viernes, 29 de diciembre de 2017

La vida es con frecuencia un fado

A diferencia del aeropuerto de Roma-Ciampino, el de Lisboa registra hoy un gran movimiento de personal a esta primerísima hora de la mañana. Hay muchos pasajeros africanos que van y vienen. Yo aprovecho la espera de mi vuelo para digerir lo vivido en los dos días de asamblea celebrada en Fátima. La última experiencia fue el recital de fado que un grupo nos ofreció anoche en nuestra casa como colofón al encuentro. Necesito poco para que la música me atrape, pero confieso que anoche sentí una emoción que hacía tiempo que no experimentaba. Tanto los trinos y acordes de la guitarra portuguesa y de la viola, como las voces de los dos cantantes, me transportaron a un mundo de emociones y de saudade. Es verdad que hay fados alegres, pero, en general, el fado se asocia a historias cotidianas marcadas por la nostalgia y la melancolía. Aunque su origen documentado se remonta solo a la primera mitad del siglo XIX, es claro que sus raíces vienen de muy atrás. Algunos historiadores lo relacionan con los cantos árabes que se cantaban hace siglos en Lisboa. Es tal el significado de este tipo de música que en noviembre del 2011, la UNESCO lo inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Un amigo mío portugués se encargó de aclararme la diferencia entre el fado de Coimbra y el de Lisboa. El primero está conectado a las tradiciones académicas de la Universidad de Coimbra. Lo cantan solo hombres. Tanto los cantantes como los músicos visten de negro, con capa y batina. Predominan los temas que cantan amores estudiantiles o ensalzan la ciudad universitaria. Se acentúa mucho la parte instrumental. Anoche pude deleitarme con el fado más conocido, que os recomiendo escuchar: “Coimbra é uma canção” (Coimbra es una canción). El fado de Lisboa se suele cantar en las “casas de fado”. Lo interpretan tanto hombres como mujeres. Si principal característica es que canta historias tristes del pasado y del presente, pero a veces cuenta con ironía historias divertidas. El que escuché anoche fue un concierto de fado de Coimbra. Dominó, pues, el aire triste y melancólico. Creo que no se puede entender el alma portuguesa sin saborear esta música. Es como la banda sonora de un pueblo.

¿Qué es el fado? ¿Por qué resulta tan atractivo? Amália Rodrigues, fallecida en 1999, fue la gran cantante portuguesa de fado y embajadora de este canto por todo el mundo. Para ella, “el fado es una cosa muy misteriosa, hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse como alguien que no tiene ni ambiciones, ni deseos, una persona... como si no existiera. Esa persona soy yo y por eso he nacido para cantar el fado”. El enigmático Fernando Pessoa, cumbre de la literatura en lengua portuguesa, escribió algo todavía más desgarrador: “El fado es la fatiga del alma fuerte, el mirar de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y que también lo abandonó”. No sé si se pueden añadir muchas palabras a estas opiniones. Me limito a invitar a mis amigos del Rincón a acercarse a este estilo de música si es que todavía no lo conocen. Lo demás vendrá por añadidura. Me fui a la cama sereno y enternecido. Quizás también un poco nostálgico.




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