lunes, 19 de diciembre de 2022

Aprender a creer


Hoy en todo el mundo no se habla de otra cosa que de la emocionante final que ayer se vivió en Catar y del triunfo de la selección de Argentina sobre la de Francia en la tanda de penaltis. Messi se impuso a un impresionante Mbappé. No pude ver el partido porque a esa misma hora viajaba en tren de Madrid a Córdoba después de haber hecho por la mañana en coche el tramo San Sebastián-Madrid. Me limité a espiar los resultados en el teléfono móvil. Entré en la web de Clarín, el célebre periódico argentino, para ver cómo se estaba viviendo el acontecimiento en Argentina, un país en el que tengo familiares y un nutrido grupo de amigos. Como era de esperar, el país estalló en un delirio colectivo. 

Tanto en Argentina como en Brasil, el fútbol es para muchos una verdadera religión que mitiga los sinsabores de la política y la economía. Se ha estudiado mucho este fenómeno sustitutivo, pero parece que hoy no es el día más adecuado para reflexiones de diván, por más que Argentina sea un país en permanente psicoanálisis. Los periódicos europeos, no sé si para consolarse, acentuaban la corrupción que ha rodeado desde el comienzo este Mundial catarí. Termina un mes de excesos futbolísticos, casi al mismo tiempo que un Adviento de espera discreta. ¿Y ahora qué?


Mientras Argentina se echa a la calle e inunda el ambiente con cánticos y gritos, el Evangelio de hoy nos habla de la mudez del anciano Zacarías, padre de Juan Bautista. Es una mudez pedagógica y terapéutica, que el ángel explica con pocas palabras: “Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno”. La mudez es fruto de la falta de fe. En realidad, Zacarías respondió de una manera parecida a María. También él formuló una pregunta y puso una objeción: “¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. Pero Lucas acentúa que la jovencita María de Nazaret se fio, mientras que el anciano sacerdote de Jerusalén, curtido en mil experiencias, se mostró desconfiado. 

La fe es, en definitiva, una cuestión de confianza, no de evidencia. O te fías o no te fías. O dejas que Dios sea Dios o te colocas en su puesto. El episodio de la mudez de Zacarías me toca de cerca porque llevo casi una semana de afonía parcial. ¿No estaré viviendo también yo una severa falta de fe en medio de expresiones que parecen afirmarla? ¿Me estaré fiando de Dios como María o me estoy abandonando a la duda como el viejo sacerdote? Por edad y condición, parece que estoy más cerca del último que de la primera. Debo abrir bien los ojos y no dar nada por supuesto.


Zacarías busca seguridad, que es cabalmente lo que todos buscamos en la vida. No es que no queramos creer. Lo haríamos de mil amores si estuviéramos seguros de que no nos estamos abandonando al absurdo, sino que estamos depositando nuestra confianza en algo razonable. La Argentina que aclama al dios Messi y a la selección nacional “cree porque ha visto”. Los penaltis a favor de la albiceleste son la prueba evidente de que son los mejores del mundo en ese momento. Su fe es segura, probada, pasada por el escrutinio del VAR. Los argentinos celebran anticipadamente la navidad futbolística porque han tocado con las manos el triunfo sobre Francia. Tal vez a lo largo del Mundial ejercieron un tipo de fe sin pruebas, una especie de adviento incierto. Ahora no hay lugar para la duda. Por eso, las calles se llenan de júbilo que también yo comparto, si bien de manera más mesurada.

Nuestra fe en Dios no sigue el mismo curso. Nunca marca más goles que la duda. Estamos siempre en un permanente Adviento. Incluso cuando celebramos la venida de Jesús, tenemos que “creer” en él porque Jesús no se impone con la evidencia de un triunfo futbolístico. Ante el niño de Belén, los pastores y los magos creyeron; Herodes y los ricos de Jerusalén se resistieron. Mientras vivimos en este mundo, todos vivimos de la fe. Nos fiamos de Dios guiados discretamente por los signos de su gracia, pero nunca derrotados por la imponencia de su majestad divina.

1 comentario:

  1. Gracias por tu reflexión, Gonzalo... El tema de la fe no es un tema fácil, a pesar que si vamos analizando la vida, vivimos "de la fe" en muchos aspectos.

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