miércoles, 9 de marzo de 2022

Meditación del riachuelo

Fiumicino parece lo que su nombre indica: un riachuelo de gente que viene y va. Abundan los grupos de estudiantes que hacen viajes de estudio. Todos llevan mascarilla, pero se percibe ya aire de normalidad. Yo regreso a Madrid tras cuatro días en Roma llenos de encuentros y actividades. 

Parece que la diplomacia europea, estadounidense y china se están moviendo para conseguir que se detenga la guerra en Ucrania y Putin pueda tener una salida airosa del lodazal en el que se ha metido y al que ha arrastrado a su país. 

Más allá de todo lo que se ha dicho sobre su personalidad compleja, detrás de este asunto percibo otro más radical: el de las “identidades asesinas”. Muchos de los conflictos y guerras que se han producido a lo largo de la historia tienen su origen en una concepción de la identidad personal y grupal por vía de exclusión, no de relación. Voy a intentar explicarme si me lo permite el hilo musical del aeropuerto. Estoy acostumbrado a escribir mientras escucho los mensajes de la megafonía de estaciones y aeropuertos, pero cuando oigo música de fondo -como está sucediendo ahora mismo- me cuesta un poco más.

Cuando intentamos identificarnos por aquello que nos distingue de los demás y que nos hace únicos, emprendemos un camino erizado de minas explosivas; es decir, de noes excluyentes. Si digo que soy hombre, blanco, europeo y católico y pongo todo mi orgullo en afirmar estos cuatro rasgos porque creo que sin ellos no soy yo, lo más probable es que surjan en mí sentimientos de rechazo (o, por lo menos, de una cierta repulsa) hacia las mujeres, las personas de otras razas, los no europeos y los no católicos. ¿Cuántas guerras se han comenzado por cuestiones relacionadas con el sexo, la raza, la nacionalidad y la religión? 

Si, por el contrario, pongo el acento en lo que me une a los demás, si busco mi identidad personal por la vía de la relación, entonces solo sé quien soy yo cuando me relaciono con los otros diversos y amplío cada vez más mi círculo de relaciones. Los otros “diferentes” no son mis enemigos, no perpetran continuos atentados contra mi identidad, sino que son la condición de posibilidad para que yo sea quien soy y tome conciencia de ello. Lo que parece un mero problema filosófico o psicológico es, en realidad, una forma de afrontar la vida que marca la diferencia.

Para quienes creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, esta forma de ver la realidad tendría que ser connatural. Dios es relación. La Iglesia es relación. La fe cristiana no se basa en el sexo, la raza, la lengua, el país o la historia. Y, sin embargo, la historia nos ofrece innumerables ejemplos de cómo la fe se ha utilizado como un factor de segregación, más que de unidad. En nombre de la pureza de la fe se ha perseguido a quienes pensaban de otra manera. ¡No hay nada más blasfemo! 

Creo que no nos libraremos de las guerras hasta que no crezcamos en una conciencia de la humanidad como familia humana en la que nadie es mi enemigo por el solo hecho de haber nacido en otro país, pertenecer a una etnia diferente o hablar una lengua que no entiendo. Mientras tanto, tendremos que aprender a gestionar de la manera más civilizada posible los muchos conflictos que surgen en nombre de las sacrosantas “identidades asesinas”, de los nacionalismos excluyentes, de las fes represoras y de los deseos cainitas de imponernos a todos los Abeles que parecen hacernos sombra. Tal vez un minuto antes de la desaparición del planeta Tierra habremos avanzado algo. Tengo mis dudas, mientras la lucha contra los demás nos reporte algún beneficio económico o el orgullo de creer que somos superiores. 


1 comentario:

  1. Estamos educados para la competitividad ya desde la infancia y ello lleva a “tengo que ser mejor que los demás” y sus consecuencias pueden llevar a ayudar a los demás para que “no queden atrás” o intentar ser siempre superior, destacar… y eso puede ser fruto de un vacío interior desde una temprana edad.
    Sí, desde la fe, se ha perseguido a los que piensan diferente, sin tener en cuenta que el encuentro con Dios no tiene solo un camino… tiene muchos.
    Es importante que tengamos en cuenta que “Dios es relación” y lo tengamos presente en los diversos aspectos de nuestra vida.
    Gracias Gonzalo por la reflexión que nos lleva a salir de nosotros mismos para comprender la diversidad que hay…

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