viernes, 25 de marzo de 2022

Todos sabemos hebreo, griego y latín

Dentro de nueve meses será Navidad. La liturgia comienza hoy este largo camino con la solemnidadde la Anunciación del Señor. Este año la fecha está señalada en rojo porque hoy, a las 5 de la tarde (hora de Europa central), el papa Francisco hará la consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María con una oración que todos podemos hacer nuestra. El superior general de los Hijos del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos), P. Mathew Vattamattam, nos ha invitado también a unirnos a la iniciativa del Papa. En el corazón de la plegaria que haremos esta tarde hay una súplica que parece un eco del Sub tuum praesidium, la oración mariana más antigua: “Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio”. La oración es nuestra arma más poderosa para acabar con la guerra. 

Invocar a María no significa conseguir de manera automática lo que nosotros queremos. Implica creer que ella vendrá en nuestro auxilio en estos momentos de prueba de una manera que no podemos imaginar. Como en las bodas de Caná, también ella nos dirá: “Haced lo que él os diga” (Jn 2,5). Ella misma hizo lo que Dios le pidió. El evangelio de la fiesta de hoy, que narra la vocación de María (o sea, la anunciación del Señor), se cierra con esta declaración: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

La expresión “aquí está la esclava del Señor” es semejante a la que -según la carta a los Hebreos- Cristo dijo al entrar en este mundo: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hb 10,7.9). En ambos casos hay en el trasfondo una expresión hebrea que muchos conocemos: Hinneni. Significa “aquí estoy”, “heme aquí”. Es la que utiliza Abrahán cuando le responde a su hijo Isaac: “Aquí estoy, hijo mío” (Gn 22,7). Y también Moisés en su respuesta al Dios que lo llama por el nombre: “Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés». Respondió él: «Aquí estoy»” (Ex 3,4). El joven Samuel la utiliza tres veces cuando Yahvé lo llama durante la noche (Cf. 1 Sam 3,4.6.8). 

Todos nosotros podemos hacerla nuestra para expresar nuestra disposición para cumplir la voluntad de Dios. En realidad, la fe podría expresarse como una actitud responsiva a la gracia de Dios. Desde el fondo de nuestro corazón, incluso cuando no acabamos de entender lo que quiere pedirnos, le decimos: “Hinneni, aquí estoy, cuenta conmigo”. Es una muestra de confianza absoluta y de entrega total.

Por suerte, la liturgia cristiana ha conservado tal cual otras expresiones hebreas que hemos hecho nuestras desde niños. Destaco tres: Amén, Aleluya y Hosanna. El término Amén lo usamos muchas veces como conclusión de nuestras oraciones. Significa “así sea”. Indica asentimiento libre, confirmación, firmeza, solidez seguridad. Cristo es el “verdadero amén de Dios”. ¿No os parece hermoso que una palabra tan corta aparentemente trivial encierre un significado tan profundo? 

Pero nuestro diccionario hebreo no se detiene ahí. Excepto en el tiempo de Cuaresma, la liturgia cristiana está inundada de aleluyas. La palabra Aleluya (Hallelujah en hebreo) significa “Alabad a Yahvé”. Cada vez que la decimos o cantamos estamos expresando nuestra alegría por tener a Dios como centro de nuestra vida. La música litúrgica y profana la ha recreado de infinitas maneras. ¿Quién no se acuerda del famoso Aleluya de Haendel o del moderno Aleluya de Leonard Cohen? 

Y, por último, el término Hosanna que utilizamos en el Santo de la misa y en algunos otros cantos litúrgicos, sobre todo el Domingo de Ramos. Aunque tiene diferentes significados según los contextos, hace siempre referencia a la salvación y a la alabanza. Es evidente que con estos tres términos no estamos en condiciones de leer el Antiguo Testamento en hebreo, pero podemos recordar de dónde venimos.


Repasemos ahora nuestras nociones de griego. ¿Quién no ha dicho alguna vez “Kyrie (Christe) eleison”? El significado es bien conocido: “Señor (o Cristo), ten piedad”. Estas dos palabras se pueden convertir en un precioso mantra para nuestra oración personal. Pero hay más que usamos con frecuencia sin saber quizás que son griego puro; por ejemplo: eucaristía, carisma, etc. 

¿Y qué decir de las palabras latinas? Aunque la liturgia actual no conserva ninguna expresión latina en el ordinario de la misa, todos hablamos con cierta familiaridad del Gloria, del Credo, del Sanctus o del Agnus, reminiscencias de los muchos siglos en que la liturgia romana usaba el latín como lengua común. La historia de la música atesora numerosas composiciones basadas en estas oraciones en latín. Podríamos continuar con otras expresiones populares como Avemaría, Salve Regina, etc. 

La presencia de algunas palabras hebreas, griegas y latinas en nuestras oraciones es un recordatorio de nuestros orígenes y, por tanto, una fuente inagotable de fecundidad. Deberíamos ojear este pequeño diccionario con más frecuencia.



1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo por toda la información que nos has facilitado… No es fácil resumirla en pocas palabras y además necesitamos horas para asimilar, en profundidad, todo lo que nos comunicas. Nos llama a un silencio interior.
    Nos encontramos, esta tarde, aunque en la distancia, en la oración a María.

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