sábado, 26 de noviembre de 2016

El desfase

Desde ayer a primera hora estoy de nuevo en Roma, tras un largo viaje desde Manila. Hoy me levanto con la noticia de la muerte de Fidel Castro a los 90 años. Se seguirá hablando mucho en los próximos días. Yo sigo acusando un poco las consecuencias del desfase horario o jet lag, dado que la diferencia entre Manila y Roma es de siete horas. Esta falta de sincronía entre nuestro reloj interno (que regula los períodos entre la vigilia y el sueño) y el reloj externo (que se rige por el sol) puede producir alteraciones de diverso tipo como fatiga, apatía, confusión, irritabilidad, lentitud en la toma de decisiones, etc. Lo he experimentado infinidad de veces, aunque reconozco que estoy bastante habituado a los cambios y tengo mis trucos para afrontarlos con éxito. De todos modos, este desfase biológico me parece un símbolo de otro desfase más profundo y duradero que muchas personas viven: la falta de sincronía entre su tiempo personal y el tiempo cultural. Es como si la sociedad fuera mucho más rápido de lo que ellas pueden caminar. Entonces se produce una desconexión. Uno tiende a refugiarse en su pequeño mundo porque ya no puede evolucionar al ritmo del mundo global, demasiado acelerado y complejo.

La sociedad siempre ha cambiado, pero hace doscientos o cien años una persona podía vivir en su aldea haciendo más o menos lo que sus padres y abuelos habían hecho durante décadas. Los cambios eran mínimos. El peso de la tradición regulaba todo. El espacio físico en el que uno se movía solía ser también muy reducido. Incluso había personas que nunca se movían del lugar en el que habían nacido. Hoy estos factores han cambiado. La tecnología ha acelerado la modificación de usos y de ideas. Muchas personas viajan a menudo. Y, en todo caso, los medios de comunicación han convertido el planeta en una “aldea global”, de manera que enseguida nos enteramos de que Fidel Castro ha muerto en Cuba o de cómo han ido las ventas del Black Friday en Nueva York o Londres. 

Cuando nos parece que vamos asimilando estas cosas, otro torrente de noticias reemplaza a las anteriores en una carrera imparable. Es normal entonces que muchos sientan síntomas parecidos a los que se produce con el jet lag: fatiga, confusión, irritabilidad, dificultad para tomar decisiones, etc. Este desfase entre nuestro tiempo y el tiempo del mundo nos impide vivir ajustados, serenos, con la convicción de que éste es nuestro tiempo y de que en este hoy debemos vivir, gozar y sufrir. Cuando una persona adulta dice “En mis tiempos” suele referirse a lo vivido en la etapa juvenil, como si todo lo que ha venido después ya no fuera suyo. Da la impresión de que solo los niños, adolescentes y jóvenes estuvieran ajustados al presente, quizá porque están más abiertos a las novedades en una etapa de la vida en que los acelerados cambios físicos y psicológicos determinan también el propio crecimiento.

Hoy es el último día del año litúrgico. Mañana, con la llegada del Adviento, comenzaremos un nuevo año litúrgico. Es una ocasión para comprobar si estamos ajustados o no, si nuestro tiempo se acompasa con el tiempo del mundo y, sobre todo, si la liturgia de la Iglesia puede ayudarnos a vivir el tiempo de otra manera, como oportunidad para salir siempre al encuentro del Cristo que se acerca. En el salmo 94 leemos: “Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”. Este hoy es siempre el momento presente con independencia de nuestra edad o condición. Cada día es una oportunidad para percibir el paso de Dios por nuestra vida. Dios nunca está desfasado. Siempre acompaña nuestro ritmo, siempre camina a nuestra velocidad para que podamos percibir su presencia.

Os dejo con un vídeo que me he encontrado por pura casualidad. Es el testimonio del periodista y escritor José María Zavala en el que cuenta su experiencia de conversión; es decir, el momento en el que su tiempo y el de Dios se encontraron. Este momento tiene fecha: 5 de agosto de 2009. El testimonio es un poco largo, pero merece la pena. Necesitamos conocer historias como éstas. Se pueden parecer mucho a las nuestras.



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