miércoles, 7 de julio de 2021

Ibéricos y transalpinos


En el Corriere della sera de ayer, el periodista italiano Aldo Cazzullo escribía un simpático artículo sobre “el derbi infinito entre falsos hermanos”. Según él, la hermandad entre el pueblo ibérico y el transalpino es un malentendido. Ambos han luchado y se han odiado durante siglos, siendo España la potencia hegemónica. Nos conocemos y nos respetamos, pero seguimos siendo diferentes. Cazzullo lo explicaba así: “El malentendido tal vez provenga de la percepción distorsionada que Italia tiene de España, y viceversa. Si los españoles piensan en Italia como un inmenso Nápoles, con el sol, la pizza, la mandolina y los espaguetis, nosotros pensamos en España como una gran Andalucía, con toros, corridas, playas y gazpacho. La España verde, atlántica, silenciosa, desconfiada, nos es ajena; son lugares a los que no se va de vacaciones y que no se ven en la televisión”.

El partido de ayer (largo, intenso, emocionante) simboliza esta fraternidad mediterránea un poco a la greña. Como algunos temían, al final todo se decidió en la lotería de los penaltis. No se hunde el mundo. La relación entre dos países no se dirime en un partido de fútbol, por apasionante que sea. Italia y España se parecen mucho y se diferencian bastante más de lo que a simple vista parece. España tiende a ser extremista; Italia propende a la conciliación, aunque se encienda dialécticamente con mucha facilidad. Si hay una persona que en las últimas décadas ha servido de puente entre ambos países, esta ha sido, sin duda, Raffaella Carrà, como se ha podido comprobar viendo las reacciones ante su muerte. 

Yo confieso que me siento un poco a caballo entre los dos pueblos. Procuro tomar lo mejor de cada uno y esquivar sus excesos, pero reconozco que es un ideal imposible. Sigo siendo español. En Italia he aprendido el arte de buscar puntos de convergencia donde parece que no existen. Es verdad que se corre el riesgo de naufragar en fáciles componendas, pero es preferible ese riesgo calculado a las guerras fratricidas.

He escrito varias veces sobre Italia en este Rincón. Son muchos los lectores españoles y americanos que adoran el país transalpino. Yo formo parte de ese grupo, por más que a menudo me queje del deterioro de una ciudad como Roma o del burocratismo impenitente. Es tanto lo que Italia ha aportado a la cultura occidental que sería ridículo no reconocerlo. Anoche, durante y después del partido, intercambié algunos mensajes de WhatsApp con varios amigos italianos. Todos mostraron una actitud caballerosa. La cortesía y la amabilidad son la cara visible de las almas grandes. En fin, no quisiera filosofar demasiado sobre un juego que, dicho sea de paso, es un sustitutivo de la guerra. Si los enfrentamientos deportivos evitan los bélicos, bienvenidos sean.

He terminado la entrada de hoy sin decir nada de san Fermín. Se están perdiendo las tradiciones. 

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