martes, 12 de julio de 2016

Orar y cenar, dos verbos eclesiogenéticos

Anoche entendí un poco mejor cómo se hace la Iglesia. Recordé los varios textos de san Pablo en los que él habla de las primitivas comunidades cristianas que se reunían en casa de algunos personajes. Nosotros, los misioneros de Gabón, nos reunimos anoche en casa de monsieur Michel y madame Irène, dos profesores universitarios jubilados que se han convertido en catequistas de los que quieren convertirse al cristianismo. En el pequeño jardín de su casa han construido una gruta con la imagen de la Virgen. En torno a ella nos reunimos para cantar las vísperas. Era hermoso contemplar a una veintena de misioneros claretianos y un número parecido de laicos rezando juntos al aire libre, al amparo de la templada noche tropical. Los africanos saben cantar. Los salmos resbalaban cadenciosamente. Sin prisas, con un sentimiento de gratitud y alabanza. Al acabar la oración, la señora de la casa nos dirigió unas palabras de acogida. En atención al superior general, las tradujo también al inglés. Después nos sentamos en torno a varias mesas redondas para compartir la cena. Cada uno se fue sirviendo con libertad. Hubo tiempo para recordar los orígenes de la misión claretiana en este país y muchas anécdotas de nuestros misioneros, tanto en la zona de Franceville como en la capital. Llevamos aquí más de 40 años.

El título de esta entrada es deliberadamente rebuscado. Nadie en su sano juicio utiliza la palabra “eclesiogenético”. Sin embargo, creo que expresa bien lo que experimentamos anoche. La iglesia se hace en torno a la oración en común (con la eucaristía como cumbre), en torno a la mesa compartida (como signo de comunión), en formación constante y lanzada al testimonio y al servicio (como expresiones de la misión evangelizadora). En África, muchos matrimonios cristianos y sus “casas” son los verdaderos evangelizadores de las jóvenes generaciones. Reproducen lo que sucedía en la iglesia primitiva. Me pregunto si en la vieja Europa no habrá llegado la hora de recuperar esta evangelización "casa por casa", de poner en práctica el modelo de la parroquia entendida como comunidad de comunidades, dando fuerza a esa pequeña célula que es la familia entendida como iglesia doméstica.

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