lunes, 1 de enero de 2024

Con rostro de Madre


La Iglesia empieza siempre el año con la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. A los ocho días de la Navidad, nos fijamos en esa joven mujer que no sale de su asombro, que permanece junto a José, al lado del niño “acostado en el pesebre”. Lucas nos dice que son visitados por los pastores, los cuales se convierten en los primeros anunciadores de la buena noticia del nacimiento del niño. Nos dice también que “cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción”. 

El nombre indica la misión. Jesús traerá a todo el mundo la salvación de Dios. En pocos versículos Lucas pinta una escena cargada de fuerza y difícil de comprender. Quizá por eso mismo añade que “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. También nosotros, al comienzo de este año 2024, guiados por María, meditamos en nuestro corazón todo lo que estamos viviendo -y no siempre comprendemos- en relación con el paso de Dios por nuestras vidas.


En el lugar donde me encuentro, hoy ha salido un día radiante de sol. ¡Ojalá sea un presagio de un año luminoso! Es probable que, a la hora en que tecleo la primera entrada del año, muchas personas sigan durmiendo después de una noche de fiesta y excesos. Yo me acosté a las dos tras haber compartido la cena de Nochevieja con mi familia y haber comido juntos las doce uvas para saludar al nuevo año. 

Antes de la cena, cuando ya había caído la tarde, pasé un rato en la oscuridad de la imponente y fría iglesia parroquial. Solo las lucecitas del belén y del árbol, así como la que ilumina el camarín de la Virgen del Pino, aportaban un poco de claridad. Fue un momento breve, pero suficiente para entregarle al Señor el año 2023, darle gracias por todo lo vivido y encomendarle a todas las personas que forman parte de mi vida. Volví mis ojos a la imagen de la Virgen para rezarle la oración Bajo tu amparo. Fue como un anticipo de la fiesta de hoy. Volví a mi casa caminando por las calles desiertas, con un vientecito frío que hacía más apetecible el calor del hogar.


Hoy celebramos también la 57 Jornada Mundial de la Paz. El papa Francisco dedica su mensaje a hablar sobre Inteligencia artificial y paz. A más de uno puede resultarle extraño que el Papa hable de un tema tan técnico -y tan nuevo- cuando tal vez hubiera sido más urgente seguir insistiendo sobre la necesidad de detener los muchos conflictos armados que siguen en el mundo. Si el Papa ha optado por referirse a la Inteligencia Artificial (IA) es porque intuye las consecuencias que puede tener tanto para provocar nuevas guerras como para construir la paz. 

Al final de su mensaje, formula una esperanza: “Espero que esta reflexión anime a hacer que los progresos en el desarrollo de formas de inteligencia artificial contribuyan, en última instancia, a la causa de la fraternidad humana y de la paz. No es responsabilidad de unos pocos, sino de toda la familia humana. La paz, en efecto, es el fruto de relaciones que reconocen y acogen al otro en su dignidad inalienable, y de cooperación y esfuerzo en la búsqueda del desarrollo integral de todas las personas y de todos los pueblos”.

Desde estas líneas, deseo a todos los lectores de este Rincón un año 2024 lleno de paz y entusiasmo misionero, un año “con rostro de Madre”.



1 comentario:

  1. Gracias por el deseo que expresas para los lectores de este Rincón: que el 2024 sea un año “con rostro de Madre”.
    Feliz año Gonzalo, ahora a esperar a los “Reyes Magos”.

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