viernes, 23 de diciembre de 2022

Variaciones prenavideñas


La liturgia nos introduce en el misterio de la Navidad mediante una cuenta atrás que comienza el 17 de diciembre. Para acentuar la inminencia de la venida del Señor, a menudo las antífonas de estos días repiten expresiones como: “Faltan cinco días”, “Faltan tres días”, etc. No se valora lo que no se desea y se espera. Quizás por eso a la Navidad le antecede una espera de cuatro semanas. Por más que el comercio anticipe las ventas al mes de noviembre (o incluso antes en algunos países), la liturgia ha ido recuperando la importancia del Adviento para no precipitar las cosas. Hay que aprender a esperar, a moderar los deseos, a disponer nuestro ánimo y, sobre todo, a activar la fe. 

La Palabra de Dios nos ha ofrecido cada día algunas claves para comprender mejor lo que va a suceder y, sobre todo, para hacerlo nuestro. Hay personas y comunidades que viven con mucha intensidad el Adviento. Saben armonizar bien los aspectos litúrgicos con los familiares y sociales. La preocupación por los más necesitados corre pareja a la escucha más atenta de la Palabra de Dios. Cuando acogemos a Dios, enseguida descubrimos el rostro del hermano. No hay separación posible.


Es tradicional en estos días hacer campañas de recogida de alimentos, visitar a los enfermos y ancianos, tener un detalle con los que viven en la calle, organizar encuentros con inmigrantes, ser dadivosos con los empleados, etc. Son expresiones hermosas del amor que la Navidad celebra. Algunas personas son muy críticas con estas conductas porque les parecen un resabio de asistencialismo caducado, una manera de tapar con el barniz de la caridad muchas injusticias que claman al cielo. No les falta razón, pero, como sucede a menudo en la vida, por evitar un mal disimulado (la hipocresía) no debemos prescindir del bien posible (la cercanía). 

Cada uno de nosotros podemos hacer un rápido examen de conciencia y preguntarnos: ¿Por qué hago esto? ¿Qué me mueve a hacerlo? ¿Pretendo solo acallar mi conciencia? ¿Quiero lavar con unas migajas de caridad el derroche que pienso hacer estos días? La pregunta más radical es siempre la que más nos escuece, pero también la que nos da la perspectiva justa: ¿Qué haría Jesús en mi caso?


Hoy a mediodía he participado en el encuentro con todos los que trabajan en las Publicaciones Claretianas y en otras revistas y actividades que llevamos los claretianos de mi comunidad de Madrid. He disfrutado con la conversación franca, regada con sidra y pasteles, y con los primeros villancicos de la temporada. Cuando entre nosotros hay un clima de confianza, trabajamos mejor. Sabemos por qué hacemos las cosas y nos ayudamos mutuamente a conseguir los objetivos. 

Por desgracia, no siempre es así. A veces, en las empresas y lugares de trabajo se respira una atmósfera tóxica. Domina la desconfianza. Se dan sospechas, celos, envidias, abusos, discriminaciones, rencillas y mal humor. El resultado suele ser un producto mediocre. Muchos acaban quemados. ¡Qué difícil es construir un clima positivo y con qué facilidad se puede destruir! A veces depende de actitudes muy básicas como el respeto, la escucha, la valoración del otro, la alegría por los éxitos colectivos, la cooperación desinteresada, etc. También el espíritu de la Navidad llega a los ámbitos laborales, no solo a los familiares. La encarnación lo inunda todo. 

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