lunes, 28 de marzo de 2022

Algo más que alcohol y sexo

Un joven amigo mío ha participado recientemente en una “despedida de soltero” (bueno, de soltera, en este caso). No tengo ninguna experiencia de este tipo de eventos.  Cuando era joven participé en alguna “despedida” que consistía en una cena del grupo de amigos del novio o de la novia uno o dos días antes de la boda. Con el paso del tiempo, las cosas se han ido complicando… y encareciendo. Existen incluso empresas especializadas que organizan este tipo de fiestas hasta los últimos detalles. Ahora, por ejemplo, los amigos del novio o de la novia suelen programar viajes a lugares de renombre y pasan un fin de semana en un hotel, en una casa rural o en cualquier otro sitio en el que puedan dedicarse a comer, beber, gastar bromas y bailar sin control. Sí, y también a lo que estás imaginando. 

No sé si esto es normal o se restringe solo a algún tipo de personas. Lo único que sé por información directa es que mi joven amigo se ha sentido como fuera de juego. Todo le ha parecido excesivo, un nefasto cóctel de vaciedad y hedonismo. Me confesaba con tristeza que sus amigos, la mayoría de ellos con carreras universitarias, no creen en nada. Solo piensan en ganar mucho dinero y en estrujar la vida. Si todavía conservan algún vestigio de su fe infantil, no parece que tenga ningún influjo en su vida diaria. Y, desde luego, desaparece en eventos como estos. 

Sé por experiencia que no todos los treintañeros son así. Conozco algunos que me parecen un ejemplo de búsqueda, sentido de la responsabilidad y también de fe. En ocasiones, he contado algunas historias que dan testimonio de esta otra juventud comprometida. Pero me temo que son muchos más los que se parecen al grupo de mi amigo.

No tengo nada en contra de la diversión y la fiesta. ¡Faltaría más! Comprendo perfectamente algunos excesos porque toda fiesta implica desbordar los estrechos límites de lo cotidiano. Lo que me cuesta entender es que personas con formación se gasten mucho dinero en un fin de semana para atiborrarse a base de comida, alcohol y sexo con la vana esperanza de que así van a ser un poco más felices. Y de que haya empresas que se dediquen a explotar este negocio. El resultado -como no podría ser de otra manera- es una incurable sensación de vacío que se va agrandando a medida que pasa el tiempo. 

No me extraña que en ese ambiente muchos jóvenes sientan pavor ante cualquier compromiso (como el matrimonio) que implique un proyecto de por vida. Comprendo su renuencia a tener hijos o su interés por retrasar la paternidad/maternidad lo máximo posible hasta que hayan tenido tiempo de “disfrutar de la vida”, como ingenuamente suele decirse. 

No soy nadie para juzgarlos. Desconozco sus batallas interiores y las experiencias vividas. Pero me gustaría decirles algo que va más allá del campo moral, algo que tiene que ver con el misterio de la vida. De amigo a amigo, les diría que nunca se van a encontrar satisfechos por ese camino porque -por usar unas palabras de san Agustín que me acompañan desde siempre- “nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro corazón siempre estará inquieto hasta que descanse en Ti”. Estas palabras las escribió alguien que también había buscado la felicidad estrujando los placeres que la vida nos ofrece. Sabía muy bien lo que decía.

Somos hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Solo Dios puede saciar nuestro corazón. Podemos ser creyentes o no serlo, pero eso no modifica la estructura más profunda de la existencia humana. No es, pues, una cuestión de voluntad, sino de naturaleza. No es que optemos por Dios, sino que hemos sido hechos para Dios, a quien debemos buscar, reconocer y amar desde nuestra libertad. 

¿Cómo ayudar a estos jóvenes a abrir los ojos, a no ahogar el silencio a base de ruido y alcohol, a auscultar a fondo su corazón? En medio de su estado confusional, ¿cómo acercarlos al Jesús que sigue diciendo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28)? 

Estoy convencido de que si estos chicos y chicas pudieran descubrir a Jesús y su propuesta de vida, no necesitarían rellenar su vacío con los infinitos aliviaderos que nos propone la sociedad del entretenimiento. Seguir a Jesús es una forma de vida tan apasionante y plena, que nada se puede comparar a la gracia de encontrarse con él. 

Creo que los cristianos tendríamos que ser más audazmente creativos. Como alternativa a tantas “despedidas de soltero” (y otro tipo de fiestas) insustanciales y costosas, tendríamos que ofrecer fines de semana en los que hubiera tiempo para encontrarse, dialogar, divertirse y abrirse a una dimensión que va más allá -sin eliminarla- de la rutina cotidiana. 

Sé que existen muchas ofertas de retiros y cosas semejantes, pero tal vez necesitamos adecuarlas más al tipo de jóvenes de hoy, a sus búsquedas y desconciertos, a sus necesidades y a sus carencias. Hay que partir siempre de una profunda convicción grabada a fuego: “Solo Dios puede llenar el corazón del ser humano”. Sin esta convicción, todo lo demás se queda en fuegos artificiales.





1 comentario:

  1. Sí, abundan los jóvenes que quieren libertad para disfrutar con los medios que sea… Jóvenes con formación y sin ella… Y se da el caso de que hay mucha solidaridad para lo que les interesa y para quien les interesa…
    En ciudades quizás tienen ocasión de encontrar grupos de jóvenes que profundizan y viven la fe, pero en pueblos pequeños, actualmente, no se da… En los colegios e institutos hay un ambiente difícil, en las parroquias ya ni entran, éstas están en declive. Los sacerdotes son mayores y con pluriempleo… Nadie les ha dicho las palabras de san Agustín.
    En cambio se da el fenómeno de que, cuando hay una necesidad, corren a colaborar… Vibran ante el voluntariado y la solidaridad…
    Hay muchos en búsqueda, buscan llenar un vacío que no consiguen llenar y luego llegan las consecuencias, algunos caen en picado y otros, tienen algún momento de lucidez y descubren otros caminos. Me pregunto si en su búsqueda, encuentran ejemplos de vida que les invite a buscar a Jesús. Los hay, pero no abundan.
    Gracias Gonzalo, porque reflexionando sobre la juventud, nos ayudas a confrontarnos con nosotros mismos.

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