jueves, 17 de agosto de 2023

Todo se pasa


Hay días en que las experiencias suben y bajan como un columpio impulsado por un fuerte viento. Uno es, más o menos, dueño de sus decisiones, pero no siempre de sus estados de ánimo. La muerte y la vida se dan la mano. Mañana tendré que presidir el funeral de una persona amiga. Ha llegado a la meta tras una dura batalla contra el cáncer. Sus últimos días han sido una experiencia de encuentro con el Señor a través de los sacramentos. Desde Santo Domingo (República Dominicana), mi amigo, el obispo Raúl Berzosa, me comunica que ha sido nombrado vicario episcopal territorial de una zona de la archidiócesis de Santo Domingo. Cuando éramos niños yo soñaba con ser misionero, mientras él se sentía más atraído por la vida diocesana. Ahora, en nuestros años maduros, el Señor lo empuja a ser un obispo misionero. ¡Paradojas de la vida! 

Una chica de 30 años está pensando la posibilidad de bautizarse, pero todo implica un proceso de discernimiento y maduración. La política española entra en una nueva etapa de sobresalto. La cosa no ha hecho más que empezar. El nuevo curso está a las puertas. Hay que prepararse para lo imprevisible. De Ecuador y Nicaragua me llegan noticias aún más preocupantes. En Níger no tengo ningún contacto, pero la cosa está que arde.


¿Cómo se mantiene la paz cuando parece que todo se mueve a una velocidad que nos supera? ¿Cómo ser uno mismo cuando nuestra manera de ser provoca reacciones encontradas en las personas de nuestro entorno? ¿Cómo mirar la realidad con ojos compasivos cuando nos brota la rabia o la indignación? Acudo, una vez más, a la santa de Ávila. Sus palabras son siempre balsámicas: “Nada te turbe, / nada te espante, / todo se pasa, / Dios no se muda. / La paciencia / todo lo alcanza; / quien a Dios tiene / nada le falta: / solo Dios basta”. 

La paciencia es un modo divino de ver la realidad. No es mera resignación, sino espera confiada. No es pasividad, sino acción de largo alcance. No es indiferencia, sino preocupación sostenida. La turbación no es de Dios. Nuestro Padre nos invita a no dejarnos arrollar por las olas de la vida, sino a confiar en él, a dejarnos mecer. Nadar contracorriente nos desgasta y puede llevarnos al agotamiento. Es mejor esperar a que todo pase para ver las cosas menos desfiguradas. Es verdad que la paciencia todo lo alcanza cuando sintonizamos con la onda de Dios.


Tecleo estas notas mientras una buena parte de mi pueblo está participando en la tradicional becerrada. Hace bastantes años que no me acerco. Respeto a los taurinos, me gustan algunos aspectos de la fiesta, pero no me siento cómodo. Las calles están más silenciosas que de costumbre. Dispongo de tiempo para digerir las muchas cosas vividas, responder correos atrasados y orar por las personas que me han pedido expresamente que lo haga. Creo que no hay nada mejor que se pueda hacer por una persona que orar por ella, y acompañar esa oración con una actitud de cercanía, escucha y ayuda discreta. 

Mientras los políticos negocian y votan en el parlamento, quizá lo más eficaz sea mantener las manos elevadas como Moisés. Y que, cuando nos cansemos, haya alguien que coloque dos piedras debajo para mantenerlas orantes. Sin oración nos falta el oxígeno. La respiración se hace fatigosa. Y los virus del desánimo y la pereza empiezan a destruir nuestros tejidos. Nunca es demasiado tarde para decirle a Dios que sea nuestro tesoro y que Él solo nos baste. Lo demás vendrá por añadidura.


3 comentarios:

  1. Gonzalo te acompaño en estos momentos que, por mucho que intentes surfear y encuentres fuerza en las palabras de santa Teresa: “nada te turbe…” me imagino que no es fácil presidir el funeral de una persona amiga.
    Gracias por darnos este toque de esperanza, porque no es fácil pedirle al Señor, en según que momentos, que “Él solo nos baste”.

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  2. Que Dios la tenga en su gloria. Poco mal y buena muerte deseamos todos. Un saludo. Fdo.: Maria Luisa Bartolomé

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