas encrucijadas para que veamos por dónde discurre el camino y no nos extraviemos.

Este místico del siglo XVI, ¿tiene algo que decirnos a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI? El papa Benedicto XVI se formuló algo parecido y ofreció su respuesta en la audiencia general del 16 de febrero de 2011. Os dejo con sus palabras magistrales:
“Este santo, con su alta mística, con este arduo camino hacia la cima de la perfección, ¿tiene algo que decirnos también a nosotros, al cristiano normal que vive en las circunstancias de esta vida de hoy, o es un ejemplo, un modelo sólo para pocas almas elegidas que pueden realmente emprender este camino de la purificación, de la subida mística? Para encontrar la respuesta debemos ante todo tener presente que la vida de san Juan de la Cruz no fue un «volar en nubes místicas», sino que fue una vida muy dura, muy práctica y concreta, tanto como reformador de la Orden, donde encontró muchas oposiciones, como superior provincial, como en la cárcel de sus hermanos, donde estaba expuesto a insultos increíbles y a maltratos físicos. Fue una vida dura, pero precisamente en los meses pasados en la cárcel escribió una de sus obras más hermosas.
Y así podemos entender que el camino con Cristo, ir con Cristo, «el Camino», no es un peso añadido al ya suficientemente duro fardo de nuestra vida, no es algo que haga más pesada esta carga, sino que es una cosa totalmente distinta, es una luz, una fuerza, que nos ayuda a llevar este peso. Si un hombre lleva dentro de sí un gran amor, este amor le da casi alas, y soporta más fácilmente todas las molestias de la vida, porque lleva en sí esta gran luz; esta es la fe: ser amado por Dios y dejarse amar por Dios en Jesucristo. Este dejarse amar es la luz que nos ayuda a llevar el peso de cada día. Y la santidad no es una obra nuestra, muy difícil, sino precisamente esta «apertura»: abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar; no olvidar a Dios porque precisamente en la apertura a su luz se encuentra fuerza, se encuentra la alegría de los redimidos. Oremos al Señor para que nos ayude a encontrar esta santidad, dejarse amar por Dios, que es la vocación de todos y la verdadera redención”.
De entre sus obras he escogido, por su belleza y brevedad, el poema Llama de amor viva. Os dejo el texto (en su original español y traducido al inglés). 



ESPAÑOL
ENGLISH

¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,                         
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

   ¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe                        
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.

   ¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,            
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
color y luz dan junto a su querido!

   ¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno                          
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

O flame of living love,
That dost eternally
Pierce through my soul with so consuming heat,
Since there's no help above,
Make thou an end of me,
And break the bond of this encounter sweet.

O burn that burns to heal!
O more than pleasant wound!
And O soft hand, O touch most delicate,
That dost new life reveal,
That dost in grace abound,
And, slaying, dost from death to life translate!

O lamps of fire that shined
With so intense a light
That those deep caverns where the senses live,
Which were obscure and blind,
Now with strange glories bright,
Both heat and light to His beloved give!

With how benign intent
Rememberest thou my breast,
Where thou alone abidest secretly;
And in thy sweet ascent,
With glory and good possessed,
How delicately thou teachest love to me!


Podéis ver el vídeo en el que Amancio Prada –uno de los compositores que mejor ha sintonizado con el espíritu sanjuanista– canta este poema de san Juan de la Cruz.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.