Creo que he escrito al menos en siete ocasiones sobre la transfiguración de Jesús en este blog. Para encontrarlas, basta teclear la palabra “transfiguración” en el buscador interno que se
encuentra en la columna derecha de la página principal. Automáticamente
aparecen todas las entradas que tratan sobre el tema. Debería escribir una vez
más sobre él porque hoy celebramos la fiesta
de la Transfiguración del Señor, pero este año no lo voy a hacer. O,
por lo menos, no voy a hacerlo de manera directa. Quiero comprarme un libro
que acaba de publicar Ana María Schlüter,
una mujer por la que nutro admiración y simpatía, aunque nunca me he encontrado
con ella. El libro en cuestión se titula ¿Por
qué unos ven y otros miran y no ven? La editorial San Pablo lo
presenta así: “El anonimato de cualquier
ciudad. Barrios obreros. Jóvenes, marginales y marginados en muchos casos, con
poco arraigo social. Escaso bagaje cultural y una relación casi anecdótica con
el hecho religioso. ¿Pueden entrar Dios y la fe en esta ecuación? La religiosa
y maestra zen Ana María Schlüter ha hablado con 13 jóvenes de 16 a 19 años para
indagar cuáles son sus preocupaciones y anhelos; para saber qué ocupa su alma.
Las conversaciones, profundas y certeras, dan paso a una serie de reflexiones
sobre cómo ayudar a los adolescentes a encontrar su camino en medio de contextos
no siempre fáciles”.
Cuando acabe el
taller que estoy impartiendo en El Escorial me tomaré unos días de vacaciones. Entraré
en contacto con otras personas. Algunas serán mis amigos de toda la vida; otras
serán nuevas. Siempre se producen muchos encuentros fortuitos durante el verano. Es probable que tenga
conversaciones con jóvenes buenos, simpáticos, que “pasan” (no sé si todavía se
utiliza este verbo ochentero) de lo religioso. Me preguntaré una vez más lo que
me pregunto con frecuencia: ¿Por qué unos ven y otros miran y no ven? Podría
responder de manera apresurada que casi todo depende de la educación, pero, aunque
estoy convencido de su importancia, la respuesta no me satisface. Hay chicos
educados desde niños en la fe católica que han abjurado de ella y otros, que no
han recibido ninguna educación religiosa, que se hacen bautizar con más de 20
años. ¿Tendrá que ver la fe con el nivel académico o cultural? No veo clara la
correlación. Hay jóvenes universitarios que creen y jóvenes con estudios
primarios que no experimentan ningún interés por la fe. La realidad es más
compleja que cualquier aproximación sociológica o filosófica. En el fondo,
nunca sabemos bien qué es lo que a unas personas les impulsa a creer y a otras las
mueve a no hacerlo. A veces, los mismos hechos producen resultados opuestos.
Para algunos, por ejemplo, los recientes escándalos de la Iglesia constituyen
un obstáculo insalvable para creer en Dios. Para otros, por el contrario, la fragilidad
de los sacerdotes es un acicate para comprender que la fe va más allá de las
personas e instituciones eclesiásticas y no depende de los ministros.
La fe es, en el
fondo, una experiencia de transfiguración. Consiste en ver en cualquier
realidad, por insignificante que parezca, un plus de realidad. Atisbar la
huella de Dios en la trama de la vida. No hace falta salir de la vida para encontrarse
con el Dios de la vida. Lo que hace falta es aprender a verla en profundidad, a
leerla, a descifrarla. El problema es que muchos miran y no ven. Todo les
parece opaco, un montaje demasiado humano como para intuir que, más allá, hay
una realidad que nos supera. Cuando escuchamos la voz de los místicos, caemos
en la cuenta de que creer no significa tanto encontrar algo o alguien sino “ser
encontrados” por una Presencia que, siendo más íntima a nosotros que nosotros
mismos, nos desborda por todas partes.
¿Es posible abordar estos asuntos entre
cerveza y cerveza? No lo excluyo, pero no es nada fácil. El tiempo se nos va en
otras cuestiones más banales. Y, sin embargo, a partir de cosas banales es
posible preguntarse por el fundamento y sentido de todo. Al fin y al cabo, Jesús
hablaba de Dios a través de parábolas muy sencillas, no de discursos metafísicos,
ininteligibles para la mayoría de sus oyentes. ¿Qué pasa cuando uno se enamora?
¿Por qué la sexualidad ejerce tanto
atractivo en los humanos? ¿Qué mueve a un padre o a una madre a sacrificarse
por sus hijos? ¿Es solo una mera cuestión instintiva? ¿Por qué amamos? ¿Por qué
tenemos esperanza? ¿Qué nos mueve a levantarnos cada mañana, ir al trabajo y
seguir luchando en la vida? ¿Solo la obtención de un salario que nos permita
satisfacer algunas necesidades básicas? Tomar en serio las preguntas y seguir
su curso nos lleva adonde ni siquiera imaginamos, nos ayuda a cambiar la figura
que nos hemos hechos de nosotros mismos. El creyente moderno es, en el fondo,
un ser transfigurado.
Muy buena reflexión. ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarMuchas gracias, Lourdes. Estas preguntas me acompañan desde hace mucho tiempo. Nunca acabo de saber por qué una persona cree y otra no, sobre todo cuando ambas proceden de un mismo ambiente, han vivido un mismo tipo de educación y comparten la mayoría de los valores. La fe es una experiencia indescriptible.
EliminarRealmemte...Mi fe trasnfigura?. Grandes interrogantes. Gracias por custinar por que hagovlaa cosas. Estare más atenta a los signos que me ayuda a crecer.
ResponderEliminarSin poner en duda los agentes de socialización y aprendizaje que sociológicamente están aceptados por la comunidad académica, creo que en cuestiones de fe, hay factores más fuertes que los comúnmente presentados.
ResponderEliminarPara entender la fe, creo que hay que atajarla como un laberinto. Constantemente nos hacemos preguntas y nos autocuestionamos a nosotros mismos llegando a una situación donde nos cuesta comprender u olvidar algún precepto que tenemos fuertemente interiorizado.
La fe no se enseña, se transmite. La fe no se impone, se muestra. Si hay un porblema de religiosidad cristiana en nuestro país es debido, escándalos y cuestiones políticas a parte, porque hemos creído que obligando y examinando se crea una comunidad religiosa. Las personas necesitamos respuestas y acciones, si entendemos que la fe nos puede dar ambas entonces seremos creyentes en la fe. No son cuestiones teóricas sino prácticas.
Pablo Melero