jueves, 11 de abril de 2024

Dignidad infinita


Hace tres días se hizo pública la declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas Infinita sobre la dignidad humana. Es un documento largo (consta de 66 apartados), trabajosamente elaborado (se comenzó el 2019) y de lectura ardua (maneja conceptos filosóficos y teológicos que no son de uso común). Con esta breve presentación parece que estoy disuadiendo a los lectores del Rincón de hincarle el diente y, sin embargo, creo que su lectura es imprescindible para afrontar con criterios cristianos algunos problemas graves que estamos viviendo en la actualidad. 

Tras una introducción en la que se repasa el magisterio de los últimos papas sobre la cuestión de la dignidad humana, se hace una cuádruple distinción del concepto de dignidad: dignidad ontológica, dignidad moral, dignidad social y dignidad existencial.
  • La dignidad ontológica es “la que corresponde a la persona como tal por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios. Esta dignidad no puede ser nunca eliminada y permanece válida más allá de toda circunstancia en la que pueden encontrarse los individuos”.
  • La dignidad moral “se refiere al ejercicio de la libertad por parte de la criatura humana. Esta última, aunque dotada de conciencia, permanece siempre abierta a la posibilidad de actuar contra ella”.
  • La dignidad social se refiere “a las condiciones en las que vive una persona. En la pobreza extrema, por ejemplo, cuando no se dan las condiciones mínimas para que una persona viva de acuerdo con su dignidad ontológica, se dice que la vida de esa persona pobre es una vida “indigna””.
  • La dignidad existencial tiene que ver con situaciones ligadas a la existencia cotidiana: “por ejemplo, al caso de una persona que, aun no faltándole, aparentemente, nada de esencial para vivir, por diversas razones, le resulta difícil vivir con paz, con alegría y con esperanza”.


Tras estas precisiones, la declaración explica cómo hemos ido logrando a lo largo de la historia una conciencia progresiva de la dignidad de la persona humana (nn. 10-16). Presenta después a la Iglesia como la comunidad que anuncia, promueve y se hace garante de la dignidad humana (nn. 17-22). Aborda luego la dignidad como fundamento de los derechos y de los deberes humanos (nn. 32). 

Solo después de haber afrontado estas cuestiones de base, que recomiendo meditar con calma, la declaración ofrece criterios de discernimiento sobre algunas violaciones graves de la dignidad humana. Se refiere concretamente a las trece siguientes: 
  • el drama de la pobreza (nn. 36-37), 
  • la guerra (nn. 38-39), 
  • el trabajo de los emigrantes (n. 40), 
  • la trata de personas (nn. 41-42), 
  • los abusos sexuales (n. 43), 
  • las violencias contra las mujeres (nn. 44-46), 
  • el aborto (n. 47), 
  • la maternidad subrogada (nn. 48-50), 
  • la eutanasia y el suicidio asistido (nn. 51-52), 
  • el descarte de las personas con discapacidad (nn. 53-54), 
  • la teoría de género (nn. 55-59), 
  • el cambio de sexo (n. 60) 
  • la violencia digital (nn. 61-62). 


La Declaración se cierra con estas palabras: “También hoy, ante tantas violaciones de la dignidad humana, que amenazan gravemente el futuro de la humanidad, la Iglesia no cesa de alentar la promoción de la dignidad de toda persona humana, cualesquiera que sean sus cualidades físicas, psíquicas, culturales, sociales y religiosas. Lo hace con esperanza, segura de la fuerza que brota de Cristo resucitado, que ha llevado ya a su plenitud definitiva la dignidad integral de todo varón y de toda mujer”.

Aunque el documento no es de fácil lectura, nos ayuda a no dejarnos llevar solo por lo que aparece en los medios de comunicación social o por lo que algunas instituciones y grupos pretenden imponer a toda costa por motivos más ideológicos que humanitarios. 

Es evidente que esta Declaración va a dejar insatisfechas a muchas personas por distintos motivos. Algunas estarían dispuestas a aceptar lo que dice la Iglesia sobre la pobreza, la guerra, los emigrantes o la trata de personas, pero seguramente se oponen con vehemencia a su doctrina sobre el aborto, la eutanasia, la maternidad subrogada o la teoría de género. Otras, por el contrario, pueden cargar el acento sobre las últimas cuestiones pasando de puntillas sobre las primeras. Lo vemos a diario en el ambiente polarizado en el que se afrontan estos graves asuntos. No se trata de o/o, sino de y/y. 


Cuando hablamos de la dignidad de la persona humana hablamos de algo que se refiere a todas las situaciones desde el principio hasta el final de la vida. Es verdad que se trata de cuestiones complejas sobre las cuales seguimos investigando y profundizando con la ayuda de las ciencias, la filosofía y la teología, pero eso no significa que carezcamos de criterios éticos para afrontarlas, como si todo lo técnicamente posible fuera éticamente realizable de manera automática.

Con esta Declaración la Iglesia pagará el precio de la plausibilidad social en muchos contextos, pero se convierte en voz profética en momentos de confusión. Defiende siempre a los más débiles frente a quienes, con apariencia de bien, pretenden violar la dignidad infinita de todo ser humano.



2 comentarios:

  1. Gracias Gonzalo, porque en momentos de confusión, tu nos aportas materiales y luz para ir analizando el tema. Se necesitan varios momentos para ir leyendo y asimilando la Dignitas Infinita. Me interesa el tema.

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  2. El reloj no para, a cada instante aparecen cadenas extrañas que hay que romper sin dilatar el tiempo.

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