martes, 11 de julio de 2017

La impotencia del dinero

Un poco antes de viajar de Okondja a Franceville por una pista de tierra roja, reparé en un cartel que estaba puesto en el porche de la misión. Hubiera podido pasar desapercibido en medio de otros muchos carteles, avisos y posters, pero enseguida me llamó la atención por su grafía clara y su contenido provocador. No sé quién ha compuesto el texto ni de dónde procede. Estaba escrito en buen francés. Saqué mi bloc de notas y lo copié a toda prisa. Podría haberlo fotografiado con el móvil, pero pertenezco a una generación a la que le gusta escribir a mano, tomar notas, sentir en los dedos la fuerza de un texto. Mientras hacíamos el trayecto en uno de los coches de la misión, yo iba dando vueltas a esta sabiduría popular. En un poblado subimos a una joven mamá con su niña de once años y a dos jóvenes que sin problemas saltaron a la parte trasera del vehículo y se agazaparon sobre los mazos de bananas, las bolsas de yuca y los palos de caña de azúcar.

Os pongo el texto del cartel en el original francés y traducido al español.


FRANÇAIS


ESPAÑOL
Avec l’argent vous pouvez acheter :

Un lit, mais pas le sommeil.
De la nourriture, mais pais l’appétit.
Des bijoux, mais pas la beauté.
Des calmants, mais pas la paix.
Des remèdes, mas pas la santé.
Des livres, mais pas l’intelligence.
Le plaisir, mais pas la joie.
Le confort, mais pas le bonheur.
Un défenseur, mais pas un sauveur.
Des relations, mais pas un vrai ami.
Une assurance vie, mais pas sur la morte.
Une place au cimetière, mas pas dans le ciel.

Mais ce que vous ne pouvez pas acheter (bonheur, paix, sauveur, vie éternelle…) vous pouvez le recevoir gratuitement par Jésus Christ.


Con dinero puedes comprar:

Una cama, pero no el sueño.
Alimentos, pero no el apetito.
Joyas, pero no la belleza.
Calmantes, pero no la paz.
Medicamentos, pero no la salud.
Libros, pero no la inteligencia.
El placer, pero no la alegría.
La comodidad, pero no la bondad.
Un abogado, pero no salvador.
Relaciones, pero un verdadero amigo.
Un seguro de vida, pero no uno de muerte.
Un lugar en el cementerio, pero no en el cielo.

Pero lo que no puedes comprar (bondad, paz, salvador, vida eterna…) lo puedes recibir gratis por medio de Jesucristo.

El final suena un poco al discurso de las sectas pentecostales (o les sectes de réveil, como las llaman aquí), que, dicho sea de paso, han invadido África. Parece que Jesucristo se convierte en el ungüento amarillo que todo lo cura y resuelve. Si se entendiera así, el mensaje traicionaría al Evangelio, que presenta a un Cristo que no va por la vida con una varita mágica transformando todo cuanto toca. Pero si se entiende como una denuncia de la impotencia del dinero para resolver las cuestiones esenciales de la vida y una presentación de Jesús como la vida verdadera, entonces el mensaje es pertinente. Frente al dinero, Jesús no promete una vida fácil, pero sí una existencia con sentido. El dinero es útil para satisfacer las necesidades expresadas en la primera parte de cada frase (cama, alimentación, medicamentos, libros, placer, etc.,), pero no sirve para satisfacer otras necesidades más acuciantes y duraderas: belleza, paz, salud, inteligencia, amistad, etc. ¿Sirve para esto Jesús? Sí y no. Sí, si la fe en él se vive como una adhesión total a su persona. No, si se la entiende como un recurso fácil para lograr esa armonía personal, a prueba de conflictos, que tanto se oferta hoy en nuestro mundo estresado.


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