jueves, 29 de julio de 2021

Los amigos de Betania

Por primera vez celebramos hoy la memoria de los santos Marta, María y Lázaro. Hasta ahora, el 29 de julio se recordaba solo a santa Marta. A partir del decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, emanado el 26 de enero de este año, el 29 de julio se celebrará conjuntamente la memoria de los tres hermanos de Betania “considerando el importante testimonio evangélico que dieron al hospedar al Señor Jesús en su casa, al escucharlo atentamente, al creer que él es la resurrección y la vida”. 

Cada uno de los tres hermanos es caracterizado con un rasgo que lo identifica. Marta hospeda a Jesús en su casa y lo sirve; María lo escucha atentamente y Lázaro lo confiesa como la resurrección y la vida porque ha experimentado en carne propia su poder vivificante. Los tres viven en Betania (“casa de frutos”) y son amigos del que, dirigiéndose a todos los discípulos, les dijo: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre” (Jn 15,15). Desde niños aprendimos a ser “amigos” de Jesús. Es probable que esa palabra haya ido perdiendo fuerza con el paso del tiempo. Puede que incluso hoy nos suene demasiado infantil o juvenil. 

La memoria conjunta de los hermanos de Betania nos ayuda a agradecer el don de la amistad y a profundizar en nuestra relación con el “amigo” Jesús. Me gustaría iluminar algo de lo que hoy vivimos a partir de estos tres amigos de Jesús (dos mujeres y un varón) que hacen de su casa de Betania un lugar de acogida, escucha, servicio y anuncio. 

En su evangelio, Lucas dice que Marta “lo recibió en su casa” (Lc 10,38) y también que “estaba atareada con los muchos quehaceres del servicio” (Lc 10,40). Por eso, Jesús le advierte: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria” (Lc 10,41). El evangelio de Juan, por su parte, va más allá de esta imagen de una Marta servicial. Pone en sus labios una confesión de fe: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo” (Jn 11,27). Y también una invitación a su hermana María que, en realidad, está dirigida a todos nosotros: “El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11,28). 

De Marta hemos hecho una caricatura que no parece corresponderse con la realidad. Es verdad que era afanosa, pero también creyente. Hablando a la Curia Romana en 2014, el papa Francisco dijo que una de las enfermedades que hoy padecemos es el “martalismo”; o sea, el mal “de la excesiva laboriosidad, el de aquellos enfrascados en el trabajo, dejando de lado, inevitablemente, «la mejor parte»: el estar sentados a los pies de Jesús (cf. Lc 10,38-42). Por eso, Jesús llamó a sus discípulos a «descansar un poco» (Mc 6,31), porque descuidar el necesario descanso conduce al estrés y la agitación”. Es probable que algunos vivamos la fe con estrés y agitación, que confundamos el activismo con el servicio y que pensemos que creer en Jesús significa “hacer muchas cosas”. La invitación del Maestro a no perdernos en la superficialidad del hacer y a buscar “la única cosa necesaria” nos mantiene alerta.

De María de Betania tenemos también algunos datos. Lucas dice que “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra” (Lc 10,39) y que −citando palabras de Jesús “ha escogido la mejor parte y nadie se la quitará” (Lc 10,42). Juan, por su parte, señala que, cuando su hermana Marta la llamó, María “se levantó rápidamente y salió al encuentro de Jesús” (Jn 11,29). También ella, como antes Marta, repite la misma queja: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” (Jn 11,32). El llanto de María, unido al de otros judíos, hizo que Jesús se emocionara profundamente. 

Perder el tiempo con Jesús, escucharlo sin prisas, llorar ante él… son algunas de las actitudes que María de Betania nos enseña. Aunque ambos son imprescindibles, el encuentro personal tiene siempre prioridad sobre el trabajo. Es verdad que la fe cristiana implica una praxis de vida, pero es, ante todo, el encuentro de amistad con la persona de Jesús que transforma nuestra existencia. Esta es siempre “la mejor parte” que nadie nos puede arrebatar. Si estamos centrados en Jesús, todo lo que hagamos en la vida tendrá un sentido. Sin él, las muchas acciones conducirán solo a la dispersión y la fatiga. En vez de vivir como iluminados, acarabemos muriendo como quemados. 

Los evangelios no reportan ninguna palabra de Lázaro, el hermano varón de Marta y María. Cuando el evangelio de Juan lo menciona por primera vez es para decir que “hacía ya cuatro días que Lázaro había sido sepultado” (Jn 11,17). Y ya se sabe que los muertos no hablan. Después de orar por su amigo, Jesús lo llama: “Lázaro, sal fuera” (Jn 11,43). El evangelio añade que “el muerto salió del sepulcro” (Jn 11,44), pero tampoco en esta ocasión habla, ni siquiera para dirigir una palabra de gratitud a su salvador. Lázaro vuelve a aparecer con su nombre en el capítulo 12 de Juan. Es uno de los comensales que participa en la cena que le han organizado a Jesús en Betania, pero tampoco en esta ocasión dice nada. Pareciera que su verdadera palabra es la vida recobrada. 

Lázaro es un testimonio viviente de la fuerza salvadora de Jesús. No necesita decir nada. Le basta con vivir.  Es un “signo” andante. También de Lázaro podemos aprender algo. La evangelización actual no necesita de muchas palabras sino de “signos”. Vivir con alegría y entrega es quizás la mejor forma de mostrar que Jesús nos ha salvado del abismo del sinsentido, al que la pandemia nos está acercando un poco más cada día.

Marta, María y Lázaro, amigos de Jesús, rogad por nosotros.

Gracias, Señor, por todos los amigos y amigas que has puesto en mi vida, algunos de los cuales son también lectores asiduos de este Rincón, que hoy alcanza las 1.800 entradas. 



1 comentario:

  1. Este relato me ha hecho pensar en que todos podemos tener un poco de Marta, de María y de Lázaro que, en su justo equilibrio, nos llevará a vivir con profundidad y paz y mantener, como ellos, la amistad con Jesús.
    En medio de todo el ajetreo, podemos buscar estos momentos de silencio y escucha que sabía encontrar María y ser agradecidos como Lázaro si sabemos descubrir lo que nos haces notar: “No necesita decir nada. Le basta con vivir. Es un “signo” andante.”
    Me interpela cuando escribes: “También de Lázaro podemos aprender algo. La evangelización actual no necesita de muchas palabras sino de “signos”.”
    Felicidades y gracias Gonzalo por las 1.800 entradas… Cuántas horas acompañadas a los amigos del Rincón… También yo agradezco a Dios el haberte encontrado en mi camino.

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