sábado, 25 de noviembre de 2023

Nocturno madrileño


Anoche el centro de Madrid estaba atestado de gente. Apenas se podía dar un paso sin chocarse con alguien. El hecho de que fuera el famoso Black Friday y estuviera ya encendido el alumbrado navideño contribuyó a que muchos se echaran a la calle. Yo también lo hice después de seis horas de clase en el curso que estoy dando en el ITVR de Madrid. Hacía frío, pero soportable. Se veían puestos de castañas asadas y casetas de Navidad en tres plazas de la zona: España, Callao y Mayor. 

Falta un mes exacto para la Navidad, pero el comercio no quiere perder el tiempo. Hay que aprovecharlo al máximo porque este año durará casi una semana menos que de ordinario. La gente no paraba de hacer fotos al abeto luminoso que luce en el centro de la Puerta del Sol. Por varios sistemas de megafonía se oía música festiva. Los adornos luminosos de la calle Arenal y de otras calles cercanas disparaban la imaginación. Era como adentrarse en un mundo de luz y color que no coincide mucho con el que millones de personas viven a diario. Quizá por eso muchas se echan a la calle, como si estuvieran necesitando decorar sus propias vidas, redimirlas del gris anodino de la rutina.


Cuando regresé a mi casa, un policía me cerró el paso en la confluencia entre la calle Buen Suceso y Juan Álvarez Mendizábal. Me pidió que me identificara. Le dije simplemente que vivía a treinta metros. Me limité a mostrarle las llaves. Me dejó pasar sin más preguntas. Se oían gritos provenientes de la calle Ferraz. Las manifestaciones siguen noche tras noche. Los vecinos comenzamos a estar hartos después de tres semanas de protestas. Parecemos rehenes en nuestro propio barrio. 

Ya en mi cuarto, guarecido del frío exterior, rebobiné la breve película de mi paseo nocturno. Por una parte, me sentía agobiado por el gentío que invadía las calles. No me gustan las aglomeraciones. Por otra, caía en la cuenta de que también yo formaba parte de esa masa con aspiraciones a ser pueblo. También yo contemplaba los adornos luminosos, las casetas llenas de ofertas, los cines con largas colas esperando la entrada (ayer se estrenaron, entre otras, las películas Napoleón y Teresa, dos figuras históricas que tienen poco en común, pero que han marcado la historia de Europa), algunos sintecho organizando los cartones para pasar la noche al raso, varios coches de policía estacionados en lugares estratégicos, parejas cogidas de la mano y grupos de jóvenes ataviados con gorros de Papa Noel…


Caí en la cuenta de que todos, cada uno a nuestro modo, necesitamos soñar, imaginar que las cosas pueden ser diferentes, que existe un mundo más cálido, colorista y fraterno que el que vivimos a diario. Sé que algunos consideran innecesario y hasta hiriente este derroche de luz, pero la belleza es casi tan necesaria como el comer. Quienes paseaban por las calles no eran precisamente los superricos, sino la gente común. Había muchos rostros de hombres y mujeres de Latinoamérica, África y Asia. Para todos ellos la luz de la Navidad significa más que un diseño atractivo a base de lucecitas LED. 

Confundiéndose con el resto de la gente, tomándose una taza caliente de chocolate con churros, sienten el calor que necesitan para hacer más llevadera su vida. Por un momento, olvidan sus sueldos precarios y se arman de coraje para seguir luchando. Quizás se dan cuenta de que dentro llevan una luz más intensa que la que ven fuera. Es muy probable que cuando tomen el metro para volver a casa lo hagan con la íntima satisfacción de haber vivido una noche entrañable. ¿Es esto revolucionario o es solo un analgésico para mitigar el dolor de la distancia? No soy nadie para juzgar sus motivaciones. Me limito a levantar acta. La gente sigue caminando.



2 comentarios:

  1. De acuerdo. Ya quisiera yo "saborear mi pueblo" aunque tenga que ser con frío, ruidos excesivos, derroche de luz y policía que cree cumplir con su deber. Me quedo con lo que la amorosa Providencia del Señor (que nunca se equivoca) ha dispuesto, confiando que mi situación es más útil a su Reino.

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  2. Buenas ... Te escribe Jesús Guédez. El compositor de "No hay mejor lugar". Es un regalo del Señor para mí ver que una canción puede servir de apoyo para algún fin valioso (Esta es la segunda vez que utilizas una de las canciones que he recibido del Señor)
    Tus escritos son un llamado a la profundidad de vida que tanto necesita nuestra humanidad. Dios siga guiando tus pasos

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