miércoles, 21 de febrero de 2024

Dios no quiere súbditos


Me gusta mucho el mensaje de Cuaresma que el papa Francisco nos ha enviado este año. Conecta con lo que estamos viviendo hoy. Si no lo hemos leído y meditado, todavía estamos a tiempo. Nos encontramos en la primera semana de las cinco de que consta este tiempo fuerte. El Papa nos recuerda que “para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad”. No se trata solo de ver, sino de “querer” ver. A menudo nos tapamos los ojos o miramos hacia otro lado. Huimos, escondemos la cabeza. La realidad nos duele, empezando por la propia. Preferimos vivir de recuerdos o ensoñaciones antes que aceptar las cosas como son. La Palabra de Dios nos dirige dos preguntas que nos despiertan de este letargo suicida: “¿Dónde estás?” (Gn 3,9) y “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9)”. Parecen demasiado obvias, pero nos confrontan con la realidad más cercana.

La primera nos obliga a ubicarnos en el mapa de la realidad: ¿Dónde estoy yo? No es fácil trazar las coordenadas. Con frecuencia no sabemos dónde estamos. Nos sentimos como zombis. Vivimos sacudidos por tantos estímulos que nos cuesta saber a cuáles tenemos que responder. El exceso de información tampoco ayuda mucho. No es raro escuchar a personas cercanas que dicen: “Estoy perdido”. Es una fórmula breve para decir que no saben cuál es su escala de valores, por qué o por quién merece la pena luchar en la vida, qué hay que tomar y qué hay que dejar. Estamos perdidos cuando no tenemos referencias que nos indiquen dónde estamos, cuál es nuestro lugar en el mundo. Si nadie nos echa de menos, quiere decir que contamos poco, que somos casi seres sobrantes.


La segunda pregunta tiene que ver con nuestra capacidad de ver a los demás como hermanos. A menudo los vemos como competidores, como estorbos o simplemente como seres que están ahí. Ignoramos su batalla interior, no nos importa lo que les pasa, no estamos dispuestos a alterar nuestra vida para escuchar sus gritos y responder a sus necesidades. Toda cercanía implica vulnerabilidad y responsabilidad. Por eso, es mejor no saber dónde están nuestros hermanos. 

De esta manera, disfrutamos de un poco de comodidad temporal, pero, sin darnos cuenta, el mundo se va volviendo más inhóspito. Lo he percibido con claridad en los aviones. Hace veinte años solía trabar conversación con los pasajeros de al lado. Hoy resulta casi imposible. Todos vamos “protegidos” con nuestros auriculares para que la palabra del otro no perturbe nuestro solipsismo.


Hay otra llamada en el mensaje del Papa que me resulta crucial: “A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud”. ¿Por qué si, por el Bautismo hemos sido hechos “hijos de Dios”, volvemos con frecuencia a las viejas esclavitudes? ¿Por qué preferimos vivir como súbditos del pecado antes que como hijos de Dios? Es el misterio de iniquidad que llevamos dentro. 

Solo una oración paciente puede ayudarnos a tomar conciencia de estas esclavitudes residuales y a disfrutar de nuestra filiación divina. También este es un objetivo para el tiempo de Cuaresma. Pero eso exige tomar decisiones, no limitarnos al descontento y a la queja. Por eso el Papa nos anima a que “la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados”.


[Si alguien desea comprar este libro, puede hacerlo por internet pinchando en el siguiente enlace: Lectio divina para Cuaresma y Semana Santa 2024]. 

2 comentarios:

  1. Nos hablas del mensaje de Cuaresma del Papa Francisco y que en su día nos facilitaste el enlace. Destacas una frase que a mí me interpela: “El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud” Necesitamos espacios de “desierto” para encontrarnos con Dios y con nosotros mismos…
    Gracias Gonzalo, nos hablas de la filiación divina… cuesta ser consciente de ello. Gracias también porque nos animas a seguir adelante y nos facilitas el camino entre tus reflexiones en el Blog y a través del librito de la Lectio Divina para tiempos de Cuaresma y Pascua…

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  2. Al primer paso, "querer ver la realidad" cuando se mira en se
    río, con decisión le siguen consecutivos: discernir en compañía y servir en consecuencia. Gracias por la reflexión que anima.

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