Desde ayer a
primera hora estoy de nuevo en Roma, tras un largo viaje desde Manila. Hoy me levanto con la noticia de la muerte
de Fidel Castro a los 90 años. Se seguirá hablando mucho en los
próximos días. Yo sigo acusando un
poco las consecuencias del desfase horario o jet lag, dado que la
diferencia entre Manila y Roma es de siete horas. Esta falta de sincronía entre
nuestro reloj interno (que regula los períodos entre la vigilia y el sueño) y
el reloj externo (que se rige por el sol) puede producir alteraciones de
diverso tipo como fatiga, apatía, confusión, irritabilidad, lentitud en la toma
de decisiones, etc. Lo he experimentado infinidad de veces, aunque reconozco
que estoy bastante habituado a los cambios y tengo mis trucos para afrontarlos
con éxito. De todos modos, este desfase biológico me parece un símbolo de otro
desfase más profundo y duradero que muchas personas viven: la falta de
sincronía entre su tiempo personal y el tiempo cultural. Es como si la sociedad
fuera mucho más rápido de lo que ellas pueden caminar. Entonces se produce una
desconexión. Uno tiende a refugiarse en su pequeño mundo porque ya no puede evolucionar
al ritmo del mundo global, demasiado acelerado y complejo.
La sociedad
siempre ha cambiado, pero hace doscientos o cien años una persona podía vivir en su
aldea haciendo más o menos lo que sus padres y abuelos habían hecho durante décadas.
Los cambios eran mínimos. El peso de la tradición regulaba todo. El
espacio físico en el que uno se movía solía ser también muy reducido. Incluso
había personas que nunca se movían del lugar en el que habían nacido. Hoy estos
factores han cambiado. La tecnología ha acelerado la modificación de usos y de
ideas. Muchas personas viajan a menudo. Y, en todo caso, los medios de
comunicación han convertido el planeta en una “aldea global”, de manera que
enseguida nos enteramos de que Fidel Castro ha muerto en Cuba o de cómo han ido
las ventas del Black Friday en Nueva
York o Londres.
Cuando nos parece que vamos asimilando estas cosas, otro
torrente de noticias reemplaza a las anteriores en una carrera imparable. Es
normal entonces que muchos sientan síntomas parecidos a los que se produce con
el jet lag: fatiga, confusión, irritabilidad,
dificultad para tomar decisiones, etc. Este desfase entre nuestro tiempo y el
tiempo del mundo nos impide vivir ajustados, serenos, con la convicción de que éste es nuestro tiempo y de que en este hoy debemos vivir, gozar y sufrir. Cuando
una persona adulta dice “En mis tiempos”
suele referirse a lo vivido en la etapa juvenil, como si todo lo que ha venido
después ya no fuera suyo. Da la impresión de que solo los niños, adolescentes y
jóvenes estuvieran ajustados al presente, quizá porque están más abiertos a las
novedades en una etapa de la vida en que los acelerados cambios físicos y psicológicos
determinan también el propio crecimiento.
Hoy es el último día
del año litúrgico. Mañana, con la llegada del Adviento, comenzaremos un nuevo
año litúrgico. Es una ocasión para comprobar si estamos ajustados o no, si nuestro
tiempo se acompasa con el tiempo del mundo y, sobre todo, si la liturgia de la
Iglesia puede ayudarnos a vivir el tiempo de otra manera, como oportunidad para
salir siempre al encuentro del Cristo que se acerca. En el salmo 94 leemos: “Si
hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”. Este hoy es siempre el
momento presente con independencia de nuestra edad o condición. Cada día es una
oportunidad para percibir el paso de Dios por nuestra vida. Dios nunca está
desfasado. Siempre acompaña nuestro ritmo, siempre camina a nuestra velocidad
para que podamos percibir su presencia.
Os dejo con un vídeo que me he encontrado por pura casualidad. Es el testimonio del periodista y escritor José María Zavala en el que cuenta su experiencia de conversión; es decir, el momento en el que su tiempo y el de Dios se encontraron. Este momento tiene fecha: 5 de agosto de 2009. El testimonio es un poco largo, pero merece la pena. Necesitamos conocer historias como éstas. Se pueden parecer mucho a las nuestras.
Os dejo con un vídeo que me he encontrado por pura casualidad. Es el testimonio del periodista y escritor José María Zavala en el que cuenta su experiencia de conversión; es decir, el momento en el que su tiempo y el de Dios se encontraron. Este momento tiene fecha: 5 de agosto de 2009. El testimonio es un poco largo, pero merece la pena. Necesitamos conocer historias como éstas. Se pueden parecer mucho a las nuestras.
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