Anoche hablé un
rato con el coordinador de la misión claretiana en Zimbabue. Como es natural,
abordamos la situación que se está viviendo en el país tras el reciente
golpe de estado. Me dijo que hay tranquilidad en las calles y que la gente
tenía ganas de librarse del eterno Robert Mugabe, que lleva
ejerciendo tareas de gobierno desde la independencia del país en 1980. No
sabemos cómo evolucionará la situación en los próximos días, pero hay una primera
lección que se extrae ante acontecimientos de este tipo: hay que saber
retirarse a tiempo. No es normal que un anciano de 93 años siga gobernando un
país después de 37 años en el poder. El papa Benedicto XVI pasará a la historia,
entre otras cosas, porque supo retirarse cuando ya no tenía fuerzas para
gobernar la Iglesia. Lo mismo han hecho otros líderes sabios. Comprendo que no
es fácil saber cuándo es el momento oportuno, pero uno de los mejores servicios
que todos podemos prestar, tras haber desempeñado una responsabilidad, es saber
retirarnos con sencillez y dignidad, saber dejar paso a otros, no ocupar
demasiado espacio.
Esta capacidad de
retirarnos se da en todos los ámbitos. Un padre y una madre tienen que aprender
a retirarse cuando sus hijos pasan de la niñez a la adolescencia y necesitan
explorar un espacio propio. Sobreproteger a las personas, invadir su intimidad,
no es una expresión de amor sino de dominio. Lo mismo cabe decir de los
profesores respecto de sus alumnos, de los formadores de cualquier tipo en
relación con las personas que acompañan. Y, de una manera especial, de los
pastores de la Iglesia en relación con los laicos. Cuando un pastor ocupa
demasiado espacio, cuando absorbe muchas responsabilidades, está impidiendo que
los demás desarrollen sus dones y carismas. Tan importante es asumir una carga
como saber compartirla y, en su momento, desprenderse de ella. Siempre me ha resultado un poco desconcertante
la actitud de quienes están dispuestos a morir “con las botas puestas”; es
decir, a continuar hasta el final de la vida haciendo lo que siempre han hecho, defendiendo que no sabrían vivir de otra manera. Puede indicar, en el mejor de los casos, una entrega generosa a una causa, pero también una actitud posesiva y acaparadora que no deja crecer a quienes están en torno, una incapacidad de no identificar la vida (lo que uno es) con el trabajo (lo que uno hace). El amor es entrega y es renuncia;
es actividad y pasividad; es protagonismo y ocultamiento.
Estoy muy
agradecido a todas las personas (empezando por mis padres) que en determinado
momento han sabido “echarse atrás” para que yo encontrara mi lugar. Si nunca
nos retiramos de los cargos y responsabilidades, no permitimos que otras
personas puedan asumir su puesto. No es fácil saber cuándo es el momento justo.
Se puede pecar por exceso o por defecto. Pero hay algo que la vida me ha ido
enseñando: retirarse a tiempo no significa desentenderse por completo. Hay personas
que, cuando dejan un puesto, ya no quieren saber nada, como si lo dejaran a
regañadientes, como si quisieran borrar su pasado o complicar la vida del que viene después en una especie de chantaje afectivo o de revancha. La persona madura se retira
con discreción, pero siempre está abierta a seguir colaborando cuando es
requerida, facilita los procesos de transición. Los padres se retiran un poco para que los hijos maduren, pero eso
no significa que los abandonen. Están siempre cerca para echar una mano cuando
sea necesario. Esta capacidad de combinar cercanía y distancia, respeto y
ayuda, es lo que caracteriza al amor maduro. Aprender a retirarse sí, pero
también a acercarse cuando la presencia es oportuna o incluso necesaria.
Todo esto me ha
surgido a propósito de la figura de Robert Mugabe. ¡Menos mal que él no va a
leer este post! Sonrío un poco, contemplo a través de la ventana la hermosa
vegetación del jardín, y me preparo para la primera jornada de nuestro
encuentro en Nairobi. Nos hemos juntado 40 misioneros provenientes de casi una
veintena de países africanos. Esperemos que todo vaya bien y que, llegado el
momento, sepamos retirarnos también nosotros con discreción y dignidad.
Gracias Gonzalo, tu reflexión me da claridad en lo que estoy dando vueltas los últimos días... Creo que, para mi, ha llegado el momento de ir preparando "la retirada"...
ResponderEliminarBuen trabajo en estas tierras africanas... Unidos en la oración.