jueves, 23 de noviembre de 2023

Llanto por la paz


¿Se puede llorar por el destino de una ciudad, de un país o de todo un pueblo? En el evangelio de hoy Jesús aparece llorando por Jerusalén, como en otro pasaje llora ante la tumba de su amigo Lázaro: “Al ver la ciudad, le dijo llorando: ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos”. Hoy lloraría de nuevo al contemplar los miles de muertos causados por Hamás y por el ejército israelí en un enfrentamiento que dura ya más de 40 días. 

Como los acontecimientos se atropellan unos a otros, pareciera que se trata de algo pasado, pero el conflicto sigue vivo. Lo mismo sucede con la guerra de Ucrania y con otros estallidos bélicos que ya apenas ocupan espacios en los medios de comunicación. Nos acostumbramos a convivir con la violencia y la guerra como si fuera algo connatural al ser humano. No nos damos cuenta de lo que conduce a la paz. Jesús dice que “está escondido a nuestros ojos”. Lo que conduce a la verdadera paz lo dijo Caifás sin saber lo que decía: “Os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera” (Jn 11,50).


Mientras sigamos echando la culpa del mal a los otros, mientras no haya sujetos que se hagan responsables de lo que nos pasa, la paz siempre estará amenazada. Sin adentrarnos ahora en el sugestivo análisis de la teoría mimética de René Girard, la experiencia diaria nos muestra que siempre buscamos chivos expiatorios para no cargar con nuestra cuota de responsabilidad. Las cosas van mal porque nuestros padres nos maleducaron, porque fuimos incomprendidos por los profesores, porque los empresarios solo buscan sus intereses, porque el gobierno es nefasto, porque las multinacionales controlan el mundo, porque mis jefes me tiranizan, porque el clima está cambiando, porque… 

Tendemos a descargar en “los otros” (cercanos o desconocidos) la culpa de todo lo malo que nos sucede, olvidando que también nosotros estamos incluidos en ese colectivo llamado “la gente”, que el mal tiene nombre y apellidos. Las guerras no son accidentes como los volcanes o los terremotos. Son fruto de decisiones humanas tomadas por seres humanos que, para justificar su violencia, culpan a otros seres humanos de ser los instigadores.


En este contexto cobran mucha fuerza y actualidad las palabras de Jesús regadas con lágrimas: “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!”. No se trata ahora de echar la culpa a nadie, sino de pedirle a Dios que nos ayude a comprender “lo que conduce a la paz”, que nos ayude a asumir la cuota de responsabilidad que cada uno tenemos en el deterioro de la convivencia a todos los niveles, que nos abra los ojos. Y que, como Jesús mismo, podamos ser artesanos de paz “muriendo” por los demás; es decir, cargando con fardos que no nos pertenecen, caminando una milla más de lo que es obligatorio, yendo algo más lejos de lo que exige la justicia. 

Podemos dedicar mucho tiempo a sesudos análisis geopolíticos, a criticar las estrategias militares o a denunciar lo malos que son “algunos” palestinos y “algunos” israelíes, pero eso no resuelve de raíz el problema. Jesús se dio cuenta de que la única solución es la menos explorada y deseada: morir por los demás. Pocos (casi nadie) lo entienden.

1 comentario:

  1. Siempre me había quedado atascada en que Jesús “llora sobre la ciudad” y las palabras que dice: “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos”. Pero hoy, al leerlo tal como lo planteas, he sentido que puedo recibir las palabras como dichas a cada uno de nosotros… No nos enteramos de lo que quiere decirnos Jesús y actuamos al margen.
    De bien seguro que hoy lloraría de nuevo al contemplar los miles de muertos por las guerras, las que conocemos y las personales que nos pasan desapercibidas.
    Gracias Gonzalo por ponernos en alerta cuando escribes: que “Jesús se dio cuenta de que la única solución es la menos explorada y deseada: morir por los demás.” No, no lo entendemos o no queremos entenderle porque no entendemos que lo que nos pide es que gastemos nuestras vidas a favor de nuestros hermanos.

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