miércoles, 8 de noviembre de 2017

Guardar todo en el corazón

Desde la terraza de mi cuarto veo el santuario de Fátima. Puedo llegar a pie en diez minutos. Llegué a este lugar el lunes por la tarde. Soy uno más de los millones de peregrinos que lo visitan cada año. Éste, 2017, ha sido un año especial porque se ha celebrado el centenario de las apariciones. A primera hora de la mañana, mientras escribo, hace frío, pero durante el día la temperatura parece casi veraniega. A mis amigos ingleses, que han venido para participar en este encuentro, les sorprendió anteayer la luz de Lisboa (“A cidade da luz”) y les siguió sorprendiendo el cielo azulísimo de Fátima y su luz transparente, alejada del ambiente neblinoso de la campiña inglesa. Hace año y medio, en otra visita a este lugar, escribí que el futuro es de los místicos. Vuelvo a pensarlo ahora, estimulado por el silencio de este singular recinto. El místico ha superado el dualismo que caracteriza la vida humana y vive anticipadamente la experiencia de la unidad en Dios. Por eso, si queremos superar las antonomias que tanto nos atenazan, esa pasión por la disyuntiva “o-o”, necesitamos la experiencia mística. Solo en ella comprendemos que las diferencias enriquecen y que la unidad no las mortifica sino que las integra.

La advocación de Fátima está íntimamente relacionada con el Inmaculado Corazón de María. Este título dedicado a María de Nazaret, la madre de Jesús, tiene hondas raíces bíblicas. Yo le tengo un cariño especial porque da nombre a mi congregación misionera. Cada vez me convenzo más de que necesitamos un mundo con corazón. Solo cuando hay profundidad (para ver las cosas desde su raíz), cordialidad (para amar con todo el corazón) y entrega (para entender la vida como servicio) podemos vivir como seres humanos en medio de nuestras innumerables diferencias. Sin corazón, el cuerpo social se desintegra, cada parte funciona por su cuenta y pretende erigirse en el todo. Imagino a María, tal como la presenta el evangelio de Lucas, guardando todo en el corazón. Este “guardar” no significa una actitud acaparadora o intimista, sino la capacidad de ponderar las cosas desde el centro donde habita el Misterio, de discernir el significado de los acontecimientos dentro del plan de Dios, de encontrar respuestas que no sean una reacción nerviosa a lo que sucede sino una expresión nítida de la voluntad del Padre.

Me dicen en la comunidad claretiana de Fátima que este año 2017 ha venido mucha gente al santuario. El centenario se clausuró oficialmente el pasado 13 de octubre, pero siguen afluyendo los peregrinos. Anoche participé en el rosario nocturno y en la procesión de velas. Me uní a muchas personas de todo el mundo que, a través de este gesto de caminar junto a María, querían dar un nuevo sentido a la peregrinación de su vida acompañados por la madre de Jesús. Las velas, encendidas a partir de la luz del cirio pascual, nos recordaban que todos podemos iluminar este mundo si nos dejamos encender en Aquel que es la luz del mundo. Le pedí a la Virgen de Fátima de una manera especial por todos los amigos del Rincón de Gundisalvus, especialmente por aquellos que estáis atravesando alguna crisis o seguís buscando una orientación más clara para vuestra vida. Soy de los que creen en el poder misterioso de la oración. Lo mejor de la vida no es fruto de nuestro esfuerzo o de nuestras cavilaciones: lo recibimos como don.

4 comentarios:

  1. Gracias por la oración, por el recuerdo y por tus preciosa reflexión. Hay que ir a Fátima para acercarse a ese sentimiento que tan bien has sabido expresar. Un abrazo

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  2. Muchas gracias por llevarnos en tu oración ante la Virgen y por tus reflexiones diarias que tanto nos ayudan.

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  3. Gracias por guardarnos en tu corazón y ponernos en oración ante Mamita María en ese lugar místico y sagrado...Hoy participé "virtualmente" de la Misa en la capilla de la Aparición... Dios te bendiga querido amigo que nos evangelizas tanto con tus reflexiones!

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  4. Querido Gonzalo,
    Gracias por tu oración por los amigos, por tu generosidad y por tener siempre tu mente implicada en hacer de éste un mundo mejor, para todos. Me enseñas a ser generoso. Un abrazo y sigue disfrutando del espíritu de tan bello lugar.
    Juan

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