jueves, 17 de marzo de 2016

¿Para qué sirve un obispo?

Mons. Juan José Chaparro CMF,
obispo de San Carlos de Bariloche (Argentina)
Más de uno os preguntaréis a qué viene semejante cuestión en el día de san Patricio, un santo muy popular para los irlandeses. La explicación es sencilla. Mañana viajo a Wrocław, en Polonia, para participar en la ordenación episcopal de un claretiano polaco llamado Jacek Kiciński. Y precisamente ayer, a las 12 del mediodía, se comunicó el nombramiento de otro compañero claretiano, Luis Ángel de las Heras Berzal, como nuevo obispo de la diócesis española de Mondoñedo-Ferrol. Así que, ante esta avalancha episcopal, no hay más remedio que preguntarse para qué sirve un obispo. 

Hace unos cuantos años, escribí un artículo con un título parecido: ¿Para qué sirve un cura? Ya entonces era consciente de que “a muchos no les gusta nada colocar en primer plano el para qué. Prefieren siempre encarar los asuntos por la esencia: ¿Qué es un cura? La pregunta por el para qué, sin embargo, no es una concesión a la mentalidad utilitarista de nuestra época o al funcionalismo eclesiológico. Pretende hacer justicia al origen ministerial del ser cura y a su inserción en el conjunto de las funciones eclesiales y sociales”. 

Bueno, dejémonos de florituras teológicas. Muchos de mis amigos cuando oyen la palabra “obispo” se imaginan a un tipo parecido al de la foto de la derecha; es decir, a un personaje ególatra, vestido de manera ridícula, que nada en dinero y se opone a todo progreso. O, sin llegar a estos extremos, les vienen a la mente los nombres de algunos obispos conocidos en los últimos años por sus escándalos. Es verdad que el papa Francisco ha dado varios tirones de orejas a algunos obispos-príncipes (que viven rodeados de comodidades y no “huelen a oveja”), a los obispos-managers (que reducen su ministerio  a cuestiones administrativas ) e incluso a los obispos-de-aeropuerto (que pasan la mayor parte del tiempo viajando de un sitio a otro descuidando sus diócesis).

Pero la mayor parte de los obispos no son así ni viven así. Las caricaturas ayudan a denunciar excesos, pero no son una fotografía de la realidad. A veces, incluso, son muy injustas. Conozco de cerca a bastantes obispos –algunos amigos personales– que viven con sencillez, están cerca de la gente y guían a sus diócesis con prudencia. No voy a hacer ni una apología de los obispos ni una presentación doctrinal del sentido de su ministerio. Quien tenga interés en conocer la doctrina de la Iglesia sobre este punto puede leer los números 1536-1600 del Catecismo de la Iglesia Católica o la exhortación apostólica postsinodal de Juan Pablo II Pastores gregis (2003). Me voy a limitar a subrayar tres aspectos que considero esenciales:
  • El obispo es un sucesor de los apóstoles. Jesús pudo haber constituido una iglesia asamblearia, como les gusta hoy a algunos, y como subrayan algunas sectas protestantes. Pero escogió a doce apóstoles como pilares de la comunidad: “Subió después al monte, llamó a los que quiso y ser acercaron a él. Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios” (Mc 3,13-15). Sin la referencia a la raíz apostólica no hay comunidad de Jesús. 
  • El obispo es, ante todo, un pastor que predica la Palabra, celebra los sacramentos y cuida pastoralmente de la iglesia particular que le ha sido encomendada. Es verdad que en el pasado ha habido obispos de muchas clases. Algunos eran simples señores con derecho a cobrar impuestos e imponer su voluntad. Pero lo esencial de un obispo (“supervisor”) es cuidar de que la Iglesia que se le encomienda se mantenga fiel a la Palabra de Dios, celebre los sacramentos, viva la comunión (unidad en la diversidad)  y sirva con caridad a las personas (sobre todo, a las más necesitadas).
  • Aunque la doctrina es clara, hay muchos elementos “manifiestamente mejorables”: el modo de designarlos (es urgente la participación más directa de las iglesias afectadas), su relación con las otras formas de vida cristiana (supervisor no significa jefe y menos dueño de la diócesis) y el estilo de vida (con “olor a oveja” y “olor a biblioteca”, según expresiones muy del gusto del papa Francisco).
En realidad, todo esto no es más que una excusa para felicitar de corazón a mis hermanos Jacek Kiciński (obispo titular de Margo y auxiliar de Wroclaw, Polonia) y Luis Ángel de las Heras (obispo de Mondoñedo-Ferrol, España) por su nombramiento. En total, son 21 los claretianos en todo el mundo llamados a ejercer el ministerio episcopal en América (14), Europa (4),  y África (3).

Os pido que oréis por ellos para que puedan ser obispos “según el corazón de Dios” y siguiendo el modelo del fundador de los Misioneros Claretianos, que también fue obispo: san Antonio María Claret. Os dejo con unas palabras que el papa Francisco dirigió a obispos y sacerdotes en su viaje a Brasil en 2013:


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