No figura en los manuales de medicina. Tampoco en los prontuarios de farmacia. Los padres –tan seducidos por las vitaminas A, B y
C– apenas se preocupan de que sus hijos la tomen en las proporciones adecuadas.
La mayoría dicen que la vitamina N es una vitamina antigua, obsoleta, innecesaria. Otros
creen en su eficacia, pero no saben cómo proporcionarla. La expenden en muy
pocas farmacias. Pero, ¿qué demonios es la vitamina N? Es un compuesto orgánico
y nutriente que nos fortalece cuando alguien (sobre todo, las figuras
significativas: padres, profesores, etc.) nos dicen NO, frustran nuestros deseos,
con objeto de ayudarnos a madurar. El profesor John Rosemond lo explica muy
bien en el vídeo que pongo al final del post.
Como está en inglés, me permito hacer una síntesis rápida de sus ideas con
algunos comentarios personales.
Muchos padres
creen que sus hijos van a ser más felices si satisfacen todos sus deseos. Y,
naturalmente, los hijos se aprovechan de esa fe ingenua de sus progenitores chantajeándolos un día sí y otro
también. Hoy piden una bicicleta, mañana unos zapatos deportivos de marca cara,
pasado un portátil y la semana siguiente un teléfono móvil de última
generación. Se convierten en personas exigentes. Consideran que todo les es
debido. Solo saben conjugar el verbo Yo
quiero. A duras penas balbucen un tímido Gracias. Cuando no les conceden lo que piden se enojan y reaccionan
con violencia o se sumen en depresión. Los padres entonces entran en crisis. No
saben cómo reaccionar. En realidad, la solución es fácil. Tienen que proporcionar
a sus hijos cuanto antes una buena dosis de vitamina N; es decir, tienen que
empezar a decir NO. Recibir continuamente cosas solo genera el deseo de tener
más. Reduce los ideales a la mera posesión de objetos en una escalada imparable
que conduce a una gran insatisfacción. En vez de entrenarlos para conseguir objetivos
mediante el esfuerzo y el sacrificio, hacen que los hijos desarrollen estrategias
de lloriqueos, exigencias y manipulación. Se acostumbran a tener todo a cambio de nada,
lo cual no los prepara para la vida real, los convierte en seres débiles y
manipulables. Esta es una de las actitudes más destructivas y peligrosas. En
las últimas décadas los padres se han vuelto demasiado permisivos y blandos,
con lo cual solo consiguen que los hijos se debiliten y depriman, se crean el
centro del mundo, acreedores a todo. Esta actitud se convierte en una
enfermedad adictiva y contagiosa. Es probable que haya un poco de exageración
en este diagnóstico, pero creo que, en lo sustancial, es objetivo. Muchos
padres, ausentes demasiado tiempo de casa e incapaces de establecer relaciones
afectivas con sus hijos, compensan ese vacío con la entrega continua de
regalos.
En realidad, los
hijos se merecen algo mucho mejor que regalos materiales. Se merecen
protección, cariño y dirección. En inglés suena mejor porque los tres
ingredientes tienen un final semejante: protection,
affection and direction. Tienen derecho a que sus padres, de vez en cuando
y de manera equilibrada, les digan NO. Tienen derecho a descubrir que solo
quien se esfuerza y trabaja obtiene cosas valiosas en la vida. Normalmente,
cuanto más trabajas mejores resultados obtienes. En el esfuerzo por liberar a
sus hijos de la frustración, los padres han deformado la realidad. Tienen que
darles el 100% de lo que necesitan, pero solo el 25% de lo que piden. A esto lo
podríamos denominar el principio de la “privación beneficiosa” o de la “frustración
óptima”. Y todo esto se puede conseguir con una dosis adecuada de vitamina N
desde los primeros años de vida. Este principio es
aplicable a cualquier proceso educativo, también a los procesos de formación
para la vida religiosa y sacerdotal. Estoy convencido de que muchos de los problemas
que hoy estamos teniendo se deben a un tipo de formación que acentúa demasiado
la supremacía del yo y no prepara a las personas para afrontar las contrariedades
de la vida, las necesarias frustraciones y la exigencia de esforzarse para
alcanzar objetivos. En fin, quizá se trate de algo pasado de moda, pero no
estás de más pararse un poco a reflexionar sobre ello. Os dejo ya con el vídeo
anunciado antes.
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