Tras un paso fugaz por Roma,
dentro de unas horas emprendo un nuevo viaje que me llevará a Oriente. Esta vez
el destino es Filipinas, el primer país asiático que visité en el ya lejano
1991. Mientras preparaba la maleta me ha venido a la mente un dicho medieval
que ha recibido muchas interpretaciones: Ex
Oriente lux (es decir, la luz viene del Oriente). Se puede entender en un sentido
puramente astronómico: cada mañana sale el sol por el este. Pero hay un nivel
más profundo. Oriente simboliza la luz de la sabiduría y la espiritualidad. No
es un tópico. Todavía hoy se experimenta cuando uno visita la India, Indonesia
o Filipinas. El dicho medieval tenía una segunda parte: Ex Occidente lex (o sea, la ley y el orden vienen de Occidente). Se aludía así
al papel singular del derecho romano en la configuración de Europa y, más
tarde, de los pueblos de América. La combinación de lux (luz) y lex (ley) nos
permitiría vivir en equilibrio y armonía. Sería un antídoto contra la ceguera y
la injusticia que nos corroen. Pero, como denunció hace años el escritor polaco
Stanisław Jerzy
(1909-1966), la frase referida a Occidente ha mutado. A pesar de la crisis económica
que padecemos, hoy tendríamos que decir más bien: Ex Occidente luxus (o sea, el lujo viene de Occidente). Basta
observar la publicidad. Cuesta admitir que para muchas personas lo más
importante no sea la sabiduría o el orden sino simplemente el disponer de dinero
para vivir lo más cómodamente posible. Esto, que en principio puede parecer una conquista, acaba secando las fuentes del alma. Siempre pagamos un precio. Las crisis de civilización suelen venir cuando el estilo de vida se hace sofisticado y muelle.
Filipinas es un país maravilloso
en el que malviven millones de pobres. He tenido la oportunidad de visitar en
otras ocasiones los squatters en
muchos lugares de Manila; es decir, las infraviviendas en terrenos ocupados ilegalmente
en las que se hacinan muchas personas. Pero, a diferencia de lo que puede pasar
en lugares semejantes de Occidente, las personas suelen mostrar una gran
humanidad y un profundo sentido de fe. En medio de la pobreza se vislumbra la
luz. Es el tesoro de Oriente. Espero que este nuevo viaje me ayude a percibirlo
con más claridad. Recuerdo que hace años san Juan Pablo II decía que las
grandes catequistas de los niños romanos no eran sus mamás sino las empleadas
domésticas de origen filipino que unían a su trabajo competente la educación en la fe de
los pequeños de las casas. Eso significa que su fe está bien arraigada y que no
la pierden por el mero hecho de salir de su país y vivir en condiciones
difíciles. Buscan ciertamente escapar de la pobreza y lograr un mejor nivel de
vida, pero eso no se traduce en olvido de la fe. En Occidente tenemos que
aprender esta lección. Sí, creo que el adagio es cierto: Ex Oriente lux.
Que tengas un buen viaje y que el Espíritu Santo te siga iluminando en tu incansable peregrinar. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Emilio. Esperemos que todo vaya bien. Cuenta con vuestra oración.
EliminarMuchas gracias Gonzalo... Buen viaje... Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por sus aportes. Bendiciones
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