viernes, 6 de octubre de 2023

Las mesas redondas


Hace dos años que llegué a Madrid después de dieciocho en Roma. Se me han pasado volando. En este tiempo he rehecho viejas relaciones, he sido bendecido con otras nuevas y, sobre todo, he descubierto caminos inéditos para seguir siendo misionero.

Llevamos dos días recibiendo mucha información sobre los primeros pasos del Sínodo. A muchos les ha sorprendido la imagen del aula Pablo VI con unas 40 mesas redondas. En cada una hay doce sinodales. La del papa Francisco está sobre un pequeño estrado. Supongo que la escenografía ha sido estudiada. Es uno más, pero no es uno más. En cuanto sucesor de Pedro, ha recibido el primado sobre todas las iglesias. Llama la atención ver a cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos conversando alrededor de una mesa. Esta imagen contrasta con la tradicional del aula del Sínodo de los Obispos, que tiene forma de anfiteatro y está encabezada por una mesa presidencial. 

El uso de mesas redondas en el Sínodo puede parecer una novedad, pero es algo que se viene usando desde hace muchos años en otro tipo de reuniones y asambleas. Así se funcionó, por ejemplo, en el Congreso de Vida Consagrada Pasión por Cristo, pasión por la humanidad, que tuvo lugar en Roma en 2004. Yo mismo, siempre que ha sido posible, he promovido este estilo en los capítulos y asambleas que he facilitado en diversas partes del mundo. Hace años instauramos las mesas redondas en el aula del Centro Fragua de Los Negarles, como han podido comprobar algunos lectores de este Rincón.

Por obvio que parezca, una mesa redonda no tiene esquinas. Todo circula con fluidez. Aunque quienes se sientan alrededor tengan cargos y responsabilidades distintas, no se remarca la jerarquía. Todos son participantes de una conversación que, según los casos, puede ser calificada de generativa, espiritual, etc. Cada mesa es un pequeño laboratorio. Las personas son libres para expresar sus opiniones, escuchar las de los demás y adentrarse en un proceso de discernimiento conjunto. Lo que importa no es debatir sobre un texto previo, sino generar algo nuevo como fruto de la interacción. Las mesas redondas son manantiales de creatividad. Se requieren unas mínimas actitudes de humildad y apertura, unas preguntas “generadoras” y una moderación discreta e inteligente. 

Es sorprendente la vida y el entusiasmo que se suelen generar cuando las personas que participan ponen en común sus dones, talentos, preguntas, miedos y esperanzas. El Espíritu suele abrirse paso cuando no llevamos todo atado y bien atado, sino que dejamos espacio a su novedad.

1 comentario:

  1. Me ha llamado la atención lo que escribes: “El Espíritu suele abrirse paso cuando no llevamos todo atado y bien atado, sino que dejamos espacio a su novedad”.

    Me ayuda a observar que a veces, en los momentos más bajos, que me resulta imposible “tenerlo todo bien atado” es cuando el Espíritu puede manifestarse, a pesar de que me cueste reconocerlo.
    Gracias Gonzalo por esta experiencia de “mesas redondas” que pudimos experimentar, facilitan el compartir y experimentar la igualdad.

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