
Ya dije hace cinco días que me había comprado el libro Ortodoxia de Chesterton en la Feria del Libro de Madrid. Naturalmente, no me gasté 18 euros para dejarlo apilado en una de las estanterías de mi cuarto. Lo tengo en mi rincón de lectura. Empecé a leerlo ayer por la tarde. Solo llevo 66 páginas, pero ya he caído rendido al pensamiento y a la prosa del escritor británico. No recomiendo su lectura a quien busque un mero pasatiempo o a quien no esté algo familiarizado con la cultura inglesa. Aunque la traducción fluye bien y hay notas aclaratorias por parte del traductor, la lectura no es fácil. Cuando lo termine, volveré sobre él.
Pero no me resisto a pasar por alto un pensamiento que me lleva dando vueltas en la cabeza desde hace años. Estoy convencido de que la razón fundamental de los muchos desequilibrios que hoy padecemos es la pérdida del sentido del misterio. O, más directamente, de Dios. Nunca como ahora se habla tanto de salud mental, de su cuidado y de su pérdida. A menudo escucho expresiones que denotan el malestar general: “La gente está zumbada”; “En mi trabajo hay mucha gente de baja por ansiedad o depresión”; “Voy con la lengua fuera”. Y cosas por el estilo.

No se trata solo de trastornos psicológicos más o menos graves, sino de algo más radical: la pérdida de motivación, la falta de un propósito claro en la vida. Es como si funcionáramos con el piloto automático, incapaces de pilotar nuestra vida. O, peor aún, como si alguien o algo nos controlara a distancia y no tuviéramos más remedio que someternos a su dictamen.
En este contexto, rescato algunas frases del libro de Chesterton que me han iluminado: “Lo que mantiene a los hombres sanos y cuerdos es lo místico. Mientras haya misterio, hay salud; en cuanto se destruye el misterio, se origina la enfermedad”. Es difícil decirlo de una manera tan concisa y precisa. Si por algo se caracteriza nuestra sociedad neurótica es por el intento de destruir el misterio creyendo vanamente que lo más racional es el control absoluto de la realidad.

Añado unas cuantas palabras más de Chesterton: “El hombre normal ha estado siempre sano porque siempre ha sido místico. Ha dejado sitio a la penumbra. Ha tenido siempre un pie en la tierra y otro en el país de la fantasía. Se ha considerado siempre libre para dudar de sus dioses, pero también para creer en ellos (a diferencia de los agnósticos actuales). Siempre se ha preocupado más por la verdad que por la consistencia. Cuando le parece que dos verdades se contradicen es capaz de asumir las dos verdades y también su contradicción”.
No nos dejemos despistar por el estilo paradójico de Chesterton. Lo que viene a decir es que la salud del “hombre normal” ha estado siempre ligada a su capacidad de convivir con lo no explicable, a su humildad para reconocer que en la vida hay zonas de penumbra que nunca conseguiremos iluminar. Pero eso no significa que no podamos ser felices. Al contrario, es precisamente lo incontrolable lo que nos hace ensanchar continuamente nuestra mirada para no acabar prisioneros en la cárcel de nuestra razón. En fin, que los buenos pensadores y escritores nos ayudan a explorar el alma humana con una hondura que no encontramos en los charlatanes de turno. Continuará.
Gracias por toda la información que nos das de este libro… Hay expresiones que sorprenden y que analizándolas se va descubriendo cuanto nos falta profundizar. Ya nos irás diciendo.
ResponderEliminarGracias Gonzalo.por hacernos profundizar nuestra vida
ResponderEliminarMuchas gracias Gonzalo, recordarnos a Chesterton.
ResponderEliminarCreo que también dijo" Cuando se deja de creer en Dios, se empieza a creer en cualquier tonteria".....( para reflexionar).
Sin misterio, sin ilusión, sin motivación....las tonterías nunca nos fortalecerá el corazón la mente y el alma....