domingo, 21 de enero de 2024

Con Él, todo cambia


No me imagino a Jesús diciendo: “Seguid viviendo a vuestra manera. No os preocupéis de nada. Disfrutad el día a día”. De acuerdo con el evangelio de Marcos que leemos en este III Domingo del Tiempo Ordinario, la predicación de Jesús sonaba así: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”. También Jonás había invitado a la conversión a los ninivitas (primera lectura), pero su mensaje era amenazador: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!”. No es lo mismo cambiar por el temor a que todo se destruya, que cambiar porque el Reino está cerca. En el primer caso, tenemos una mala noticia; en el segundo, un “evangelio” (buena noticia). 

Por desgracia, los seres humanos solemos reaccionar con más energía cuando nos amenazan que cuando nos alientan. Jesús no comienza su predicación amenazando como Jonás o como Juan el Bautista, sino anunciando que Dios no se ha olvidado de su pueblo. Para aceptar este mensaje se requiere que nos convirtamos; es decir, que cambiemos de mentalidad, que le dejemos a Dios ser Dios. Esto implica relativizar muchas de las cosas que solemos considerar importantes en nuestra vida, vivir la espiritualidad del “como si” que Pablo esboza en su carta a los corintios (segunda lectura). Vivir “como si” no lloráramos, riéramos o poseyéramos no significa despreciar esta vida o no tomarla en serio, sino no darle una importancia excesiva porque solo Dios y su Reino constituyen nuestra prioridad.


Los primeros discípulos de Jesús (los hermanos Simón y Andrés, por una parte, y Santiago y Juan, por otra) vivieron en carne propia lo que Jesús proponía. De tal manera se sintieron atraídos por la persona y el mensaje de Jesús que, dejando las redes (el trabajo) y a su padre Zebedeo (la familia), se fueron inmediatamente detrás de él para ser colaboradores en el anuncio del nuevo Evangelio. 

Es obvio que Marcos esquematiza al máximo estas vocaciones, pero nos señala los elementos esenciales: es Jesús quien toma la iniciativa; lo hace en las condiciones ordinarias de la vida (están pescando), no a través de hechos extraordinarios; la invitación implica vivir como Jesús y participar en su misión; la respuesta de los discípulos es inmediata, a pesar de que tienen que dejar los dos pilares sobre los que se asienta una vida humana normal: la familia y el trabajo. Sobre esta falsilla hemos entendido todos nosotros nuestra propia vocación, aunque tenga matices únicos en cada caso.


Por quinto año consecutivo, hoy celebramos el Domingo de la Palabra. El lema de este año es un versículo el evangelio de Juan: “Permaneced en mi Palabra” (8,31). He escrito tanto en este blog sobre lo que la Palabra puede hacer para transformarnos por dentro que no creo necesario añadir mucho más. Bastaría meditar con atención las tres lecturas que hoy nos propone la liturgia para tratar de aplicarnos su contenido. También a cada uno de nosotros ha llegado Jesús con su propuesta de una nueva forma de vivir. Podemos estar atravesando situaciones muy distintas, pero su palabra es siempre “buena noticia”. En ella encontramos la fuerza y el impulso que necesitamos para vivir con sentido, relativizar lo bueno y lo malo que nos sucede en la vida e ir detrás de Jesús.

Mientras escribo estas notas el termómetro marca tres grados bajo cero. Se abre un domingo frío, pero luminoso.

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