Sí, ya que hoy es martes y 13 y que esta coincidencia trae mala suerte para quienes creen en la fortuna, pero para mí este día está ligado al recuerdo de los beatos mártires claretianos de Barbastro. A medida que pasa el tiempo –y ya han pasado 83 años
desde su martirio durante la persecución religiosa que tuvo lugar en España en
1936– su testimonio cobra más fuerza. Cuando pienso en ellos me acuerdo de la
frase de Albert Einstein con respecto a Mahatma Gandhi: “Llegará un día en que los seres humanos no creerán que haya existido
un hombre como él”. No sé si ha llegado ya el día en que nos cuesta creer
que hayan existido mártires como los de Barbastro. No es un problema de verdad
histórica –documentada hasta la saciedad– sino más bien de verdad existencial.
¿Es posible que un grupo de jóvenes se atrevan a dar su sangre por Cristo y que
además lo hagan cantando? ¿Cómo se puede clasificar una conducta de este tipo?
¿Se trata de un comportamiento heroico o patológico? ¿No hubiera sido más
sencillo hacer “como si” no fuesen religiosos y aceptar las propuestas de
liberación que les hicieron? Con la mentalidad de hoy, hubiera sido, sin duda,
más prudente, pero al precio de traicionar lo más valioso para ellos: su fe en
Cristo y la vocación misionera. Ellos no vivían “como si” fueran discípulos de
Jesús, sino que habían empeñado toda su vida en ello, sin medias tintas y sin
falsas componendas.
La sociedad del
entretenimiento nos ha acostumbrado a la ficción. Lo que importa no es lo que
las cosas son en sí mismas sino el modo como aparecen. Se trata de crear un
decorado “como si” fuese el Coliseo romano, la pirámide de Keops, un castro
celta, un poblado del Far West o una
playa de las islas Bikini. Por su parte, la irrupción de la impostura de la
“posverdad” (de la que Trump y Putin son consumados expertos) ha hecho tabla
rasa de la pasión por la verdad y, en consecuencia, de la fidelidad. En cierto
sentido, la “posverdad” es la consecuencia ética de la teoría física de la
relatividad. Si la materia y la energía son relativas, ¿quién se atreve a
defender que una afirmación condicionada por el lenguaje –por ejemplo, que
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre– sea verdadera? Y si nada es verdad o mentira –todo depende
del color del cristal con que se mira– nada ni nadie se merece una fidelidad
absoluta y mucho menos la entrega de la propia vida. ¿Conocerían estas teorías revolucionarias
los jóvenes mártires de Barbastro? Tal vez ellos se seguían guiando por un
manual obsoleto llamado Evangelio.
Cambio de tercio.
Hoy es un día cuajado de invitaciones. Participaré en un rito en el que nunca
he estado: la corta de los mayos que presidirán las fiestas patronales de
Vinuesa, mi pueblo natal. A la tala de esos enhiestos pinos que superan los
20-25 metros sigue, como es natural, un copioso y colesterólico desayuno. Quizás mañana pueda contar algo de este
rito multisecular. A mediodía participaré en el almuerzo organizado por uno de
mis amigos con motivo de su 60 cumpleaños. Será también una hermosa oportunidad
para celebrar la amistad y practicar “el arte de la conversación”. A esas horas
del día es probable que el nivel de colesterol haya superado ya las medidas
razonables. Cerraré la jornada participando en la novena a la Virgen del Pino y
ensayando la Salve de Hilarión Eslava
que será ejecutada –en el mejor
sentido de la palabra, espero– los próximos días 14 y 15 por la noche. Ante la
Madre de todos no es posible comportarse “como si” fuéramos sus hijos. Es
necesario mostrar todo nuestro amor. De hecho, cuando llegan estas fechas,
centenares de hijos dispersos por todo el mundo se dan cita junto a la Madre.
Por algo será.
Gonzalo, cuestionas mucho hoy... Hay preguntas que también me las he hecho yo y aún no encuentro respuestas claras...
ResponderEliminarMi vocación claretiana tiene sus raíces en los beatos Mártires claretianos de Barbastro... Confío en que su testimonio nos ayude a seguir nuestro camino...
¡Muy bueno el mensaje, la reflexión y el alimento para la mente y el espíritu!¡Gracias! Lo comparto con la gente de mi colegio y quien quiera leerle.
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