Falta una semana exacta para la Navidad. Los protagonistas del cuarto
domingo de Adviento son María, la muchacha de Nazaret, y el joven José con quien estaba desposada. No conviene separar sus trayectorias y vocaciones. Pero, así como
Lucas se centra en la vocación de María en su relato de la anunciación (cf. Lc 1,26-38), Mateo
acentúa, más bien, la vocación del joven José, a quien califica de justo. Imaginemos a un joven judío de unos 16 años que descubre de pronto que durante el tiempo de los desposorios (una especie de noviazgo sellado formalmente por las familias de ambos pretendientes) su prometida se ha quedado embarazada. Al evangelista
Mateo no le interesa describir la reacción del joven, su proceso psicológico, ni siquiera su experiencia de fe y de libre sometimiento a la
voluntad de Dios. Cuando escribe su Evangelio para cristianos convertidos del judaísmo,
Mateo quiere subrayar que el que va a nacer en el seno de esa joven virgen es el Dios-con-nosotros profetizado por Isaías. El significado literal de
la profecía de Isaías, que se lee en la primera lectura de hoy, se refiere al nacimiento de Ezequías, hijo del joven y
desconfiado rey Acaz, pero Mateo lo aplica a Jesús, el único que
cumple los requisitos de un verdadero rey. Solo Él es “consejero maravilloso, guerrero
divino, jefe perpetuo, príncipe de la paz…” (Is
9,5-6).
Es curioso que
para referirse a Jesús, Mateo utilice el mismo título al principio y al final
de su Evangelio. En el fragmento que leemos en este cuarto domingo de Adviento,
tomado del comienzo mismo de su relato, lo presenta como el Emmanuel (Dios-con-nosotros). En el último capítulo, Jesús, dirigiéndose a
sus discípulos, les dirá: “Yo estaré con vosotros [es decir, yo soy el Emmanuel] siempre, hasta el fin del
mundo” (Mt 28,20). La antífona de este 18 de diciembre no se corresponde con
este título, que la liturgia reserva para el día 24. Hoy el Mesías es saludado como Adonai (Señor poderoso). Él es el Pastor de la casa de Israel. A él, que es poderoso, le pedimos que venga a librarnos con la fuerza de su brazo. Echemos un
vistazo al texto para saborear más el canto gregoriano.
LATÍN |
ESPAÑOL |
O Adonai, et Dux domus Israel, qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti, et ei in Sina legem dedisti: veni ad redimendum nos in brachio extento. | Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: ¡ven a librarnos con el poder de tu brazo! |
Es probable que
tengáis la impresión de que hoy los motivos se van encabalgando unos sobre otros.
Además, en estos días no siempre disponemos de un tiempo tranquilo para
saborear y contemplar todo lo que la liturgia nos propone. Por eso, es
recomendable centrarse en lo esencial. A través de María y de José, descendiente
de David, Dios se ha hecho uno de
nosotros, ha asumido nuestra condición humana. En el fondo, todo el tiempo de
Navidad gira en torno a este hecho desconcertante. A veces, más que multiplicar
las lecturas, resulta más provechoso dar un paseo en solitario dejando que
estos pensamientos nos trabajen por dentro o pasar un buen rato sentado en la
soledad de una iglesia. Y, quizá mejor, contemplar a un niño recién nacido
mientras nos interrogamos sobre el misterio de la vida y nos dejamos maravillar por su fuerza.
Pero si tenéis
interés en conocer con más detalle el mensaje del Evangelio de este domingo, Fernando Armellini viene en nuestra ayuda:
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