Son las cuatro y
media de la mañana. Dentro de dos horas salgo para Amsterdam. Es sola una escala en mi viaje a Nairobi. Esta vez no voy solo. Viajamos
juntos cinco claretianos. El día va a ser muy largo. Aprovecho la espera en la terminal
1 del aeropuerto de Fiumicino para escribir mi entrada de hoy. A esta hora hay
muy poca gente rondando por aquí. Es demasiado temprano. A mí me gusta la mañana,
así que me encuentro como pez en el agua. El amanecer es como un certificado de
lealtad entre la naturaleza y el ser humano. Todo funciona. Un día más, tras el letargo nocturno, sale el sol, las
calles están puestas, hay oxígeno para respirar, la vida recobra su ritmo
diurno. Somos –como canta el himno litúrgico –“hijos de la luz e hijos del día”.
Damos, por supuesto, que el comienzo de una nueva jornada es algo normal, pero no
deja de ser un milagro cotidiano. Las cosas podrían ser de otra manera.
Amanecer es siempre una declaración de victoria sobre la oscuridad, la muerte y el caos.
Kenia es un país
que me atrae. Es como entrar en contacto directo con el origen de la humanidad.
Me gusta que la primera Jornada Mundial de los Pobres me coincida en este país
africano. No porque no haya pobres en todos los continentes sino porque África
ha sido –y es– un continente explotado, con muchísimos pobres. O quizá sería más excato denominarlos empobrecidos porque son el resultado de mecanismos de expolio e injusticia. Durante décadas fueron las potencias
europeas quienes hicieron del continente su mercado de abastos, incluidos los
seres humanos. Hoy se disputan el control de las materias primas las nuevas
potencias como China o India. Pero también África vivirá su amanecer. El paso
de la noche al día no es suave sino turbulento. En diversas partes del
continente hay guerras abiertas o conflictos políticos. La gran esperanza son
las nuevas generaciones de jóvenes. Si son capaces de tender un puente entre la
sabiduría africana ancestral y los conocimientos de la cultura planetaria, podrán liderar el
futuro de un continente que representa una alternativa a los excesos de
las culturas occidentales. Africa es como una mujer embarazada dispuesta a dar a luz, una vez más, a la humanidad entera. Amanece, que no es poco.
Poco a poco, va
llegando más gente, pero todavía el ambiente es tranquilo. Huele a café espresso, que es como decir que huele a Italia porque este es el aroma que
impregna el país entero. La mayoría de los pasajeros está pendiente de sus
teléfonos móviles. Hoy llevamos el mundo a cuestas en un adminículo del tamaño
de una cajetilla de tabaco. Para
internet no hay día y noche. Las 24 horas de la jornada están saturadas de
información. Los más jóvenes escuchan su música favorita. Los mayores envían guasaps (sic) a sus familiares para decirles
vaya usted a saber qué cosas: que todo ha ido bien, que el avión saldrá en hora
y que no se preocupen, que la vida sigue su curso. Yo me veo como un tipo raro
tecleando estas notas. Alguien debe de pensar que soy un periodista cubriendo
un parte de guerra. En cierto sentido, tiene razón. Cada día escribo un pequeño
reporte sobre esta hermosa batalla que es la vida cotidiana. Y esto, aunque a veces me
cueste, me mantiene despierto, pone mis antenas en danza para captar el pálpito
de la vida. Escribir es como adelantar un poco el amanecer. Gracias. Espero seguir cubriendo la información desde Nairobi,
adonde llegaremos entrada la noche. Buen fin de semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.