miércoles, 12 de julio de 2023

Falta poco para la JMJ de Lisboa


Nunca he participado en una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) porque, cuando esta iniciativa de san Juan Pablo II comenzó a celebrarse en el ya lejano 1986, yo no era ya tan joven y porque en todos estos años nunca he trabajado de manera directa con grupos o comunidades juveniles. Por casualidad, pasé por Madrid en agosto de 2011 cuando se celebró la
JMJ en la capital de España. Sentí tal agobio ante la “invasión juvenil” de la ciudad, que escapé en cuanto pude. Sin embargo, mi distancia física de la JMJ no significa distancia afectiva, pastoral o espiritual. Me parece una iniciativa hermosa en un mundo tan polarizado como el que vivimos hoy. 

He escuchado algunas quejas por parte de organizadores y participantes respecto de las dificultades y gastos que suponen este tipo de encuentros, pero dominan los testimonios de jóvenes y acompañantes que han visto en las sucesivas Jornadas una oportunidad extraordinaria para el encuentro con Cristo y para el descubrimiento de la Iglesia como su comunidad. Algunos de mis amigos más jóvenes van a participar en la JMJ de Lisboa el próximo mes de agosto. Los veo entusiasmados. Me gusta ver a jóvenes que se entusiasman con algo que promueve la cultura del encuentro, la apertura a la diversidad, el sentido de la fiesta y, sobre todo, el encuentro con Jesucristo en comunidad.


Los más críticos con este tipo de iniciativas suelen objetar que la evangelización no puede reducirse a eventos, sino que tiene que articularse en torno a procesos. Es probable que para muchos jóvenes participantes la JMJ sea un acontecimiento aislado, una especie de fuego de artificio en medio de la noche cultural que vivimos, pero cada vez más participantes llegan a la JMJ después de haber recorrido un camino de preparación y dispuestos a continuar caminando en comunidad. 

Este año, por primera vez, en el marco de la JMJ de Lisboa, se celebrará el 4 de agosto el Primer Encuentro Mundial de Evangelizadores y Misioneros Digitales. Aunque este humilde blog encajaría en este ámbito, la verdad es que no me siento un misionero digital, aunque hago un uso discreto de las redes. Mi amigo Heriberto García Arias sí lo es. Será uno de los organizadores. La semana pasada viajó a Portugal para preparar el evento. El otro día colgó en su cuenta de Facebook el himno de este encuentro, que podéis escuchar al final de la entrada de hoy. Lo interpretan diversos artistas católicos de todo el mundo. El vídeo se ha hecho con la técnica de collage, tan utilizada durante el tiempo de la pandemia. El lema está tomado de las palabras de Jesús al final del evangelio de Marcos: “Vayan por todo el mundo”  (Mc 16,15).


La JMJ es, ante todo, una fiesta. La fe es la fiesta del encuentro con Cristo. Gracias a Dios, el cristianismo nunca ha renunciado al sentido de la fiesta. Por eso, se me hace tan difícil comprobar que sigue habiendo cristianos que identifican la autenticidad evangélica con una actitud agria y mortecina. Navegando por algunas páginas web católicas, encuentro artículos y comentarios que destilan agresividad, tristeza y acritud. Han convertido al papa Francisco en la diana de sus dardos dialécticos. Lo consideran responsable de la “deriva” que, según ellos, está viviendo la Iglesia actual. Idealizan la Iglesia de los años 40-50, consideran que el concilio de Trento es el punto de referencia esencial en la historia de la Iglesia, están convencidos de que el concilio Vaticano II fue poco menos que herético, atacan sin piedad a quienes ellos llaman “infiltrados del diablo” en las estructuras de la Iglesia, etc. 

Estoy seguro de que muchas de estas personas luchan con buena fe, se sienten defensoras de la “verdadera” Iglesia contra las contaminaciones de la “falsa” Iglesia, pero sus acciones no producen “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí” (Gal 5,22-23) sino, más bien, “enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades” (Gal 5,20). Donde hay verdadero Espíritu, el amor, la comprensión y la alegría dominan sobre la discordia y la cólera. Por eso, como terapia de choque frente a la tremenda polarización que padecemos, necesitamos acontecimientos que celebren la fe, que nos permitan encontrarnos, dialogar, disfrutar y, de este modo, compartir la alegría del Evangelio.



1 comentario:

  1. Gonzalo, me gusta cuando defines: “La JMJ es, ante todo, una fiesta. La fe es la fiesta del encuentro con Cristo.”
    En una fiesta de tal movida, se puede dar de todo… El Señor, llama siempre… ¿habrá suficientes altavoces para que estas llamadas, inquietudes, puedan llegar a cuantos más mejor?
    Es una fiesta para todos, unos en primera línea y otros en la última pero a todos nos puede crear inquietudes, los ecos que nos vayan llegando.
    Hay el problema que son encuentros que no están al alcance de todos, por diversas circunstancias que viven los jóvenes, muchas veces en situaciones muy precarias.
    Estoy de acuerdo contigo cuando escribes: “… necesitamos acontecimientos que celebren la fe, que nos permitan encontrarnos, dialogar, disfrutar y, de este modo, compartir la alegría del Evangelio.”

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