Según el célebre
diccionario Oxford, uno de los términos que el inglés ha incorporado en este
año 2016 es post-truth (la posverdad, en
traducción literal). También Matteo Renzi lo ha usado en su breve discurso de despedida, tras haber perdido clamorosamente el referéndum en Italia. ¿Estamos
en la era de la posverdad? ¿Se ocultan los hechos para defender los
intereses? ¿Dominan las emociones sobre los argumentos? El referéndum se celebró ayer, segundo domingo de Adviento, cuando
la liturgia nos proponía la figura de un hombre fuerte, Juan el Bautista,
enamorado de la verdad; más aún, embajador de la Verdad.
Quizá el gran error de
Renzi –como en su día lo fue de David Cameron– ha sido el haber identificado un
asunto objetivo (la reforma de la Constitución en el caso del primer ministro
italiano, la permanencia en la UE en el caso del primer ministro británico) con
un interés subjetivo (la necesidad de afianzarse en el cargo). En ambos casos, les ha salido el tiro por la culata. Ambos perdieron los respectivos referéndums y tuvieron
que dimitir. El caso italiano
es sintomático. Desde hace años se viene hablando de la necesidad de reformar el
sistema político para hacerlo más ágil y para garantizar la gobernabilidad de
un país que cambia de gobierno como se cambia de coche: 63 gobiernos en 70 años de democracia. Pero cuando llega la
hora de la verdad se invoca el viejo principio de “más vale lo malo conocido
que lo bueno por conocer”. El gattopardismo
es un modo de ser muy italiano: cambio de apariencia para seguir manteniendo incólumes
los privilegios de siempre. Matteo Renzi ha confiado demasiado en sí mismo, ha
vinculado la necesidad de una reforma deseada por muchos con su permanencia en
el poder; en otras palabras, ha transformado un referéndum en un plebiscito. A
la vista del resultado clamoroso no ha tenido más remedio que dimitir. Lo que
en otro país hubiera sido una crisis, en Italia se ve como normal. Los casi mil
días de gobierno del político florentino son, en el fondo, todo un récord cuando se examina
la lista de gobiernos efímeros de las últimas décadas.
El resultado del referéndum
italiano ha seguido la estela del referéndum británico (junio) y del referéndum
colombiano (octubre). En todos ellos el resultado ha sido el contrario del que
buscaban sus convocantes. Se suele decir que un político experimentado solo
convoca los referéndums que está seguro de ganar. Tanto David Cameron como Juan Manuel Santos y Matteo Renzi han calculado mal. O conocen poco a sus respectivos
pueblos o han supervalorado sus logros y habilidades. Es siempre el peligro de
todo político ambicioso: confundir sus deseos personales con lo que el pueblo
desea o necesita. Un verdadero ejercicio de escucha y de discernimiento hubiera
evitado estos fracasos. Porque lo paradójico es que muchos británicos deseaban
seguir perteneciendo a la UE, muchos colombianos querían la paz y muchos
italianos anhelaban una reforma constitucional. Pero, por diversos motivos, en
ninguno de los tres casos han considerado que las propuestas de sus políticos
satisfacían sus expectativas. Tenemos muchas cosas que aprender. Es evidente
que una forma tradicional de hacer política está pasando. Habrá que echar mano de personas no profesionales, precisamente hoy que se celebra el Día Internacional de los Voluntarios.
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