domingo, 18 de diciembre de 2022

Escuchar a los ángeles de Dios


Aunque estemos al nivel del mar, eso no significa que no se sienta el frío en esta bellísima ciudad donostiarra. Escribo horas antes de emprender el regreso a Madrid después de haber vivido ayer una jornada entrañable. No dispongo de tiempo para escribir una crónica detalla, pero el lector puede encontrarla en este enlaceTambién puede ver unas cuantas fotos del acontecimiento. Me limito a hilvanar algunas reflexiones rápidas sobre lo que viví ayer en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián. El templo neogótico estaba lleno. No sabría decir cuántas personas había, pero sí describir algunos perfiles. Abundaban los obispos (en torno a 20), los sacerdotes (más de 100) y una cincuentena de indigentes de los que frecuentan la iglesia de san Antón de Madrid, acompañados por el P. Ángel y algunos voluntarios de Mensajeros de la Paz, todos con su pañoleta azul celeste. Y, por supuesto, había muchos familiares, amigos y conocidos de Fernando, así como una nutrida representación del pueblo de Dios “que peregrina” en Guipúzcoa, expresión que se ha hecho ya muy popular en labios de los obispos.

La liturgia estuvo exquisitamente preparada. El folleto que se repartió a todos los participantes estaba íntegramente en euskera y castellano. La parte musical fue de gran calidad, así como la homilía del cardenal Aquilino Bocos y la alocución que el nuevo obispo dirigió al final de la larga (casi tres horas) celebración.


Hoy celebramos el IV Domingo de Adviento. Mientras muchos cristianos de todo el mundo acompañamos a María y a José en la espera del niño que va a nacer, millones de personas esperan ansiosas la final del Mundial que jugarán esta tarde Argentina y Francia, la final que querían los jeques. Veremos quién se alza con la copa. Ambas selecciones lucen ya dos estrellas en sus camisetas. Argentina ganó la copa en 1978 y en 1986 y Francia en 1998 y 2018. No sabemos si hoy triunfará Messi o Mbappé. En cualquier caso, pase lo que pase, la vida seguirá adelante. Nosotros tendremos que abrirnos a una esperanza de larga duración, no al gozo intenso pero efímero de una final futbolística. 

El evangelio de este domingo concluye con estas palabras: “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer”. Este me parece el secreto de una alegría duradera: hacer lo que el Señor nos mande a través de sus ángeles; es decir, de los muchos mensajeros (personas, acontecimientos, experiencias) que él nos envía para mostrarnos el camino. Tanto de José (Mateo) como de María (Lucas) se dice que, a pesar de sus dudas e incertidumbres, acabaron haciendo la voluntad de Dios. Por eso, fueron (y siguen siendo) cauce necesario para el encuentro con Jesús.


Fernando Prado, el nuevo obispo de San Sebastián, no comenzó ayer su mensaje saludando a las autoridades civiles y eclesiásticas, sino a las muchas personas que no cuentan, en las que casi nadie se fija. A más de uno tal vez le pareció un guiño oportunista, una concesión a la moda “francisquista” del momento. Sin embargo, expresa muy bien las prioridades de Jesús. Él nos ha revelado que Dios siempre está de parte de quienes son marginados por los hombres. La gente importante ya tiene quien la salude y quien le escriba, por evocar a García Márquez. Los pobres son invisibilizados por una sociedad que premia el triunfo y la apariencia. 

Podríamos decir que ayer vivimos un momento navideño. ¡Ojalá el ministerio episcopal de mi hermano Fernando Prado esté impregnado por esta óptica divina! Dicen que la diócesis guipuzcoana está fracturada en, al menos, dos tendencias bastante opuestas. La única forma de lograr la unidad es abordar el asunto por elevación: mirando juntos a Dios y a los pobres, no a los intereses de parte, por legítimos que puedan parecer. 

Regreso a Madrid satisfecho, agradecido y con ganas de vivir una Navidad un poco diferente, más parecida a la de María y José que a la de El Corte Inglés.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo, por tu compartir la celebración de la ordenación de Fernando Prado… Pude seguirla desde el ordenador, a toda pantalla. Realmente fue emocionante.
    Recordarla y revivir lo que sucedió, me ayuda a tener una visión diferente. Veo en Fernando una persona sencilla que sabe estar e involucrarse en todos los niveles. No veo al obispo como autoridad, sino al obispo que se entrega abiertamente a todos e importante, a los más sencillos como tu destacas: “La única forma de lograr la unidad es abordar el asunto por elevación: mirando juntos a Dios y a los pobres, no a los intereses de parte, por legítimos que puedan parecer”.
    Comparto contigo el deseo de “… ganas de vivir una Navidad un poco diferente, más parecida a la de María y José que a la de El Corte Inglés.”

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