lunes, 18 de enero de 2021

Un mundo con dos caras

Hoy debería escribir algo sobre la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, pero dejo el tema para más adelante. Me remito a lo vivido el sábado pasado. En mi numerosa e internacional comunidad romana, todos los sábados, de 8 de la tarde a 10,30 de la noche, vivimos una experiencia “pi-bi-fi”. Por si esta extraña palabra no dice nada, debo aclarar que es una apócope de “pizza-birra-film” (o sea, pizza, cerveza y película). Es una forma de cerrar la semana con un tono festivo. La película del sábado pasado fue La lavandería (título original The Laundromat), protagonizada por Meryl Streep, Gary Oldman y Antonio Banderas. Se estrenó en septiembre de 2019. Se basa en el libro de Jake Bernstein Secrecy World: Inside the Panama Papers Investigation of Illicit Money Networks and the Global Elite, que se centra en el caso de escándalo financiero internacional conocido como Panama Papers. Con esta expresión que en español traducimos por Papeles de Panamá los medios de comunicación se refirieron a una filtración informativa de documentos confidenciales de la desaparecida firma de abogados panameña Mossack Fonseca. Esta firma ofrecía servicios que consistían en fundar y establecer compañías inscritas en un paraíso fiscal con el objetivo primario de “ocultar la identidad de los propietarios”. Es fácil imaginar cuántas empresas y particulares se beneficiaron de esta “lavandería” fiscal y financiera.

La película me hizo evocar la peor cara de nuestro mundo, esa que está asociada al comercio internacional de armas, el mercado de la droga, el tráfico de órganos y personas, el lavado de dinero, las evasiones fiscales, los sobornos y extorsiones y tantos otros fenómenos de perversión y maldad. Aunque no lo sepamos, aunque de vez en cuando admiremos o saludemos a personas de guante blanco, nadamos en un océano de corrupción. Muchos de los magnates que exhiben su insultante riqueza en las páginas del papel couché o la esconden de las miradas indiscretas en sus mansiones de ensueño la han amasado de manera fraudulenta, saltándose todas las reglas del juego. Pueden parecer personas honorables, pero, en realidad, son lobos con piel de oveja, sanguijuelas que devoran a quien sea necesario con tal de medrar. 

A ellos se les podrían aplicar las palabras duras del profeta Amós: “Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre |y elimináis a los humildes del país, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, | para vender el grano, | y el sábado, para abrir los sacos de cereal | —reduciendo el peso y aumentando el precio, | y modificando las balanzas con engaño— para comprar al indigente por plata | y al pobre por un par de sandalias, | para vender hasta el salvado del grano?». El Señor lo ha jurado por la Gloria de Jacob: | No olvidaré jamás ninguna de sus acciones” (Am 8,4-7). Al principio y al final de la película se evoca irónicamente la bienaventuranza de Jesús que habla sobre los mansos que poseerán la tierra. ¿Se trata de un mero desahogo poético o es verdad que Dios se pone de parte de los oprimidos? ¿No estamos viendo a diario lo contrario, que los poderosos triunfan y siempre se salen con la suya?

El mismo sábado, con alguna hora de retraso, pude ver un reportaje de Informe Semanal sobre las consecuencias del temporal Filomena en España y, más concretamente, en Madrid. Junto a las primeras imágenes idílicas de la abundante nieve, en seguida aparecieron otras que mostraban sus consecuencias dañinas. Era algo conocido. Los medios de comunicación han estado hablando profusamente de ello a lo largo de la semana pasada. Lo que más me llamó la atención fue el derroche de solidaridad que se desató en todas partes. El reportaje se fijó mucho en la famosa iglesia de san Antón, en el centro de Madrid, donde trabajan los voluntarios de Mensajeros de la Paz con el mediático Padre Ángel a la cabeza. Muchos hombres y mujeres de la calle encuentran allí comida caliente, ropa de abrigo y, sobre todo, personas que los acogen y escuchan. Pero eso es solo un pequeño botón de muestra porque la solidaridad se extendió a personas que se organizaron para limpiar las calles, taxistas y voluntarios que trasladaron a personas (sobre todo, enfermos) cuando no podían funcionar los transportes públicos, sanitarios que doblaron sus turnos, voluntarios de todo tipo que donaron sangre, hicieron la compra a ancianos, asistieron a los enfermos, personal de Caritas, policías y soldados de diversos cuerpos, etc. 

Es emocionante ver esta otra cara del mundo. Los seres humanos podemos ser ratas y sanguijuelas (como se ve en la película La lavandería) o ángeles custodios que nos preocupamos por los demás (como se ha comprobado a propósito de la borrasca Filomena). Quisiera creer que, por mucha miseria y maldad que hay en nuestro mundo, nuestro corazón está hecho para ser solidarios, que todos nos sentimos más nosotros mismos y felices cuando salimos de nuestro egoísmo y nos podemos a servir. Solo cuando esta cara sea dominante, podremos empezar a ver que María tenía razón cuando, en su Magnificat, proclamaba que Dios “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”.



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