viernes, 12 de enero de 2024

A veces menos es más


He descubierto por casualidad las esculturas del artista mexicano Víctor Hugo Yáñez Piña (1967). Me gusta, en particular, una titulada “The little self made man” (el hombrecito hecho a sí mismo). Me parece una metáfora plástica de lo que nos sucede en la vida. El título que el autor le ha puesto parece indicar que la obra se centra en la capacidad que los seres humanos tenemos de labrar nuestra identidad y nuestro futuro. Todos somos arquitectos y artesanos de nosotros mismos. Hay muchos factores que nos influyen, pero, al final, nosotros somos los últimos responsables de lo que somos. 

Confieso que, antes de saber cómo se llamaba la obra, a mí me surgió otra interpretación más “miguelangelesca”, tal vez por la etapa de la vida en la que me encuentro. De jóvenes y adultos, creemos que somos más cuanto más acumulamos. Por lo general, aquellos que terminan su formación, sueñan con tener un buen empleo, adquirir un coche (aunque veo que los jóvenes actuales ya no sueñan tanto con esto, como era común hace unos años), comprar una casa, tener unas cuantas inversiones, etc. A medida que vamos entrando en las últimas etapas de la vida, caemos en la cuenta de que esa acumulación -que en otro tiempo nos parecía necesaria y un signo visible de estatus social- se puede convertir en un lastre que hace más pesada nuestra vida.


Llega un momento en el que los hombres y mujeres maduros aspiran a ganar en libertad. Empieza a sobrarles muchas cosas. Su mayor deseo no es seguir acumulando, sino aprender a dejar hasta que la muerte los sorprenda “ligeros de equipaje, como los hijos de la mar” (A. Machado). Es muy difícil pedirle a un joven o a un adulto que dejen cosas cuando la fuerza vital, la propia biología, los impulsa a acumular y cuando todo el contexto social tiende a asociar la felicidad con la acumulación del mayor número de bienes y experiencias. 

Se supone que, para ser feliz, uno tiene que viajar mucho, conocer mucha gente, comprar muchas cosas, llenar el móvil de fotos y, si es posible, compartirlas en las redes sociales para que los demás vean lo mucho que hemos vivido. No caemos en la cuenta de que lo que a primera vista nos da seguridad y aplomo, en realidad nos está lentamente haciéndonos más pesados y esclavizándonos.


Las esculturas de Víctor Hugo Yáñez parecen apuntar en dirección contraria. Solo cuando nos liberamos de lo que nos sobra, cuando superamos la obesidad cultural y económica a la que estamos sometidos, comienza a emerger nuestra verdadera silueta, la identidad que permanece aprisionada por el exceso de experiencias y posesiones. Llega un momento en el que caemos en la cuenta de que “menos es más”. 

Menos cosas es más libertad, menos trabajos y viajes es más tiempo, menos ruido es más silencio, menos contactos es más encuentro, menos comunicaciones es más comunión, menos negocio es más ocio, menos preocupación por la apariencia es más autenticidad… Se nos educa, sobre todo, para acumular. Los maestros espirituales nos advierten del engaño, pero, a veces, cuando queremos darnos cuenta, es demasiado tarde. Renunciar a todo -como con frecuencia aconseja Jesús a sus discípulos- no es una manera de aguarnos la vida, sino una vía expedita para desapegarnos, ser libres y poder entregarnos sin ataduras y pesos innecesarios.


1 comentario:

  1. Para ser felices , tenemos que liberarnos, y desapegarnos de lo material

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