martes, 24 de octubre de 2023

El tercer verbo duele


De san Antonio María Claret se sigue hablando mal en algunos círculos. Hace menos de un mes sin ir más lejos, el periódico español El Mundo publicó un artículo sobre Isabel II en el que el autor afirmaba que “[la reina] se rodeó de consejeros nada fiables, conservadores o liberales, como el padre Claret, que la manipulaban a su antojo”. A la lista clásica de denuestos e insultos contra el santo misionero -una verdadera leyenda negra- se añade ahora el de manipulador. 

De Claret solemos admirar su celo misionero, su creatividad y su fuerte experiencia mística. Solemos minimizar o pasar por alto que fue un santo distorsionado, calumniado y perseguido. Y no porque fuera particularmente polémico, sino porque su estilo de vida y su predicación resultaban incómodos. A algunos catalanes, por ejemplo, les parecía demasiado castellano y a algunos castellanos demasiado catalán. 

A los carlistas les caía mal porque lo consideraban constitucionalista e isabelino. A los isabelinos les parecía muy conservador. A los esclavistas de Cuba les importunaba su defensa de los esclavos. A los liberales no les gustó que no aprobara el reconocimiento del nuevo reino de Italia. La mayoría de los obispos lo admiraban, pero no faltaron críticas a su estilo pobre y desinteresado. Le hicieron caricaturas injuriosas y hasta pornográficas, remedaron algunas de sus obras, atentaron varias veces contra su vida y hasta lo buscaron en el exilio francés para deshacerse de él. La muerte lo libró de todo el 24 de octubre de 1870 a las 8,45 de la mañana mientras estaba refugiado en el monasterio cisterciense de Fontfroide, cerca de Narbona, en el sur de Francia.


Me considero hijo carismático de un santo que fue admirado en su etapa catalana y canaria y que fue perseguido a su paso por Cuba y Madrid. No hay seguimiento de Jesús sin cruz. Tarde o temprano, de una manera u otra, a quienes toman en serio el Evangelio les llega el momento de la prueba. Claret vivió su noche oscura. Creo que en algún momento estuvo al borde de la depresión, si es que no cayó redondamente en ella. Pero se mantuvo incólume durante los 62 años y diez meses que duró su vida terrena. Al final, se sentía viejo y achacoso; en palabras suyas, un “ente misterioso”. 

Me parece que es sano recordar que los santos tienen también experiencias duras, frecuentan el lado doloroso de la existencia. De esta manera, se convierten en referentes para cuantos atraviesan momentos difíciles. El mismo Claret que imitó a Jesús en su estilo itinerante y pobre, predicando de pueblo en pueblo, lo imitó también en la aceptación del desprecio y la persecución. Aunque sus ideas no están siempre alineadas con la modernidad, su estilo de vida fue radicalmente moderno. Vivió en sus carnes el progresivo divorcio entre la fe y la cultura. Lo combatió con fórmulas muy tradicionales y con ideas muy innovadoras. Fue un hombre de Trento que en algunos puntos preparó el Vaticano II.


Por la tumba de san Antonio María Claret en Vic desfilan algunos cientos de peregrinos al año. Nada comparable a los que visitan al Padre Pío en el santuario de san Giovanni Rotondo, a san Francisco en Asís o a san Ignacio de Loyola en el Gesù de Roma. Claret no es un santo muy popular, acaso porque no es milagrero o porque sus hijos e hijas no hemos sabido presentarlo como un ejemplo “moderno” de vivir el Evangelio. Y, sin embargo, a medida que pasa el tiempo y conozco más en detalle su trayectoria vital, más me sobrecoge su manera de vivir el drama de la fe, su forma de abrirse al futuro bien nutrido por las raíces de la Tradición. 

Con las categorías de hoy, fácilmente se lo podría tildar de conservador y, sin embargo, su manera de entender la misión suponía un verdadero progreso en la vida de la Iglesia del siglo XIX, tanto en España como en Cuba. Conocía demasiado bien la naturaleza humana como para dejarse seducir por propuestas superficiales, aunque sonaran lisonjeras. Alguien que ha sido trabajador, estudiante, que ha confesado a miles de personas de todas las clases sociales, que se ha codeado con campesinos, obreros, estudiantes, aristócratas, científicos, literatos, eclesiásticos, políticos, reyes y papas, no puede ser un ingenuo. Su lectura del misterio de la vida en el libro de la existencia y en las Escrituras le dio las claves para vivir una espiritualidad que buscaba seguir e imitar a Jesús en orar, trabajar y sufrir. Los dos primeros verbos no suenan mal al oído contemporáneo. El tercero hay que aprender a conjugarlo. En eso estamos.

4 comentarios:

  1. San Antonio María Claret sigue vigente entre nosotros, su mensaje de ayer, es actual.

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  2. Buenas tardes Gonzalo. Desde muy temprano te estoy felicitando en espíritu como lo hago desde hace varios años, a menudo por escrito como aprovecho para hacerlo ahora.
    Además de todo lo que dices de este santo, patrono de tu orden, yo añadiría el dicho cierto de que "por sus frutos lo conoceréis" y la frase evangélica del "grano de trigo que no muere".
    Leyendo y viviendo los pensamientos de varios claretianos y ciertamente de todos los que estos años he podido conocer, incluso personalmente, (si es que no es suficiente con saborear lo mucho que tú haces y dices con tu palabra y con tu vida), es evidente que San Antonio María era muy bueno y está produciendo muchos frutos.
    Felicidades por el aniversario y un abrazo fraterno.

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  3. feliz día, unidos en la misión y en la oración

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  4. A Claret, a nivel popular, no se le conoce en profundidad. En los pueblos del entorno de Sallent, se le conocía como el patrón de los tejedores, aunque ahora ha cambiado lo de la profesión.
    Gracias por expresar tu experiencia y todo lo que nos transmites de Claret: “Me considero hijo carismático de un santo…” Solo así, puedes transmitir sus valores, su vida llena de obstáculos pero también llena de entrega y apasionamiento por Dios.
    Escribes: “No hay seguimiento de Jesús sin cruz.” “Claret vivió su noche oscura.” Aunque no es fácil, siempre ayuda lo que nos compartes de Claret, como de las vidas de otros santos, el saber que para nadie es fácil llegar al final permaneciendo fiel a Dios. Me viene a la mente, algo que me decían mis padres: “el Señor aprieta, pero no ahoga”.
    Gracias Gonzalo por ayudarnos a valorar la vida de Claret, no ausente de problemas, pero su tenacidad y celo apostólico le llevaron hasta el final y final con exilio.

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