lunes, 5 de febrero de 2024

Escribiendo bajo la lluvia


No para de llover desde ayer por la tarde. Es una lluvia enérgica, persistente, copiosa. En algunos lugares del condado de Los Ángeles se han producido inundaciones. Después de celebrar la misa en español a las 8,30 de la mañana con una nutrida comunidad mexicana, no salí de casa en todo el domingo. Aproveché el día para mantener varias conversaciones y rematar algunas tareas antes de comenzar esta tarde la asamblea con los claretianos de este inmenso país. 

El desafío es que todos los participantes se sientan involucrados y pongan su experiencia y sus cualidades al servicio de la misión. El temor es que algunos se descuelguen y piensen que su opinión no sirve para nada. Si algo estamos aprendiendo en estos tiempos de sinodalidad es que los verdaderos cambios solo son posibles cuando todos los afectados asumen su cuota de responsabilidad, cuando las cosas no discurren de arriba hacia abajo, sino que todos participan en el discernimiento.


Me vine a Los Ángeles con una maleta de mano. He ido aprendiendo a viajar “ligero de equipaje”. Aparte de ganar tiempo en los aeropuertos, no me cargo con cosas innecesarias. He comprobado que el socorrido “por si acaso” es una tentación que nos lleva a acumular y nos vuelve pesados. Lo que pasa con las personas sucede también con las instituciones. Lo que ganamos en seguridad (aparente) lo perdemos en agilidad. 

Habría nuevas necesidades a las que tendríamos que responder, pero estamos tan atrapados por lo que ya tenemos que resulta muy difícil arriesgarnos a nuevos proyectos. Es muy posible que esta tensión se manifieste en la asamblea. Como sucede con todos los grupos humanos, habrá algunos que pongan el acento en la conservación de lo que ya tenemos y otros que aboguen por abrir nuevos frentes. El buen discernimiento no desprecia ninguna de las dos fuerzas. Las aprovecha para madurar una decisión sabia.


Sigue lloviendo con rabia. Llevamos ya muchas horas de lluvia. Por contraste, pienso en algunos lugares (por ejemplo, Cataluña y Andalucía) que están padeciendo una sequía severa. Espero que algún día la ciencia pueda provocar la lluvia según necesidades, aunque no resultará fácil precisarlas porque -como dice el refrán- “nunca llueve a gusto de todos”. Yo disfruto mucho contemplando a través de la amplia ventana los parterres inundados y las pequeñas balsas de agua que se forman en las depresiones del jardín y de la plaza de la misión. 

Mientras escribo, está celebrando la misa la comunidad vietnamita, la más joven de las varias que integran esta parroquia. A pesar de la lluvia, la iglesia se ha llenado. Si algo distingue a los vietnamitas es la férrea disciplina con la que afrontan las cosas. Si el domingo tienen que venir a misa, les da igual que llueva o haga sol, que sea invierno o verano. Su sentido de la responsabilidad está por encima de las inclemencias del tiempo. La combinación de la disciplina vietnamita y del sentido festivo mexicano ayuda a que la parroquia se mantenga viva y acogedora.

1 comentario:

  1. Ojalá, en poco tiempo, pudiéramos disfrutar de la lluvia que hace años no había estado tan anhelada… Valoramos los bienes cuando estos escasean.
    Saber viajar y/o vivir “ligero de equipaje” se consigue con los años. Mi experiencia es que a medida que voy entrando en años, de vez en cuando, me digo: “cuántas cosas que había considerado necesarias ahora me sobran”. Me pregunto también si es que sabemos confiar más en el Señor; de vez en cuando me viene el recuerdo del Evangelio que nos habla de los lirios del campo y de las aves del cielo…
    Gracias Gonzalo por despertar inquietudes. Buen trabajo.

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