miércoles, 8 de mayo de 2019

Los jóvenes también dialogan

Llegar al colegio en tren y descender en un apeadero llamado “Estación Claret” situado dentro del recinto campestre de quince hectáreas. Ir a clase caminando entre alerces, abetos, abedules y otras especies vestidas de otoño. Respirar el aire puro a veinte minutos del centro de la ciudad. Pisar los paseos llenos de hojas secas. Disponer de amplios campos para practicar deporte... Estos son algunos de los “privilegios” de los 1.500 alumnos del Instituto Claret de Temuco. Con unos 40 de ellos (chicos y chicas representantes de sus compañeros), me reuní ayer durante una hora. Hacía tiempo que no tenía un encuentro tan espontáneo y agradable con un grupo de jóvenes. Comencé preguntándoles lo que más les gustaba del colegio. Pensaba que no abundarían las respuestas. Para mi sorpresa, me encontré con una cascada de opiniones, a cual más interesante. Varios subrayaron el ambiente “ecológico” del colegio. La abundancia de zonas verdes “oxigena” la vida colegial en varios sentidos. Otros insistieron en el espíritu de familia, en la cultura del respeto y la solidaridad, en la transmisión de valores cristianos, en la libertad de expresión, en la excelencia académica y la promoción de los talentos personales, etc. Los que participaron en la JMJ de Panamá el pasado mes de enero compartieron brevemente su experiencia.

Donde percibí con más claridad que se trata de una nueva generación fue en la insistencia en la tolerancia y la aceptación de las diferencias. Aunque el colegio es católico, hay alumnos que profesan otras religiones e incluso varios que se proclaman ateos. Dominan los estudiantes chilenos, pero hay también algunos inmigrantes chinos, venezolanos, peruanos, bolivianos, etc. Una chica subrayó el respeto a las diferentes orientaciones sexuales. Con una naturalidad que hubiera sido impensable hace unos pocos años, confesó que ella era bisexual y que no se sentía discriminada por ello. El diálogo se abrió luego hacia lo que Jesús significa en sus vidas y hacia lo que se podría mejorar para que el colegio fuera un ámbito de crecimiento personal y un laboratorio de cambio social. De no haber sido porque disponíamos de un tiempo limitado, podríamos haber seguido charlando una hora más. Los chicos hablaban con orden y exponían sus puntos de vista con argumentos. Se notaba en ellos un claro aprecio de los colores de su escuela. Terminamos cantando una canción y haciéndonos una foto de grupo.

Mientras regresaba a la comunidad claretiana, pensaba que la evangelización de las jóvenes generaciones fracasa, en buena medida, porque apenas dedicamos tiempo a escucharlos con empatía y atención. Los jóvenes no esperan que los adultos les demos la razón en todo, que aceptemos sin rechistar sus propuestas o que renunciemos a desafiarlos. Lo que anhelan es poder expresarse con libertad, que alguien escuche sus preguntas sin juicios sumarísimos y se tome la molestia de valorar sus aportaciones. Cuando se crea un ambiente de mutuo respeto, el diálogo fluye limpio como un arroyo de montaña. Las respuestas no se imponen, se van abriendo paso. Ayer comprobé que Jesús sigue ejerciendo un enorme atractivo sobre estas generaciones que los sociólogos tildan a veces de descreídas o indiferentes. Sueñan con no repetir los esquemas de quienes, formados en colegios católicos, abjuran de su fe o pretenden hacerla compatible con un estilo de vida basado en la mentira y la corrupción. Es probable que muchos de ellos, con el correr del tiempo, queden atrapados por los señuelos de nuestra sociedad de consumo, pero estoy seguro de que las semillas sembradas en estos años de vida colegial acabarán produciendo fruto a su tiempo. Aunque nunca he trabajado de manera continua en este campo pastoral, ayer sentí que merece la pena intentarlo. Disfruté con el milagro del diálogo.

2 comentarios:

  1. Qué buena experiencia la de dialogar con franqueza y sin imposiciones de ideas con la juventud. Eso refresca y anima.

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  2. Emociona leer un post de tal calibre, lleno de apertura y diálogo. La labor y el legado que estás dejando detrás de ti Gonzalo es muy amplio. Jóvenes y mayores debemos comunicarnos y escucharnos más y aprender los unos de los otros.

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