lunes, 22 de enero de 2024

Historias con rostros y nombres


Hay días en los que se multiplican las historias de dolor y sufrimiento. Nos parece que la vida rueda sin sobresaltos hasta que alguien nos habla de la enfermedad terminal de un familiar, de su alcoholismo redivivo, de sus problemas matrimoniales o de su cansancio creyente. Entonces, sin apagar la llama de la esperanza, uno no tiene más remedio que restregarse los ojos y ver que la vida es más compleja y dura de lo que a veces imaginamos. 

Ante estas historias de fragilidad podemos reaccionar desde la rabia (¿por qué Dios permite esto?), desde la indiferencia (no es mi problema, que cada palo aguante su vela) o desde la compasión (no hay nada que les pase a los demás que no me afecte de alguna manera). No sé lo que dirán los psicólogos. Yo me fijo en Jesús. Su actitud, incluso cuando reacciona con aparente dureza, es siempre la compasión. Se mete en las entrañas de las personas que sufren, siente con ellas, comprende su desazón y reacciona. Como cantamos en el prefacio de la plegaria eucarística V/ C,  “él nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano; su vida y su palabra son para nosotros la prueba de tu amorTampoco culpabiliza a las personas del mal que padecen, como a menudo sucede con nosotros. Mira, escucha, siente y actúa.


No hay dos formas iguales de reaccionar. Cada historia requiere un acercamiento único. Hay personas que prefieren ser acompañadas desde el silencio respetuoso; otras demandan palabras de cariño y comprensión. A veces la distancia física es la mejor forma de no interferir; otras, se necesita la terapia de los abrazos. Pensaba todas estas cosas mientras hoy lunes repasaba la agenda de esta semana. ¿Cuáles deben ser mis verdaderas prioridades? ¿Quién está necesitando una llamada o un gesto de cercanía? 

Si algo aprendí de mi hermano claretiano Ángel Esteban, cuya vida evoqué hace un par de días, es que las personas tienen prioridad sobre las obras, incluso aunque estas estén al servicio de las personas. A veces, no es nada fácil aplicar este principio porque hay urgencias laborales que parecen no dejar espacio a otras cosas. En esos casos no hay más remedio que tomar decisiones drásticas. Los titubeos siempre juegan en contra de quien más atención necesita.


En la lectura continua que estamos haciendo del evangelio de Marcos en las misas de este tiempo ordinario se dibuja con trazos inequívocos la figura de un Jesús que no pasa de largo ante las necesidades humanas, que se detiene a curar a la suegra de Pedro, a un endemoniado, al criado de un funcionario real, a un sordomudo, a un ciego… Después de la resurrección, Pedro resumirá su vida diciendo que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo” (Hch 10,38). Eso es lo que me gustaría hacer en mi vida, aunque me tienten otros objetivos de segundo nivel. 

Admiro a las personas con cualidades intelectuales, artísticas y ejecutivas, pero admiro por encima de todo a las que pasan por la vida haciendo el bien sin pasar factura a través de pequeños gestos que hacen más humana esta compleja vida nuestra. No es fácil encontrar entre los intelectuales y los adictos al trabajo personas de este tipo. A veces cuando caemos en la cuenta del desorden de nuestras prioridades, es ya demasiado tarde.

1 comentario:

  1. Tienes razón cuando escribes que “la vida es más compleja y dura de lo que a veces imaginamos.” Sobre todo cuando, en poco tiempo, se juntan diferentes problemas que parece que llegan desde todas las esquinas, una sensación de no poder protegerte.
    Mientras leía esta entrada me han resonado las palabras de Jesús: “…venid a Mi, todos los cansados y agobiados y yo os aliviaré…”
    Gracias por resumir en cuatro verbos la actitud de Jesús: “Mira, escucha, siente y actúa.”

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