sábado, 28 de octubre de 2023

Escuchar, acoger y sanar


Ayer se presentó en el Congreso de los Diputados el informe del Defensor del Pueblo “sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica”. Se trata de un estudio de casi 800 páginas. Además de recoger 487 testimonios de víctimas, incluye una encuesta a 8.013 personas. Un 11,7% de los encuestados afirma haber sufrido abusos sexuales antes de cumplir los 18 años. El 0,6% reconoce haber sido agredido sexualmente por un sacerdote o religioso católico, y un 1,13% confiesa que la agresión se produjo en el ámbito religioso. El periódico El País, extrapolando los datos (cosa que no hizo ayer el Defensor del Pueblo), sostiene que en España se han producido alrededor de 440.000 casos de abuso sexual por parte de sacerdotes o religiosos en las últimas décadas. 

No creo que estadísticamente se pueda hacer esta extrapolación, pero, más allá de las cifras, consideradas mentira por el presidente de la Conferencia Episcopal Española, estamos ante un problema muy grave que ha dañado a miles de personas en las últimas décadas y que no se ha abordado con la claridad y contundencia que hubiera sido necesario por parte de los responsables. Los matices son muy importantes, pero no disminuyen la gravedad de la situación.


¿Cómo se debe escuchar, acoger y ayudar a las víctimas? ¿Cómo hay que juzgar, tratar y acompañar a los abusadores y encubridores? ¿Cómo se puede evitar que esto siga sucediendo en el futuro? Estas son para mí las tres preguntas esenciales, aunque no las únicas. La Iglesia y la sociedad están dando pasos para responder a la primera, titubean ante la segunda y han avanzado mucho en la creación de entornos seguros. El hecho de que esta realidad se utilice como arma arrojadiza contra la Iglesia (cosa que algunos hacen con descaro) no debiera impedirnos llamar a las cosas por su nombre y aceptar con humildad y valentía algo que nunca tendría que haber ocurrido. 

Esta gravísima crisis ha provocado en muchos cristianos (en especial, sacerdotes y religiosos) un sentimiento colectivo de sorpresa (no imaginaban su verdadero alcance), de vergüenza y de culpa (por la cultura del silencio y el encubrimiento practicadas durante décadas) y una cierta parálisis evangelizadora (por la falta de confianza y el miedo a ser condenados). Pero, como en tantas otras áreas de la vida, este tiempo de memoria y purificación permitirá resarcir a las víctimas como se merecen, caminar hacia una cultura de la transparencia y actuar preventiva y oportunamente en el caso de que se produzcan nuevos abusos.


No es el único factor, pero quizás es uno de los más relevantes a la hora de entender la desconfianza creciente de muchos españoles en la Iglesia católica. Con frecuencia me he preguntado por qué muchos alumnos que estudiaron en colegios o seminarios católicos en los años 60-90 del siglo pasado engrosan las filas de quienes han abandonado la Iglesia y se muestran muy críticos contra ella. ¿Cómo se puede creer en una comunidad en cuyo seno algunas (demasiadas) personas han sido violadas y silenciadas? ¿Cómo puede la Iglesia presentarse como “madre y maestra” cuando a menudo ha encubierto y minimizado esta lacra y ha protegido más a sus hijos abusadores que a sus hijos abusados? 

Solo se abrirá paso una nueva confianza cuando sepamos ponernos de parte de las víctimas y normalicemos una cultura del respeto y del cuidado. La misma Iglesia que ha sido encubridora durante mucho tiempo debe ser ahora modelo de transparencia y coraje porque, por desgracia, el abuso sexual sigue dándose en nuestra sociedad, sobre todo en el ámbito familiar. Donde abundó el silencio, debe abrirse paso la palabra, la compasión y la justicia. Para olvidar hay que recordar.

2 comentarios:

  1. No sé si me cuesta opinar sobre este tema o no quiero creerme estas cantidades que se están manejando.
    De todas maneras sí que estoy de acuerdo con el título que has dado a la entrada de hoy: “Escuchar, acoger y sanar”. Verbos que es bueno que utilicemos frente a cualquier problema pues, haciéndolo, actuamos como Jesús hizo con las personas que se le acercaban.
    Gracias Gonzalo, buen fin de semana.

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  2. Hace más de 70 años que me relaciono en profundidad con eclesiásticos y jamás he recibido la menor insinuación en relación con abusos. A lo mejor es que he sido tan feucha que no resulté atractiva para nadie. A lo peor es que en estos tiempos supermodernos hay personas que buscan "pasta" a cualquier precio. No dudo de la veracidad de algunos casos, pero no me creo que tantos como se publica hayan sido ciertos. A convertirnos TOCAN.

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