domingo, 13 de marzo de 2016

El "síndrome del domingo"

En Roma tenemos un día primaveral, aunque ya ha empezado a nublarse. Dentro de un par de horas celebraré la Eucaristía en una pequeña residencia de ancianas. En ella suelen participar también algunas personas del barrio. Me gusta el ambiente familiar que se crea. Escuchamos la Palabra de Dios, oramos, cantamos y recibimos la comunión. Al terminar, tomamos un café y charlamos un rato. Comenzar la jornada del domingo celebrando la Eucaristía es como colocar la clave de sol al principio de un pentagrama: da sentido a todas las notas de la jornada. Si no, es probable que el domingo se convierta en un día de sofá, televisión… y aburrimiento. Algunos de mis amigos me confiesan que están deseando que llegue el domingo... para no hacer nada. El conocido psiquiatra austriaco Victor Frankl, fundador de la logoterapia, hablaba del “síndrome del domingo”; es decir, de la sensación de vacío que muchas personas, absorbidas por su vida laboral, experimentan cuando no tienen nada que hacer el domingo. 

En ese dolce far niente  afloran recuerdos, temores y preguntas que no siempre son agradables. Entonces, en vez de adentrarse en la profundidad del propio yo, uno prefiere derrengarse delante del televisor o ante la pantalla del ordenador. El domingo se transforma así en un no-día, en una especie de salto en la nada que hay que rellenar a base de imágenes, sonidos, comida... Por eso, hay personas que odian el domingo: les recuerda demasiado el vacío que padecen. Quisieran estar siempre haciendo algo para que la mente esté ocupada. No soportan la quietud. Pero también es verdad que otros temen que se acerque el domingo, sobre todo el domingo por la tarde, porque lo que odian en realidad es el lunes: la vuelta al trabajo y a la rutina diaria. Hay gustos para todos. Y, naturalmente, hay muchas personas que saben hacer del domingo un día distinto, que disfrutan de él. Para los creyentes, además de ser un día de reposo, es -como su mismo nombre indica- "el día del Señor". ¡Cómo cambian las cosas cuando se vive desde esta perspectiva! El domingo no te sumerge en el vacío, te recuerda quién eres: un hijo o una hija de Dios; por tanto, libre, digno, capaz de amar y ser amado. 

Algunos domingos en los que, por diversas razones, paso toda la tarde en casa, recuerdo la famosa oración del sacerdote belga Michel Quoist “un domingo por la tarde”, incluida en su libro Oraciones para rezar por la calle. Para un sacerdote, la tarde del domingo puede ser un laboratorio de nostalgias o el momento de recoger las experiencias de un día intenso y presentárselas al Señor. Yo, cuando estoy en casa, aprovecho el tiempo para hablar por teléfono o Skype con algunos familiares y amigos y para leer cosas que no tengan que ver directamente con mi trabajo. Suele ser un tiempo de sosiego, rematado por la oración vespertina personal, porque los domingos no rezamos las vísperas en comunidad.


Para ti, que lees estas líneas, ¿qué significa el domingo? ¿Cómo sueles vivirlo? Es muy probable que dediques más tiempo a tu familia y a estar en casa, sobre todo en el tiempo de invierno. No sé si forma parte de tus hábitos participar en la Eucaristía matutina o vespertina. Tal vez hace ya mucho tiempo que no lo haces "porque no te dice nada". Es muy probable que la Eucaristía de tu parroquia te resulte anticuada, rutinaria, aburrida ... Comprendo muy bien estas cosas porque yo mismo las he experimentado en carne propia. Pero llega un momento en el que uno tiene el coraje de ir más allá de estas limitaciones humanas (especialmente señaladas en muchos lugares de Europa) y se atreve a "volver a casa". El tiempo que precede a la Pascua es una buena oportunidad. Y más en este Año de la Misericordia. Puede que tu madre la Iglesia te parezca vieja y arrugada, pero es la que te ha transmitido la fe. Si eres capaz de mirarla con cariño y humildad -como miras a tu madre biológica, aunque sea anciana-, experimentarás una profunda paz. Y, lo que es más importante, verás que la Eucaristía del domingo te pone en relación muy profunda con Jesús. Te aseguro que no hay "síndrome del domingo" que resista el impacto transformador de la Eucaristía. ¡Prueba!

1 comentario:

  1. Para una madre-abuela de una familia numerosa, el domingo es muy diferente. Nunca es aburrido, siempre hay movida, pero lejos de la presión del horario y del trabajo laboral, se prepara la comida con mucha más tranquilidad... Hay tiempo para todo, para la Eucaristía, para tener momentos más largos de silencio y también aprovechar para leer y, en mi caso, disfrutar con labores y trabajos manuales que durante la semana no me lo puedo permitir.
    Además, el domingo, es la antesala del lunes, día esperado para poder disfrutar de la compañía de una nieta pequeña que dentro de unos días cumple tres años...
    Resumiendo es un día relajado, feliz, cuidando a la familia y también dejando un espacio para interiorizar. Es el día de "la acogida".

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