viernes, 6 de enero de 2023

De periféricos y buscadores


El evangelio de esta solemnidad de la Epifanía está cargado de símbolos: una estrella  guiadora y cofres con oro, incienso y mirra. La primera lectura (Is 60,1-6) se encarga de añadir otros: “Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá”. El salmo 71 completa la lista: “Los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos”. Así que con todos estos ingredientes no es difícil transformar los magos en reyes, montarlos sobre camellos y dromedarios y cargarlos con regalos de oro, incienso y mirra. La imaginación suple lo que falta hasta completar el cuadro que llevamos desde niños en el corazón. 

El papa Benedicto XVI, cuyo funeral se celebró ayer en Roma con sobria solemnidad, lo explica bien en su trilogía sobre Jesús: “Así como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno, así también ha leído la historia de los Magos a la luz del Salmo 72,10 e Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de Oriente se han convertido en reyes, y con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los dromedarios”.


A estos “reyes magos” les escribí una carta en 2017 (desde Chaclacayo, Perú), otra en 2018 (desde Lisboa) y una tercera el pasado año 2022 (desde Madrid). En 2019 (desde Madrid) opté por escribir también una carta al “cuarto” rey mago y en 2021 (desde Roma) me atreví a escribir otra a las “reinas magas”. Debo reconocer que todavía estoy esperando respuesta a alguna de ellas. Comprendo que los Reyes Magos andan muy atareados en estas fechas y no disponen de tiempo para contestar las muchas cartas que reciben, pero me duele un poco que den la callada por respuesta. 

¿Sucederá algo parecido con Dios? Es probable que tengamos la misma impresión. Hablamos, pedimos, suplicamos… y nada. Si Dios existe, no se da por enterado. O quizás no hemos comprendido que él se ha manifestado (epifanía), se ha hecho transparente en la humanidad de Jesús. Y hay una pléyade de pastores periféricos y de magos buscadores que, guiados por ángeles o por estrellas, se ponen en camino para adorarlo mientras los que tendrían que haberlo reconocido (o sea, el pueblo judío) lo ignoran. 

A nosotros, que pertenecemos a una generación incrédula (o quizás mejor descreída), se nos dice que Dios está entre nosotros, pero tenemos que prestar atención a esos hombres y mujeres de la periferia que no han perdido su sensibilidad por Él y a esos otros que en el mundo de la ciencia y de las artes se afanan por buscar la verdad y la belleza. Jesús es patrimonio de toda la humanidad. Lo peor es quedarse inmóviles en esa tierra de nadie que es la indiferencia y la comodidad.


En un día como hoy, víspera de mi cumpleaños, siempre recuerdo la expectación con la que vivía la noche de Reyes cuando era niño. Estaba convencido de que unos seres maravillosos, aunque desconocidos e invisibles, leerían mi carta y me dejarían junto a los zapatos más regalos de los que había pedido. En mi infancia, todavía no existía el síndrome actual del “niño hiperregalado”. Nos conformábamos con pocas cosas, aunque a mí me trajeron algún coche eléctrico teledirigido y hasta una guitarra eléctrica para emular a los Beatles. 

No recuerdo bien cuándo y cómo me enteré de que “los reyes son los padres” (como dicen los niños sabihondos). Esa frustración infantil me parece, en el fondo, una lección de vida que se puede aplicar a nuestra trayectoria espiritual. El Dios que nos sigue haciendo regalos maravillosos (la vida, la salud, la gracia, la fe, la amistad, la belleza, la solidaridad, etc.) actúa siempre a través de “pastores” y de “magos”. Si no nos escandalizamos de su concreción y visibilidad, entonces nos será más fácil encontrarlo y adorarlo. Dios es invisible, pero se ha manifestado en la humanidad de Jesús. ¿No es éste el mensaje de la solemnidad de la Epifanía? ¡Pongámonos en camino, no sea que lleguemos demasiado tarde!



1 comentario:

  1. A medida que tú vas describiendo las lecturas de los evangelios, me ayuda a descubrir con la superficialidad con que se leen y, en general, valorar como nos falta información histórica para poder “atar todos los cabos”. Me hace pensar en ello, cuando hablas de la “trilogía sobre Jesús” que explicó Benedicto XVI.
    Ante tanta enfermedad, sufrimiento, guerras, pobreza… fácilmente surge la expresión: “Si Dios existe, no se da por enterado”… Seguramente le buscamos donde no está, creo que como dices: “… tenemos que prestar atención a esos hombres y mujeres de la periferia que no han perdido su sensibilidad por Él y a esos otros que en el mundo de la ciencia y de las artes se afanan por buscar la verdad y la belleza. Jesús es patrimonio de toda la humanidad…”
    Recojo tu mensaje y tu consejo: “Dios es invisible, pero se ha manifestado en la humanidad de Jesús. ¿No es éste el mensaje de la solemnidad de la Epifanía? ¡Pongámonos en camino, no sea que lleguemos demasiado tarde!”
    Gracias Gonzalo, feliz día de Reyes… Te deseo que encuentres “la estrella”.

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