miércoles, 6 de abril de 2016

El futuro es de los místicos

Fátima es una extraña mezcla de capillas, casas religiosas, hoteles, restaurantes, bares, comercios... todos en torno al santuario. Lo que justifica este caleidoscopio humano es la figura de María. Ella es la Madre que cobija a todos: peregrinos, buscadores, devotos, turistas, comerciantes, engañadores, visionarios, mendigos... Me gusta Fátima porque se parece a todos nosotros: un manojo de anhelos y contradicciones, pero con un deseo sincero de escuchar la voz de la Madre que nos dice: "Haced lo que Él os diga" (Jn 2,5). El próximo año 2017 se celebrará el centenario de las apariciones de Fátima. Será una oportunidad extraordinaria para orar y reflexionar sobre el futuro de la fe en todo el mundo, pero, en especial, en el continente donde se sitúa el santuario: Europa.

En 1959, un teólogo alemán –muy famoso entre los expertos pero quizá desconocido para el gran público– escribió: “La cristiandad de tipo rural e individualista que caracterizaba la Edad Media y los tiempos modernos está en vía de desaparición según un ritmo de aceleración creciente, precisamente porque las causas generadoras de este proceso en Occidente siempre están en activo y no han agotado su eficacia. (...). El cristiano del futuro o será un místico, es decir, una persona que habrá experimentado algo, o no será cristiano”. ¡Ojo a la definición de místico -una persona que experimenta algo- para no perderse en conceptos extraños!

La última frase de
Karl Rahner –éste es el nombre del teólogo jesuita– ha sido citada hasta la saciedad en los últimos 50 años: a veces, de forma congruente; otras, totalmente fuera de contexto. Yo estoy convencido de la verdad que encierra. Ahora bien, ¿qué significa ser un místico en pleno siglo XXI? ¿Nos apuntamos todos a las corrientes orientalistas tan en boga hoy en día? ¿Vamos en busca de las últimas apariciones reseñables? ¿Tenemos que experimentar fenómenos paranormales?
Actores de la película De dioses y hombres

Encuentro una respuesta luminosa, tangible, comunitaria, en lo vivido por una comunidad monástica que pasó del anonimato a la fama sin pretenderlo. Se cumplen en estos meses de primavera veinte años del asesinato de siete monjes trapenses en Argelia. ¿Te acuerdas de este hecho? Su testimonio se hizo mundialmente conocido a través de la película de Xavier Beauvois Des hommes et des dieux (2010), presentada en español con el título De dioses y hombres. Ganó el Gran Premio del jurado del festival de Cannes (2010).

La historia es conocida. El 26 de marzo de 1996, siete monjes cistercienses del monasterio de Tibhirine, en el Atlas argelino, fueron secuestrados por el Grupo Islámico Armado (GIA). El 31 de mayo el ejército argelino halló sus cabezas cortadas, pero no los cuerpos. Todavía no conocemos la autoría del múltiple crimen. El hermano Jean Pierre Schumacher, uno de los supervivientes, confesó en una entrevista posterior que "estábamos en la montaña y las relaciones con ellos [los vecinos musulmanes] eran muy buenas, muy fraternales. Éramos como una familia. El monasterio era de clausura, pero había un portero que recibía a la gente. Asistíamos a actos religiosos y entierros, lo que quería la gente. Teníamos muy buenas relaciones con ellos".

Comunidad trapense de Tibhirine (Argelia)
El final violento no hizo sino coronar una vida entregada a Dios y a los hombres, una existencia mística, magistralmente contada por la película de Beauvois. Sigue poniendo la piel de gallina el testamento espiritual escrito por el prior del monasterio: Christian-Marie Chergé.

En estos meses en los que los atentados perpetrados por terroristas que atacan en nombre de Aláh ha reabierto el debate sobre las relaciones del Islam con Occidente, me hace bien leer el testamento de un cristiano que ha vivido muy de cerca con hombres y mujeres musulmanes. Me ayuda a moderar mi juicio, más bien severo, en relación con este tema. Os dejo con el trailer de la película De dioses y hombres. A los que no la hayáis visto os la recomiendo encarecidamente.


Historias como la de los trapenses de Argelia poseen una asombrosa fuerza parabólica. Condensan los ideales que todos nosotros quisiéramos vivir: apertura al misterio de Dios, sencillez de vida, belleza, fidelidad, entrega, cercanía a los pobres e inserción constructiva en un entorno interreligioso e intercultural. ¿No van en esa misma dirección los principales armónicos de la experiencia mística que también se encuentran en Fátima cuando uno se acerca con sencillez y apertura?

Henri Bergson hablaba de cinco características de los místicos. Se parecen mucho a las que describen la vida de los trapenses de Tibhirine: salud intelectual sólidamente asentada, firmeza unida a elasticidad, discernimiento profético de lo posible y lo imposible, espíritu de sencillez que supera las complicaciones y sentido común superior. ¿Caminará en esa dirección el cristianismo místico al que se refería Karl Rahner en el ya lejano 1959?

La escena que más me gustó de la película de Beauvois es "La última cena" con el fondo de
"El lago de los cisnes" de Chaikovski. Es la mística de la cotidianidad. No puede haber más intensidad emocional y espiritual en un acto más sencillo. ¿Qué te parece?


1 comentario:

  1. En un solo artículo nos das varios mensajes: el de María, el de Karl Rahner en su frase... Gracias por la aclaración que haces de místico. El reflexionar sobre el futuro de la fe en todo el mundo y el asesinato de los monjes trapenses.
    Después de leer el testamento espiritual del prior del monasterio, cuando dice: "...si Dios quiere, podré, pues, sumergir mi mirada en la del Padre para contemplar junto a Él a sus hijos del Islam, así como Él los ve..." me ha transportado a una charla que escuché de un misionero claretiano que nos decía: "mirad a los otros con la mirada de Dios" y que me quedó muy grabado y muchas veces me pregunto, en según que ocasiones: "y Dios ¿como se lo debe mirar esto?" No siempre resulta fácil encontrar la respuesta, aunque sepa que su mirada es misericordiosa y llena de amor.
    Muchas gracias por tu reflexión

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