lunes, 31 de julio de 2017

¿De qué aprovecha?

Julio se cierra con la memoria de san Ignacio de Loyola. De él no se conocen muchas anécdotas, al estilo de otros santos populares como san Antonio de Padua o san Francisco de Asís, pero hay pocas personas que no hayan oído hablar alguna vez del fundador de los jesuitas y del creador de los famosos Ejercicicios Espirituales. Hace poco más de un mes vi en Barcelona la última película que se ha hecho sobre él. Aunque tiene momentos logrados, el conjunto me decepcionó. Por eso escribí un post titulado Ignacio fallido. Quizás fui demasiado duro, pero me pareció que la película presenta a Ignacio como si fuera un héroe de Hollywood y no un ser humano que vivió una profunda transformación espiritual. Reconozco que no es nada fácil contar las aventuras del alma. 


Una de las frases de Jesús que más le impactaron y que luego él mismo transmitió a Francisco Javier en París fue ésta: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt 16,26). Es una frase que ha llegado al corazón de muchas personas, incluyendo san Antonio María Claret. Parece un dardo de esos que se te clavan y no hay forma de deshacerse de él. Me pregunto qué significa para nosotros hoy “ganar el mundo”. A veces, en el lenguaje coloquial, cuando alguien quiere hacerse famoso a toda costa, lograr su sueño, o cuando derrocha energía, solemos decir que “quiere comerse el mundo”. Hoy no es fácil tener grandes sueños. Estamos como de vuelta de todo. Hace tiempo que murieron las ideologías. Aparte del papa Francisco, ¿quién quiere cambiar hoy el mundo? A lo más que aspiramos es a encontrar un acomodo razonable en este planeta amenazado de muerte. Los adolescentes y jóvenes no quieren ser Francisco de Asís o Carlos Marx. Quieren parecerse a Amancio Ortega, ser empresarios o deportistas de éxito y ganar dinero como Bill Gates o Cristiano Ronaldo. De no llegar a esas cotas, se contentan con ser como sus padres, lo cual no está nada mal. Quizás “ganar el mundo” significa, más bien, dejarse guiar por esas tendencias tan humanas que parece que todos las llevamos puestas de fábrica: el ansia de dominar a otros, de tener más y de disfrutar a cualquier precio. Si dejándonos llevar por estas tendencias somos felices, ¡adelante! Pero Jesús, que ha explorado hasta el fondo la condición humana, sabe que esos caminos no conducen a la felicidad sino, más bien, a “perder la vida”. Por eso, como buen maestro sapiencial, nos invita a sopesar las cosas. La pregunta “¿De qué aprovecha?” pretende ayudarnos a caer en la cuenta de las consecuencias de un camino u otro.

En el momento de la ancianidad y de la muerte casi todos los seres caen en la cuenta de lo que vale y de lo que no vale. Pero a menudo es demasiado tarde para hacer opciones. Jesús propone adelantar ese momento para que no perdamos la vida por sendas equivocadas. El ¿de qué aprovecha? coloca en el presente lo que seguramente veremos con mucha claridad en el futuro. Los santos han sido personas que en un determinado momento de su vida han visto claro y han tomado decisiones que, con frecuencia, han modificado la dirección de sus vidas. El caso de Ignacio de Loyola es ejemplar. Creo que para no caminar solos por la vida necesitamos conocer historias de ayer y de hoy en las que se vea con claridad adónde conduce cada camino: el del mundo y el del Evangelio. Os dejo con un vídeo breve:


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