domingo, 4 de diciembre de 2022

Dios tiene la última palabra


El II Domingo de Adviento me sabe este año a nuevo. Con San Pablo en su carta a los Romanos (segunda lectura) recuerdo que “todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza”. Si es verdad, pues, que las Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra y para que mantengamos viva la esperanza, ¿de qué manera las lecturas de este domingo nos enseñan algo y nos ayudan a vivir con esperanza? En el texto de Mateo (evangelio) destaca la figura enérgica de Juan, un profeta sin pelos en la lengua que no tiene miedo de denunciar la religiosidad fingida de algunos fariseos: “¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión”. 

En los tiempos que corremos, pocos predicadores se atreven a lanzar dardos tan punzantes. Pero, en realidad, su verdadero mensaje se condensa en estas palabras: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Esta conversión implica preparar el camino del Señor y allanar sus senderos. Hay algo que nosotros podemos hacer para acoger al Dios que llega. Pero lo sustancial no depende de nosotros: “El que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.


¿Quién es ese que viene detrás de Juan el Bautista? ¡Es Jesús! Con él se hace presente el reino de Dios en nuestra tierra. Él nos traerá el don del Espíritu que, según el profeta Isaías (primera lectura), será “espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor”. Este es el verdadero don del Espíritu que Jesús nos trae. No sé si ha habido algún otro tiempo histórico en el que hayamos precisado más este espíritu que hoy. Para afrontar la difícil situación que estamos viviendo en nuestro mundo necesitamos prudencia, sabiduría, consejo, valentía, ciencia y temor del Señor. 

Solo el Espíritu de Dios que Jesús nos trae puede hacer nuevas todas las cosas. El profeta Isaías expresa esta novedad, este “sueño de Dios”, con palabras hermosas: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente”.


El Adviento nos recuerda que los “sueños de Dios” son siempre eficaces, por más que nosotros solo veamos indicadores contrarios. Hoy por todas partes vemos confrontación y violencia. Pero la Palabra de Dios, que -recordémoslo una vez más- se nos comunica para enseñarnos y mantener nuestra esperanza, nos anuncia que Dios es capaz de juntar lo que nosotros hemos separado. Al final de la historia, habitará el israelí con el palestino, cristianos y musulmanes se darán la mano, chinos y estadounidenses investigarán juntos, rusos y ucranianos sellarán la paz y a todas las personas discriminadas se les reconocerá su dignidad. 

Si este es el designio de Dios, todo lo que hagamos en esa línea, todos nuestros esfuerzos por “preparar los caminos y allanar los senderos”, ayudados por el Espíritu de Jesús, irán en la dirección correcta. Todo lo que atente contra este sueño lleva siempre las de perder, aunque a primera vista pueda parecer que gana terreno.



1 comentario:

  1. Gracias por la profundidad de esta entrada… Abres muchas ventanas para este Adviento… Contagias fuerza y coraje… Es para ir asimilando poco a poco para ir descubriendo que “Dios tiene la última palabra”. Un abrazo.

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