sábado, 8 de julio de 2023

Palabras para el camino


En un descanso del taller que estoy dirigiendo en Medellín, me he leído de cabo a rabo la homilía que el nuevo arzobispo de Madrid, monseñor José Cobo Cano, ha pronunciado esta mañana en la Eucaristía con la que ha comenzado su ministerio como pastor de mi diócesis. De haber estado en Madrid, habría acudido a la catedral de La Almudena. La homilía está basada en el pasaje de Lucas 4,1-18, que para mí es muy significativo porque san Antonio María Claret inspiró en él su vocación misionera. Escojo seis frases que considero relevantes:

1) “La Iglesia necesita siempre, en cada momento y en cada etapa, emprender nuevos caminos”. 

Algunos admiran la intemporalidad de la Iglesia, como si fuera un fósil que hay que preservar en un museo. La Iglesia es un acontecimiento del Espíritu que está siempre surgiendo cuando alguien se adhiere a Jesús por la fe. Emprender nuevos caminos no significa apartarse de su misión, sino dejarse conducir por el Espíritu para responder, una y otra vez, a las necesidades de los seres humanos. Donde no hay cambio, no hay vida.

2) “No podemos ser parcelarios, sino integradores. Aprendiendo a empastar las diferencias. Solo el esfuerzo en «ser uno para que el mundo crea» hará que sonemos de verdad a Cristo”. 

Vivimos tiempos de polarización a todos los niveles. Si no te declaras de derechas, entonces eres de izquierdas. Si sintonizas con el papa Francisco, entonces vas contra Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¡Cuánto mal nos está haciendo esta tendencia diabólica a convertir las polaridades en dilemas! Me gusta la expresión “empastar las diferencias”. Sin unidad en la diversidad no hay anuncio creíble. Perdemos demasiado tiempo en inútiles luchas intestinas. Alguien tiene que decir con claridad que ya basta, aunque me temo que algunos no se van a dar por aludidos. 


3) “Os convoco no solo a «ser» Iglesia sino a amar «estar» en esta Iglesia”. 

Estar en la Iglesia significa asumir su pesada historia y la cuota de fragilidad que la caracteriza. Ya no están los tiempos para seguir jugando a ese juego de “Jesús sí – Iglesia no”. No se puede separar la cabeza del cuerpo o el cuerpo de la cabeza. Tenemos derecho -y aun obligación- de ser críticos, pero también de ser leales y de luchar desde dentro para hacer de la comunidad eclesial un espacio transparente, acogedor y creíble. Estar en la Iglesia significa superar los capillismos, remar todos a una, sentirse corresponsable de la vida de la comunidad.

4) “Se trata, en suma, de escuchar primero y hablar después bajo el cantus firmus de la participación, la comunión y la misión”. 

Una de las características del momento sinodal que estamos viviendo es la escucha. Si no nos hacemos cargo de lo que buscan, piensan, sienten, sufren y esperan las personas de nuestro entorno, no podemos decir una palabra significativa. El mero hecho de escuchar con empatía y atención está ya indicando un estilo de evangelizar. El cantus firmus lo constituyen las tres claves que está acentuando el camino sinodal: participación, comunión y misión. No son eslóganes, son caminos repletos de señales.

5) “No olvidamos que somos una Iglesia samaritana. Cada pesebre y cada cruz de hoy es nuestra matriz de siempre. Por eso, los pobres son uno de nuestros más serios criterios de discernimiento en todo lo que hacemos”. 

A más de uno estas frases le parecerán una concesión a la moda pauperista de nuestro tiempo, pero nacen del más puro Evangelio. El que decidió nacer en un pesebre y morir en una cruz no puede ser comprendido y acogido desde la seguridad de una posición confortable. La Iglesia, incluso en sus épocas de más opulencia, nunca ha podido silenciar el clamor de los pobres. Ellos siguen siendo hoy criterio de Evangelio, sin que esto signifique que tengamos que ensalzar la pobreza como un estado deseable. Una Iglesia samaritana que sale a los caminos donde hay gente desechada o tirada conecta con el corazón del Evangelio.

6) “El Evangelio es una potentísima locomotora capaz de ir en vanguardia aportando trascendencia, valores y una concepción del ser humano que nos ayuda a ser más felices, sabiendo que somos regalo de Dios con una doble nacionalidad: peregrinos en la tierra y convocados a ser ciudadanos del cielo”. 

Nunca había escuchado esta metáfora aplicada al Evangelio. Hablamos de sal, luz, fermento, faro, etc. El arzobispo dice que el Evangelio es una “locomotora” que siempre tira de nosotros, nos lleva más allá, nos da impulso. El Evangelio, pues, no es una rémora, sino un motor. Me gusta también que el nuevo arzobispo reconozca que todos los cristianos tenemos una doble nacionalidad: somos fieramente humanos (peregrinos en la tierra) y esperanzadamente celestes (ciudadanos del cielo). Los dos pasaportes están llenos de derechos y deberes.


Sintonizo con esta forma de empezar su ministerio pastoral. Esperemos que encuentre eco en todos nosotros y así podamos hacer una Iglesia más misionera y samaritana. Por el momento, disponemos de palabras para el camino

[Publicada esta entrada, llega la noticia del nombramiento del arzobispo José Cobo Cano como nuevo cardenal de la Iglesia].


1 comentario:

  1. He leído y releído el tema de “Palabras para el camino”. Gracias Gonzalo por haberlo resumido… De entrada me sugiere que, actualmente, en nuestra sociedad y por lo tanto en la Iglesia, se dan muchas llamadas diferentes que si estamos alerta nos pueden ayudar a descubrir a Dios en diferentes facetas de nuestra vida.
    Nuestro “camino” va variando y para ello, necesitamos de ayudas y “palabras” diferentes para ir sobreviviendo.
    Me lo sugiere, sobretodo en el primer apartado: 1) “La Iglesia necesita siempre, en cada momento y en cada etapa, emprender nuevos caminos”.
    Gracias Gonzalo por habernos facilitado la lectura y escucha de esta homilía… Hay trabajo para días.

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