domingo, 22 de enero de 2023

Hombres y mujeres de la Palabra


Hoy, tercer domingo del Tiempo Ordinario, celebramos el Domingo de la Palabra de Dios. Precisamente ayer por la mañana presidí el funeral de madre María Victoria Zorrilla, una concepcionista que pasó una buena parte de su vida como misionera en el Congo y Camerún. En el momento de las ofrendas, una hermana suya colocó una biblia grande a los pies del ataúd porque -como se anunciaba desde el ambón- ella había sido “una enamorada de la Palabra”. ¡Ojalá pudiera decirse lo mismo de todos nosotros! La Palabra de Dios es la lámpara que nos ayuda a iluminar las intrincadas veredas de la vida. 

En el salmo 26 que leemos hoy cantamos: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”. Eso es precisamente lo que aparece claro en el Evangelio de este domingo. Después de varias décadas de vida escondida en Nazaret, Jesús, al enterarse de que Juan el Bautista había muerto, deja su pueblo y se dirige a Cafarnaúm, junto a la vía del mar. Para interpretar este movimiento de Jesús, el evangelista Mateo cita al profeta Isaías: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. La palabra de Jesús es esa luz que ilumina a todos.


Mateo resume el anuncio de Jesús con una frase lacónica: “Convertíos porque está cerca el reino de los cielos”. Esta cercanía de Dios altera nuestra vida, hace que cambiemos de arriba abajo, que orientemos nuestro corazón hacia Dios. Para realizar esta tarea Jesús llama a algunos colaboradores. En el ambiente judío de la época, los discípulos elegían a sus maestros. En el caso de Jesús, es el maestro quien elige a sus discípulos. Según el relato de Mateo, los primeros llamados son dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan. Ellos no se lo pensaron mucho. Dejaron su trabajo de pescadores y a sus familias y se fueron con Jesús, sabiendo que Jesús no podía ofrecerles una casa estable, sino los caminos de Galilea. No les garantizaba un sueldo fijo, sino que los exponía a los riesgos de la providencia. No les garantizaba el éxito, sino una vida llevada al ritmo del Espíritu de Dios. 

No sabemos bien cómo sucedieron las cosas en realidad, pero la esquematización que nos ofrece Mateo subraya que la respuesta de los primeros fue personal, inmediata, generosa, arriesgada; o sea, como se supone que tiene que ser la nuestra, que somos los discípulos de hoy.


Muy a menudo estos relatos vocacionales se usan para animar a algunos jóvenes a abrazar el sacerdocio o la vida consagrada, pero, en realidad, son espejos en los que todos podemos mirarnos. Sin colaboradores que sigan a Jesús por los caminos del mundo, la Palabra no llega a quienes “habitan en tierra y sombras de muerte”. Este Domingo de la Palabra es una invitación a hacer de la lectura y meditación de la Biblia un hábito diario. 

Hoy contamos con muchos instrumentos que pueden ayudarnos a esta lectura cotidiana; por ejemplo, el librito Palabra y Vida. O también la aplicación para dispositivos móviles. Lo importante es reservar un momento diario para leer el Evangelio de cada día, meditarlo con calma y aplicarlo a la propia vida. Quien se alimenta de la Palabra acaba convirtiéndose en un hombre o mujer de la Palabra. Sin darse cuenta, sin pretenderlo siquiera, pueden ser luz para los demás. En el contacto con la Palabra empecemos a ver con más claridad lo que antes nos parecía oscuro, vamos cambiando nuestras convicciones y hábitos, tenemos más fuerza para afrontar las dificultades de la vida.

1 comentario:

  1. El contacto diario con la Palabra nos va transformando, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello. Cuando pasamos por momentos oscuros y/o difíciles, revivimos alguna palabra, algún pasaje que nos ha hecho bien y nos da fuerzas para seguir adelante.
    La Palabra, nos va transformando por dentro, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello y si nos dejamos ir modelando por ella, la transmitimos sin ser demasiado conscientes de ello y los demás lo notan.
    Gracias Gonzalo porque nos la vas desmenuzando la Palabra y así la haces más digerible y comprensiva, porque no siempre sabemos interpretarla y aplicarla a nuestra vida.

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