lunes, 5 de diciembre de 2016

El tiro por la culata

Según el célebre diccionario Oxford, uno de los términos que el inglés ha incorporado en este año 2016 es post-truth (la posverdad, en traducción literal). También Matteo Renzi lo ha usado en su breve discurso de despedida, tras haber perdido clamorosamente el referéndum en Italia. ¿Estamos en la era de la posverdad? ¿Se ocultan los hechos para defender los intereses? ¿Dominan las emociones sobre los argumentos? El referéndum se celebró ayer, segundo domingo de Adviento, cuando la liturgia nos proponía la figura de un hombre fuerte, Juan el Bautista, enamorado de la verdad; más aún, embajador de la Verdad. 

Quizá el gran error de Renzi –como en su día lo fue de David Cameron– ha sido el haber identificado un asunto objetivo (la reforma de la Constitución en el caso del primer ministro italiano, la permanencia en la UE en el caso del primer ministro británico) con un interés subjetivo (la necesidad de afianzarse en el cargo). En ambos casos, les ha salido el tiro por la culata. Ambos perdieron los respectivos referéndums y tuvieron que dimitir. El caso italiano es sintomático. Desde hace años se viene hablando de la necesidad de reformar el sistema político para hacerlo más ágil y para garantizar la gobernabilidad de un país que cambia de gobierno como se cambia de coche: 63 gobiernos en 70 años de democracia. Pero cuando llega la hora de la verdad se invoca el viejo principio de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. El gattopardismo es un modo de ser muy italiano: cambio de apariencia para seguir manteniendo incólumes los privilegios de siempre. Matteo Renzi ha confiado demasiado en sí mismo, ha vinculado la necesidad de una reforma deseada por muchos con su permanencia en el poder; en otras palabras, ha transformado un referéndum en un plebiscito. A la vista del resultado clamoroso no ha tenido más remedio que dimitir. Lo que en otro país hubiera sido una crisis, en Italia se ve como normal. Los casi mil días de gobierno del político florentino son, en el fondo, todo un récord cuando se examina la lista de gobiernos efímeros de las últimas décadas.

El resultado del referéndum italiano ha seguido la estela del referéndum británico (junio) y del referéndum colombiano (octubre). En todos ellos el resultado ha sido el contrario del que buscaban sus convocantes. Se suele decir que un político experimentado solo convoca los referéndums que está seguro de ganar. Tanto David Cameron como Juan Manuel Santos y Matteo Renzi han calculado mal. O conocen poco a sus respectivos pueblos o han supervalorado sus logros y habilidades. Es siempre el peligro de todo político ambicioso: confundir sus deseos personales con lo que el pueblo desea o necesita. Un verdadero ejercicio de escucha y de discernimiento hubiera evitado estos fracasos. Porque lo paradójico es que muchos británicos deseaban seguir perteneciendo a la UE, muchos colombianos querían la paz y muchos italianos anhelaban una reforma constitucional. Pero, por diversos motivos, en ninguno de los tres casos han considerado que las propuestas de sus políticos satisfacían sus expectativas. Tenemos muchas cosas que aprender. Es evidente que una forma tradicional de hacer política está pasando. Habrá que echar mano de personas no profesionales, precisamente hoy que se celebra el Día Internacional de los Voluntarios.


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