miércoles, 20 de septiembre de 2017

Lo urgente y lo importante

Sobre la mesa de mi despacho tengo una tira de papel en la que voy anotando todas las cosas que tengo que hacer cada día. Aprovecho las papeletas sobrantes que me enviaron por correo para participar en las últimas elecciones generales en España. Se trata de tiras de 29 centímetros de largo por 10 de ancho, muy prácticas para hacer listas de compromisos. Mientras repaso los candidatos de los partidos a los que no he votado (que son todos), repaso lo que tengo que hacer. A medida que despacho los asuntos, los voy tachando. A veces, cuando un compromiso me ha exigido mucho esfuerzo, la tachadura es de dimensiones olímpicas. Hay días en que la lista es tan larga que experimento un poco de agobio. Abrir el correo electrónico a eso de las 8 de la mañana significa, por lo general, incrementar el número de tareas. Siempre hay alguien que pide algo o que necesita urgentemente que responda alguna cuestión. Procuro jerarquizar las tareas, pero basta que alguien entre en mi cuarto para que una cosa menuda me ocupe más tiempo que otra que figuraba en primer lugar. Luego están esas tareas que uno va retrasando. Uno sabe que tiene que hacerlas, pero no encuentra el momento apropiado. Debo confesar que hay ciertas cosas que no me salen si no encuentro las condiciones adecuadas.

Listas de este tipo señalan, por lo general, las cosas urgentes, las que no se pueden demorar mucho porque otros dependen de su resolución. Pero, ¿son, de verdad, las más importantes? Tengo mis dudas. Nos han tocado tiempos tan acelerados que el cortoplacismo se ha impuesto como estilo de vida. Vivimos más de acciones que de proyectos. En general, los políticos son especialistas en este arte de hacer cosas cuyos resultados se perciban casi de inmediato. Por eso, los cambios de largo plazo -como la educación, por ejemplo- no se cuidan tanto. Embarcarse en un proyecto exige una clara visión de futuro y la capacidad de articular bien las etapas intermedias. Esto se suele hacer al comienzo de una nueva responsabilidad, pero luego el día a día va introduciendo otras prioridades no previstas. Cada mañana, cuando echo una ojeada a mi tira de acciones, me hago la misma pregunta: ¿Merece la pena que dedique tanto tiempo a escribir un artículo, revisar un texto, responder correos electrónicos, atender llamadas de Skype, hacer informes de actividades…? Casi todas estas cosas se inscriben en un marco más amplio, pero no siempre se percibe la relación entre las acciones que ocupan nuestro tiempo y los objetivos que se persiguen. Lo urgente acaba comiéndose a lo importante. ¿Dónde queda el proyecto a largo plazo, lo que consideramos de verdad importante?

Imagino que muchos de los lectores de este Rincón vivís experiencias parecidas. Las 24 horas del día están llenas de acciones que parecen insignificantes, anodinas y que, por lo general, no elegimos nosotros, sino que nos vienen impuestas por otros o por las circunstancias. Imagino a una joven madre de familia que se hace su plan del día y que, nada más hacerlo, escucha a su hijo pequeño diciéndole que no quiere al colegio porque le duele mucho la garganta. O comprueba que un grifo del baño gotea y que será necesario llamar al fontanero. No tiene más remedio que olvidarse de su plan y atender de inmediato a estos requerimientos que no formaban parte de sus previsiones. Cuando uno tiene mentalidad controladora, se siente perdido cada vez que suceden cosas no previstas. Cuando, a medida que pasan los años, uno va desarrollando una mentalidad más estratégica, se da cuenta de que la vida no es solo, ni principalmente, lo que uno programa, sino lo que sucede. Entonces, aprende a sacar partido de todo: de lo previsto y de lo imprevisto. No pierde los nervios por abandonar tareas urgentes para atender otras que son más importantes. Y, sobre todo, desarrolla una actitud fundamental: las personas tienen prioridad sobre las cosas. Atender a una persona, aunque rompa todos nuestros planes, es siempre más importante que cuadrar un balance, responder un correo electrónico o preparar la comida. Lo acabo de experimentar mientras escribía esta entrada. He tenido que interrumpir la redacción para atender a un compañero que requería mi ayuda. Por eso hoy se ha retrasado la publicación del blog. No se hunde el mundo. Learning by doing. Hay personas que tienen un don especial para atender a cualquiera en todo tiempo y lugar. Yo todavía tengo que crecer mucho en este campo. No hay que perder de vista lo importante. Lo urgente puede esperar.


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